El estrecho camino
entre el divulgador y el gurú de la nutrición
Que conste que siempre he pensado que la dietética debía ser
deconstruida y que he sido siempre muy crítico con muchos de los conceptos que
he recibido como estudiante de nutrición. Sin embargo, hoy asistimos, sobre todo
en las redes sociales, a un fenómeno que aunque empecé a ver con ilusión y
simpatía, hoy además me inquieta y me preocupa.
Locos por un like |
Sin duda existen grandes referentes en nuestro país de la
“nueva dietética”, profesionales de la nutrición, buenos divulgadores y
escritores que acercan el concepto de lo sano a la gente de a pie con un
mensaje claro e inequívoco que apuesta por una mejor alimentación. Estos nuevos
paladines de la alimentación saludable emprenden batallas valientes contra enemigos
de gran tamaño, equiparables a gigantescos molinos de viento donde las lanzas
parecen no hacer mella, y sin ningún rubor denuncian las malas prácticas de la
industria alimentaria, las dudosas estrategias comerciales para vender
productos insanos o la indiferencia de la administración ante el problema de
salud pública que origina la selección inadecuada de los alimentos que componen
la dieta del conjunto de los ciudadanos.
Sí, es una batalla desigual. Quizá por eso el tono empleado a
veces por el divulgador puede parecer tosco, incluso agresivo, ya que han sido
muchos los años de indiferencia por parte de los responsables sanitarios,
cuando no de connivencia con los que operaban sin límites en el interior de los
supermercados ofreciendo productos donde lo que importaba era ante todo el
margen comercial.
Aceite de palma, azúcar, sal, potenciadores del sabor y
edulcorantes son algunos de los ingredientes que mayoritariamente copan las
etiquetas de cualquier producto alimenticio de los que podamos encontrar en los
estantes de toda superficie comercial especializada en la venta de
alimentos. Los alimentos procesados con
listados de ingredientes del tamaño de una novela de lengua extranjera se han
vuelto tan habitual que, según un estudio publicado en European Journal of Nutrition en noviembre de
2009, “Contribution of highly industrially processed foods to the nutrient
intakes and patterns of middle aged populations in the European prospective
investigation into cancer and nutrition study”, los alimentos elaborados constituyen el 61% de la ingesta energética en
España.
Los que debían ser excepcionales en nuestra dieta, aquellos
alimentos que se dibujan en cualquier pirámide de la nutrición que se precie, entre los que solo deben ser consumidos esporádicamente, si acaso, resulta que
constituyen la base de nuestra alimentación. Nos toca entonar el mea culpa.
Todos tenemos parte de responsabilidad, especialmente los profesionales de la
salud, por no haber sabido construir un muro de contención ante tanta codicia
en forma de galletas rellenas de chocolate o pizzas encajonadas.
Quizá por esto, me
duele en el alma cuando veo que una sociedad científica matiza o redefine sus
mensajes con base en las subvenciones que recibe de la industria alimentaria más
insana. Creo que los dietistas-nutricionistas debemos tener las manos libres
para escribir y la boca abierta para gritar, para gritar un ¡NO! rotundo cuando
el precio a pagar por una u otra subvención es la aniquilación de nuestros
propios principios éticos y nuestro deber con la ciudadanía.
Pero lo nuevo no es siempre lo bueno, ni lo viejo es siempre
lo malo, todos somos fruto de nuestro propio devenir histórico, de nuestras
circunstancias y de nuestra realidad puntual multiplicada por todos los días de
nuestra vida. La nueva dietética no se puede construir destruyendo la base
sobre la que se irguió, ni los viejos profesores y eruditos de los que todos
hemos aprendido pueden ignorar los nuevos aires de modernidad y progreso que se
imprimen desde las redes sociales, artículos en prensa, programas de radio o de
televisión.
En este punto, o avanzamos juntos o nos condenamos a la
irrelevancia a la que se ven abocados todos los que en la cresta de la ola de
la fama llegan a la orilla del olvido.
En la cresta de esta ola veo actualmente surfeando a mucho de
los más nuevos blogueros y jóvenes divulgadores de la dietética y la nutrición,
jóvenes que no tienen publicado nada o casi nada en revistas científicas, que
no han participado en grupos de estudio o de investigación o casi no lo han
hecho, que no tienen o casi no tienen experiencia en clínica o en nutrición
comunitaria, ni dan clase en universidades, pues no les ha dado tiempo a
realizar su doctorado ni nada de lo anterior, pero que dicen de sí mismos estar
actualizados y divulgar la verdadera dietética con base en los últimos avances en
el campo de la nutrición.
Estos jóvenes compañeros hinchados por el éxito de los “me
gusta” no pueden olvidar que son gracias a los que hicieron y que lo que hagan
dependerá de su capacidad de transformar, pero también de comprender y tolerar
sin por ello tener que renunciar a tener las manos libres para escribir y la
boca abierta para gritar ¡NO!
Estos compañeros no usan como Don Quijote lanzas contra
molinos ni montan en jamelgos Rocinantes, sino que utilizan ametralladoras
automáticas en forma de teclados que disparan a discreción frente a la pantalla
de su ordenador sentados en una acolchada butaca. Y todo ello, mientras sus
seguidores en las redes sociales lo jalean y lo califican de “referentes en
nutrición”.
El peligro de la inexperiencia, de buscar el hueco mediático,
de estar borrachos de “me gustas” es el de venderse a los propios seguidores.
Nos vendemos cuando permitimos que personas sin conocimientos científicos de
ningún tipo parasiten nuestras páginas divulgativas para usarlas y difundir sus
propias locuras dietéticas procedentes
de una u otra dieta de moda con nuestro consentimiento, apoyo o silencio; “come
sin gluten”, “no tomes lactosa”, “los cereales no son buenos”, “las legumbres
tampoco”, “la ciencia está vendida”, “no se enseña nada bueno en la
universidad”, “la OMS publica basándose en intereses oscuros”, “las
multinacionales de los cereales quieren envenenarnos” etc. etc. etc.
Nos vendemos también cuando decimos lo que sabemos que otros
quieren escuchar, traicionando nuestro compromiso con nosotros mismos, sesgando
nuestros comentarios e impregnándolos de
muchos y variados conflictos de intereses.
Al tolerar que se difundan argumentos falaces nos convertimos en cómplices
de una manipulación que se extiende por las redes sociales a golpe de darle a
la tecla de “compartir”, mientras nos regocijamos al ver aumentar nuestra lista
de seguidores.
El científico duda, afirma con cautela y está siempre
dispuesto a rectificar teniendo como objetivo la verdad y el bien de la
humanidad, o eso creo yo.
José María
Capitán
dietista-nutricionista
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Hoy todo el mundo cree saberlo todo, y lo que no saben es que hay mucha informacion erronea, todos contestarian a un simple lo vi por internet, en alguna pagina desconocida, y no afirman la fuente si es fiable o no, y claro se quedan tan agusto sin saber si quiera si lo que estan haciendo es bueno o no, solo creyendolo.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo en parte del enfoque del artículo,
ResponderEliminarHay gente que grita, que lo hace sin formación, sin perspectiva, y también con enfoques "extremistas" tal y como citas...
No obstante, la divulgación puede que haya sido el motor de la profesión durante el último lustro, y ha sido el mayor altavoz para que la gente nos conozca. Hablo de motor en dos sentidos, aquel que ha permitido espolear y hacer espabilar el inmovilismo en muchos sectores de nuestra profesión, y el que ha sido nuestro escaparate hacia fuera.
Esa insistencia y denuncia ha contribuido en parte a que se avanzasen en posturas instauradas en los 90, y puede que en estos últimos años se haya avanzado gracias a esta democratización de la información más que en los veinte anteriores. ¿Por qué? ¿Quizás las RRSS nos ponen a un mismo nivel? ¿Quizás no hay tanta jerarquía y se puede discutir sin "mandos" intermedios?
Añado una última reflexión, divulgar, divulga todo el mundo, desde el que lo hace profesionalmente en medios, hasta el portavoz de un Colegio profesional cuando se le solicita una opinión.
¿Qué hace más daño? ¿El pseudo-gurú que recomienda quitar legumbres a todo el mundo porque quieres justificar su método? ¿O el representante profesional que da consejo de los 90 como altavoz de un colectivo entero?
Ni idea, pero sí que unos nos guardan deferencia a un colectivo, los otros, solo a sus acólitos.
Estoy de acuerdo contigo Aitor, ya te manifesté mi sintonía contigo en el curso de la UPO del pasado mes de enero, no hay divergencias y nos planteamos las mismas dudas y preguntas.
ResponderEliminarNecesitábamos crear un espacio para dar visibilidad al colectivo, para posicionarnos con un mensaje diferenciado ante la sociedad, y gente como tú, Lucía, Juan o Julio habéis creado ese espacio dando una visión cercana a la gente desde el rigor científico, con un mensaje que tiene como denominador común la crítica, la evidencia científica y la ética.
La divulgación es nuestra gran baza y el mensaje tiene que ser claro y contundente.
Cuando titulo este artículo “Al filo de la navaja” es precisamente porque creo que aquello que nos diferencia y nos acerca a la sociedad frente a los mensajes clásicos impartido por otros profesionales de la salud, se puede convertir en lo que nos aleje a unos de los otros volviendo frágil al colectivo y perdiendo credibilidad ante esa sociedad para la que trabajamos, de hecho está empezando a suceder.
Está claro que no todos tenemos que pensar de la misma forma y que cada uno puede tener sus propias ideas sobre la dietética y la alimentación, te lo dice un vegetariano. El problema comienza cuando esas mismas redes se usan para descalificar a otros compañeros que no piensan como nosotros y desde nuestros propios conflictos de intereses generamos una corriente de opinión que fundamentalmente al que favorece es a uno mismo y al espacio profesional en el que trabajamos.
No digo que sea fácil, pero debemos reflexionar sobre lo que está ocurriendo y plantearnos hasta donde pretendemos llegar como colectivo. En estos momentos hemos logrado crear un gran interés por la dietética en los medios, ¿seremos capaces de mantenerlo?, y si es solo un ciclo, ¿qué habremos construido de cara al futuro cuando “la ola llegue a la arena”? Quizá solo un conjunto de individualidades que en una lucha fratricida habrá disfrutado de unos instantes de fama o reconocimiento en las RRSS u otros medios.
Yo no tengo la solución al problema que se plantea, quizá todo esto forme parte de un proceso de una joven profesión que necesita desde la impulsividad cometer errores para luego reconducirse y asentarse entre las profesiones que crean sociedad, realmente no lo sé. Como digo en el artículo contemplo este proceso con ilusión y simpatía pero también con inquietud y preocupación.