Lo que
podemos aconsejar y lo que no en las RR. SS. y en la pescadería del barrio sobre
alimentación o como no desprestigiar la profesión.
No seas autointrusista y siéntete orgulloso de lo que haces.
En el post anterior hablaba sobre el
intrusismo profesional, es decir, sobre la cantidad de profesionales sanitarios
y parasanitarios, así como de otros profesionales no sanitarios que se atreven
a dar consejos acerca de cómo debemos llevar nuestra alimentación sin contar,
en la mayoría de los casos, con suficiente formación para hacerlo. Una de las
características comunes de todos ellos es que de una forma u otra, como es
lógico, cobran por su trabajo.
Un caso, en cierta manera peor aún, se da con el autointrusismo profesional.
Es decir, cuando es el propio dietista o dietista-nutricionista el que boicotea
su propio trabajo, haciendo que este pierda valor ante el mercado, dando un
servicio de mala calidad al paciente/alumno y afectando negativamente al
conjunto del colectivo.
Un caso que puede ilustrar lo que quiero
decir es el que se da en la consulta del médico. A casi nadie le cabe en la
cabeza que un médico nos pueda resolver un problema de salud fuera de su
consultorio y que además no nos cobrase por su trabajo. En realidad, he puesto
un mal ejemplo, porque precisamente el médico endocrino es junto con el
dietista-nutricionista, los únicos facultativos capacitados legalmente para
poder ejercer como tales y dar consejos sobre nutrición tanto a personas sanas
como enfermas, además del técnico en dietética bajo ciertas circunstancias.
Igualmente, nos servirá el ejemplo para aquello sobre lo que quiero escribir.
Existe una gran tendencia por parte de los
dietistas-nutricionistas a participar en distintos foros en las RR. SS. que tienen
como eje central diversas patologías susceptibles de ser tratadas con dieta,
dando consejos y aportando conocimientos de un modo completamente gratuito,
incluso llegando a enviar dietas a las personas afectadas. Lo mismo ocurre
cuando nos requieren nuestras amistades, familiares o amistades de nuestras
amistades o de nuestros familiares, abordándonos en cualquier lugar de un modo
furtivo e intempestivo, tratando de aclarar sus dudas. Ante esto,
nosotros, probablemente con un deseo sincero de querer ayudarles, sucumbimos con
mucha frecuencia y damos respuestas a sus inquietudes sin darnos cuenta del
daño que estamos haciendo y de que estamos practicando autointrusismo profesional.
No cobrar por nuestro trabajo es del todo
desaconsejable. Primero para el paciente y después para el profesional
sanitario dedicado a la práctica de la dietética y la nutrición.
Cuando nuestros conocimientos, que son
fruto de muchos años de estudio y experiencias, se regalan pierden valor. Si
nosotros no valoramos esos conocimientos, el paciente/alumno tampoco lo hará y
podrá tender a no seguirlos, con lo que le estaremos perjudicando claramente.
Por otro lado, damos una imagen muy poco seria cuando en un foro de discusión o
en la frutería del barrio nos atrevemos a aconsejar a alguien sin tener delante
su historial médico, su diario dietético, sus analíticas, sin conocer su
perfil psicológico, en definitiva, sin mirarle a los ojos y establecer una
relación empática con el interesado, aspecto este que será vital para el éxito
de cualquier tratamiento. El paciente, a pesar de ver satisfecha su curiosidad
y haberse ahorrado los “cincuenta” euros de la consulta, en el fondo podrá
quedarse insatisfecho y no entender que no se le haya dado un trato más
profesional y no se le haya dedicado el tiempo necesario para el cuidado de su
salud. Esta mala praxis conducirá finalmente a que el paciente termine
perdiendo la confianza en nosotros, es decir, en alguien que se valora tan poco
a sí mismo y que ejerce su profesión con tan poca seriedad.
Además, el hecho de que no cobremos por
nuestro trabajo tendrá graves consecuencias para uno mismo y el resto de
compañeros de la profesión. Se puede entender la buena voluntad del que quiere
ayudar a alguien que sufre teniendo los conocimientos y la predisposición
necesaria para hacerlo, pero al no cobrar por el trabajo realizado se demuestra
una enorme falta de confianza en uno mismo y una falta de valoración y respeto
hacia el conjunto de nuestra profesión. No sería el primer
dietista-nutricionista que conozco que poniendo sus conocimientos al servicio
de todo aquel que se le acerque pasa los fines de semana recogiendo vasos en la
puerta de cualquier discoteca de moda. Si damos consejos gratuitos, no solo nos
estamos torpedeamos a nosotros mismos comprometiendo nuestro propio futuro,
sino que impedimos que otros compañeros puedan ejercer como profesionales y
ganen su sustento dignamente. En definitiva, estamos actuando de forma poco
ética.
Entonces, ¿no podemos hablar de aquello
que tanto nos apasiona? ¿No podemos participar en las redes sociales?, ¿no
podemos contribuir a la educación dietético-sanitaria de la sociedad? Por
supuesto que sí, precisamente eso es lo que hace un divulgador científico
especializado en alimentación. El divulgador suele dirigirse al gran público y
da consejos, reflexiona y debate sobre aspectos generales de la dietética, la
nutrición y la alimentación, dando una información de calidad desde una sólida
formación. La divulgación no solo se puede ejercer en las RR. SS., también se
puede realizar una magnífica labor divulgativa desde el aula de un colegio, en
un taller de distrito, participando en un curso de libre configuración en la
universidad o en un máster, colaborando en un programa de radio o televisión y
así un largo etcétera. Siempre que podamos, debemos divulgar y hablar desde los
distintos medios que el zumo de fruta no es fruta, que los alimentos
ultraprocesados no son alimentos, que el azúcar lo tomamos en exceso o que
debemos disminuir la ingesta de sal. Esto es incluso una cuestión de
responsabilidad social y no debemos dejar de hacerlo.
Pero una cosa será hablar sobre pautas
generales de alimentación o que escribamos un artículo sobre la sensibilidad no
celiaca al gluten o de la fructosemia y sobre sus posibles tratamientos
dietoterapéuticos y otra muy distinta es que demos consejos individuales fuera
de consulta o del entorno más apropiado para ello. Esto será competencia del
dietista clínico y tendrá que hacerlo cumpliendo todos los requisitos legales
para poder ejercer y con todos los datos del paciente/alumno por delante, que permita obtener una valoración completa del mismo y recetar las pautas
dietéticas más adecuadas a su caso concreto.
Por tanto, animo a todo aquel que vea que
un compañero que, con toda su buena fe, trabaje si cobrar que le haga notar lo
equivocado de su postura para con el paciente, para consigo mismo y para con el
colectivo.
Considero deseable que todo el que ejerza
como dietista-nutricionista se colegie y el que ejerza como dietista se asocie.
Debemos trabajar para todo el colectivo y a la vez debemos estar cubiertos por
él para poder ejercer una labor profesional más responsable, segura y así
ofrecer mejores servicios.
Recapitulando
Si vas a dar consejos individuales de
alimentación, hazlo en una consulta que cumpla con todos los requisitos legales
y cobra una tarifa adecuada por ello.
Si tu trabajo es como divulgador, cobra por
tus charlas, talleres y seminarios y pon en valor el conocimiento que impartes
desde las redes sociales.
Difunde libremente aquellos principios
básicos sobre los que se sustenta una alimentación saludable, hazlo como tu
contribución en la construcción de una sociedad más saludable, pero no te
olvides de ofrecer al final tu tarjeta para que te puedan localizar todos
aquellos que quiera obtener más información y una atención personalizada.
Trabaja desde la responsabilidad que exige
el ejercicio de la profesión y contribuye con el resto de profesionales de la
nutrición para que nuestra labor alcance prestigio y reconocimiento social y
pueda ser valorada en su justa medida.
Colégiate, asóciate, reúnete, participa en
todas las actividades que puedas junto a otros profesionales.
Debate, discute, reflexiona y contribuye a
que madure esta profesión, sumando, siendo positivo, adoptando una actitud
crítica y proactiva y haciendo las cosas bien.
Trabaja desde la ética y la
responsabilidad, teniendo como lo más importante el bienestar de tu
paciente/alumno, tu propio desarrollo profesional, el apoyo a tus compañeros y
a la profesión.
No seas autointrusista y siéntete orgulloso de lo que haces.
José María Capitán
dietista-nutricionista
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