Cuando
los exuberantes mangos no solo dan sombra
Deliciosos mangos |
En diciembre y enero de este verano
recorro las calles de Santa Terezinha de Itaipu, un pueblo que queda a 28 Km de
Foz do Iguaçu en el estado de Paraná (Brasil), fronterizo con Paraguay y
Argentina y a pocos kilómetros de las famosas cataratas del Iguaçú.
Los cielos de Santa Terezinha están
poblados por aves exóticas, aves pequeñas de ágiles vuelos y aves de gran
envergadura que se dirigen a alguna parte sobrevolando los nidos del
“João-de-Barro”. Este pájaro de color marrón rojizo, intercala sus artesanas
construcciones de agua y tierra endurecida entre los pósteres del tendido
eléctrico. Al mismo tiempo, junto a gruesos abejorros y vistosas mariposas,
cientos de colibrís desarrollan espectaculares acrobacias
y juguetean alegrando las calles y moradas de los itapuenses.
Colibrí acercándose a un bebedero |
Nidos del João-de-barro |
Mariposa de grandes alas |
Cada día en los engramados situados entre
sembrados de soja y sembrados de mandioca juegan niños sin zapatillas a la
pelota. Estas, que no calzan sus pies, delimitan las porterías que carecen
de red. Mientras, otros hacen volar cometas o estallar estrepitosos cohetes
celebrando las fiestas propias de la época. Rodeando el engramado y los
rincones del pueblo, pasean perros teñidos por la tierra arcillosa que
cubre las calles, perros que más que de nadie son de todos.
Al llegar la tarde, la banda sonora la pone la cigarra, esa que canta solo por Navidad, y que deleita con su sonido mágico mis oídos. Recuerda por su intensidad, estridencia y cadencia a la sirena del colegio al que iba en mi niñez cuando anunciaba el final de la jornada. Y al penetrar la noche, las luciérnagas gigantes del Brasil iluminan el cielo y sorprenden y maravillan mis ojos de forastero con luces blancas y azules.
Prefeito Cláudio Eberhard |
Las casas en los barrios raramente tienen
más de una planta, casi todas con sus jardines y pequeños huertos. Algunas de
estas viviendas son humildes, otras, en cambio, dejan ver el trabajo de una
vida laboriosa de los que fueron antiguos colonos del Paraguay, ahora ya
jubilados. Estos viejos aventureros disfrutan de la tranquilidad de una villa
bien dotada con escuelas, centros de salud y todo tipo de comercios. Su
Alcalde, Cláudio Eberhard, hombre de rostro amable, muy querido en la ciudad,
tiene previsto asfaltar algunas de las muchas "rúas" que aún quedan
empedradas sobre una tierra muy roja y muy fértil. La buena labor del
“prefeito” en materia de prevención de la salud ha originado que este año no se
haya detectado un solo caso de dengue entre la población.
Árbol repleto de papayas |
Palmera cargada de cocos verdes |
Piña de plátanos sobre el encerado saliendo de un jardín |
Árbol de aguacates de 20 metros de altura al que le quedan todavía algunos frutos |
Las calles de Santa Terezinha están
decoradas por cientos de árboles de mango cargados de colorida fruta, de los
jardines de las casas se yerguen imponentes palmeras repletas de cocos y
plátanos y de sus muros y verjas salen ramas de plantas y arbustos cargados de
acerolas, jabuticabas, guayabas y maracuyás que agasajan al viandante con
generosidad.
Alfredo Ilvo Zimmer |
En este vergel un nutricionista como yo
queda atrapado por la tremenda variedad de frutas y verduras que se antojan
extrañas o incluso desconocidas. Una de ellas la sostiene Alfredo Zimmer que
con sus 84 años me muestra una yaca entre sus manos. En su rostro se reflejan,
además de los muchos años, el mucho esfuerzo acumulado por el duro trabajo en
la granja, trabajo de una época en que la falta de mecanización hacía que las
jornadas fueran interminables. Apasionantes resultan sus historias y vivencias
atesoradas a lo largo de su prolongada vida. Uno de los relatos más
sorprendentes es el que cuenta sobre un médico que atendió a su madrastra
cuando él era aún un muchacho. Con la excusa de buscar tierras en la
zona, el misterioso personaje, se alojó en su casa durante una semana.
Cincuenta años después supo que ese médico era un nazi huido tras finalizar la
segunda guerra mundial, llamado nada más y nada menos que Dr. Josef Mengele, “el
ángel de la muerte”. Mientras relata la historia, muestra un recorte donde la
prensa local se hace eco de ese episodio de su vida. Alfredo, de origen alemán,
conserva como muchos en estos lares el idioma de sus antepasados, los cuales,
llegaron a Brasil a mediados del siglo XIX. Para hablar conmigo intercala el
portugués, su lengua natal, con un español cortés que me facilita la
comprensión de sus relatos.
Parte comestible de la Yaca |
El árbol que da el fruto que muestra el
Sr. Zimmer es conocido como árbol del pan, su fruta de tamaño gigantesco llega
a pesar los 20 kg. Abro la yaca expectante con la incógnita de saber cómo será
su aspecto interior y su sabor y es que esta fruta es a veces dulce, a veces
intensa, a veces insípida y a veces ácida, sin que haya regla alguna para
adivinarla. Cometo el error de abrirla sin guantes y sin embadurnar las manos
con aceite, lo que hace que su resina pegajosa me convierta en un
verdadero atrapamoscas ambulante. Solo frotarme enérgicamente con café molido
logra desprenderme del pertinaz pegamento. Su sabor recuerda ligeramente a la
piña y su aspecto realmente extraño no se asemeja a nada que hubiera visto con
anterioridad.
Higor, Rafael, Carlos, Cristina Roque,
Adelaide, Gelso, Nadir, Marcelo,
Natali, Fátima, Alfredo y Eri
|
Cris, Fátima, Kamily, Sinda, Lurdes, Luis, Valdir, Stefani y Arturo |
Eri Alves Locatelli con una cúia tomando chimarrão a través de una bombilla |
En la casa de Alfredo y Eri las visitas
son frecuentes. Amigos y familiares se turnan para conversar en torno a un rico
"chimarrão". El chimarrão es la versión refinada y exquisita de la
yerba mate, típica del sur del Brasil, y que además de ser una delicia, forma
parte de ese ritual que cada mañana y cada tarde logra reunir en un círculo de
cordialidad a allegados y a conocidos de conocidos. Tomar “chima” es algo más
que tomar una infusión, a través de una única boquilla compartida en un trozo
de calabaza decorada, tomar "chima" es una oda al respeto y la
convivencia.
Mangos, nabo, chuchu, coco verde, yaca, kiabos, marakuyá, couve, guayaba, acerolas, jabuticabas, papaya, ñame, maxixes y jilós de la despensa de Eri y Alfredo |
Un nuevo día con el sol en su cenit, Eri
prepara un maravilloso almuerzo con verduras de la zona, algunas de su propio
huerto: una ensalada de chuchu, también conocido como chayotera, verdura que se
cuece y se condimenta al gusto; nabo rallado al que se le añade un poco de
salsa de soja; hojas de “couve” (parecidas a las hojas de col) picadas y aliñadas
con un poco de aceite de oliva del que traje de España, vinagre de módena y sal
yodada; mandioca cocida para acompañar; polenta
frita con un poco de queso derretido del que elabora Adelaide en la
colonia; buñuelos de arroz integral y judías negras; para beber zumo de acerola
recién recolectada; de postre mangos y jabuticaba cogidas del patio trasero.
En la sobremesa las conversaciones son diversas, a veces tratan de los planes que se tienen en caso de ganar la "Mega-Sena" (lotería), otras echan la vista atrás y rememoran tiempos pasados, como cuando había que talar los grandes árboles con hachas llegándose a tardar varios días en derribar uno de esos gigantes, o de cuando llegó la luz eléctrica a Santa Rosa y de la alegría que produjo aparcar el candil de queroseno. Otras conversas se centran en los problemas del día a día, como de los que se queja Valdir, hermano de Eri, que viene a visitarla junto a otros familiares en estos días. Valdir vive al norte del Mato Grosso en la región de Belén de Pará y se muestra preocupado por las dificultades que tiene en alejar de su granja a jaguares, jabalíes salvajes y capibaras (roedor que llega a pesar 65 kg) para que estos no le perjudiquen los sembrados ni le maten las gallinas.
Nina con su plato de jiló |
Lleva varios días lloviendo, lo que hace
que la temperatura sofocante de los días pasados se haya tornado ahora muy
agradable. A veces caen muchos litros en pocos minutos y las calles se hacen
ríos. Al final de la tarde, Nina, la cuidadora de Alfredo, conocedora
de mi interés por los alimentos propios de la zona, me trae preparado un
plato elaborado con jiló. Me previene de su amargor y me indica que los ha
refrito junto a un poco de cebolla. Quedo encantado con la simpleza de la
preparación y la intensidad del sabor.
Un nuevo día y una zarigüeya entra en el
pequeño cobertizo del patio trasero. Esta gordita, parece que busca un sitio
para tener sus crías, sin embargo, esta especie de rata gigantesca no es
bienvenida por la que hay que espantarla. Afortunadamente, no sufre daño
alguno.
Zarigüeya que se cuela en el "galpão" detrás de los materiales de construcción |
Av. Das Rosas. Mercado Golfinho |
Tras desayunar y tomar unos
"mates" vamos de compra al “Mercado Golfinho” ubicado en la avenida
“Das Rosas”, sus empleados, como acostumbran aquí, nos meten la compra en
varias bolsas. En nuestra cesta, unos Kiabos para hacer un guiso, su sabor se
parece al de las judías verdes, aunque al cocerse deja escapar una gelatina que
no a todos agrada. También compramos unos maxixes para hacer ensalada, aunque
de aspecto exótico, su sabor se asemeja al del pepino. La cajera pregunta si
queremos que nos acerquen la compra a casa o al coche, pero no hace
falta.
Caracol que atravesaba una calle |
Escarabajo toro |
En el camino de regreso nos topamos con un
caracol del tamaño de una pelota de tenis y con un
precioso escarabajo toro.
Casi en casa un vendedor del
Paraguay nos ofrece sus productos: ajo, yerba mate y chipas (elaboración a base de harina de
mandioca), mientras, un coche que recorre lentamente la calle anuncia a través
de su megafonía que vende helados de açaí, aguacate y otros frutos. Al
atravesar el portón nos recibe "negrinha" nuestra fiel amiga canina.
Jambalão frente al centro de salud |
Negrinha |
Una de las veces que vamos al centro de
salud a recoger unas recetas para Alfredo, nos percatamos que justo en frente
del edificio unos grandes árboles se presentan cargados de unos frutos que
recuerdan a una aceituna negra. Un itapuense que las está comiendo nos indica
que la fruta que tiñe las aceras de añil se
llama Jambalão y que según nos cuenta es una "cura" para la
diabetes. A la vuelta pasamos frente a la casa de João y su esposa
Maria, que nos cogen de su huerto algunas verduras, entre ellas, unos tomates
de piel dura poco habituales de gran dulzura.
Jabuticaba de las que abundan en todos los jardines y huertas |
Bajo la fresca sombra del árbol de mango
compartimos un mate helado al que se le llama tereré y algunas de esas
fresas que crecen en árboles llamadas lichías. La conversación
inevitablemente se centra en el regreso que ya se ve más cercano y de lo
que nos llevamos de la experiencia vivida.
Árbol de mango corazón de buey de la casa de Luis y Lurdes |
He probado manjares desconocidos allí
donde vivo, he respirado la esencia de un pueblo tranquilo, he compartido las
costumbres del lugar junto a las gentes del lugar, he disfrutado de paseos, de
muchos "chimas" y de ratos irrepetibles con amigos entrañables como
Neca, el Sr. Güntzel, Jenifer, Edson, César, Rafael (el psicólogo del Centro de
Salud) y Nelci (mi profesor de portugués), entre otros muchos, mas
acima de tudo, levo no meu coração e na minha alma a família Zimmer - Alves
Locatelli, minha amada família do Brasil.
José María Capitán
dietista-nutricionista
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Qué relato más bonito!! Cuando escribamos el libro de recetas.... tu te encargas del texto, yo de la receta y solo nos falta un fotógrafo para que sea un éxito!!!Besos
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