Enfermedad de Crohn y Colitis Ulcerosa
La Enfermedad Inflamatoria Intestinal (EII)
se caracteriza porque el sistema inmunitario ataca a los tejidos del tubo
digestivo a partir de un proceso inflamatorio que termina ocasionando lesiones
de diversa gravedad.
Esta enfermedad en la actualidad no tiene cura, aunque
tiene una muy baja mortalidad y se caracteriza por alternar periodos
asintomáticos llamados “periodos de remisión” con otros en los que la
enfermedad se manifiesta con mayor o menor virulencia y a los que se les
denomina “brotes”.
La Enfermedad de Crohn (EC) tiene
mayor incidencia y prevalencia en España que la Colitis Ulcerosa (CU)
un 58% y 42% respectivamente. Ambas tienen muchas similitudes en su
sintomatología, factores de riesgo y tratamiento, pero se diferencian en la
zona del aparato digestivo afectada; mientras que en EC se puede afectar
cualquier parte del tubo digestivo desde la boca hasta el ano y de forma
discontinua en la CU la parte afectada, de modo no discontinuo, es el colon.
La prevalencia en Europa Occidental y EE. UU. es de
150-550 casos por cada 100000 habitantes; la cifra en España es de
181/100000. Esta enfermedad la padecen por igual hombres y mujeres, aunque
la incidencia y prevalencia en hombres es ligeramente superior para la CU y
ligeramente superior en mujeres para la EC. La EII se suele manifestar en
edades muy tempranas, siendo la edad media de su diagnóstico los 30 años, en el
caso de España, más de la mitad de los pacientes se encuentran en un rango de
edad de entre 20 y 39 años. La EII afecta a la vida de las personas en una
etapa de su ciclo vital que puede determinar todo su futuro, por lo que requiere
de una gran comprensión por parte de una sociedad que sabe poco de esta
enfermedad.
Una de las primeras dificultades con la que se
encuentra el enfermo es su diagnóstico, 6 de cada 10 pacientes tras la
aparición de los primeros síntomas, tardan más de un año en ser diagnosticados,
y para un 17% de las personas afectadas transcurren hasta cinco
años. Aunque tanto la EC como la CU tienen una sintomatología específica,
la mayoría de las manifestaciones clínicas son comunes: dolor abdominal,
diarreas o sensación de evacuación incompleta. También pueden aparecer otros
trastornos no digestivos como problemas de tipo oftalmológico, dermatológicos,
hepáticos y retrasos en el crecimiento en la población infantil debido, entre
otras causas, a una deficiente absorción de nutrientes. Según la clasificación
de Montreal los brotes se pueden clasificar en: leves (50%), moderados
(35%) y graves (15%).
Factores desencadenantes
El número de personas afectadas por EII no deja de
crecer en los países con estilos de vida occidentalizados. Algunas de las
causas que podrían explicar este hecho son las prácticas dietéticas comunes
existentes en estos países, en los que el consumo de alimentos ultraprocesados
alcanza el 79% de la energía total consumida, como ocurre en Alemania, o hasta
el 61% en el caso de España, según un estudio del Journal Clinical Nutrtion de
2009.
Distintos estudios experimentales indican que algunos
de los ingredientes usados por la industria alimentaria pueden causar
inflamación en los intestinos tras alterar la barrera intestinal. Se ha
demostrado que agentes emulsionantes o espesantes como la carregenina o la
maltodextrina (almidón modificado) y la goma de xantano o algunos hidratos de
carbono complejos alteran la homeostasis intestinal.
La pobre ingesta de fibras dietéticas no se relaciona
con la CU, pero sí con la EC y, en general, las altas ingestas de ácidos
grasos n-6, carnes y el pobre consumo de frutas y verduras aumentan el riesgo
de desarrollar EII. El alto consumo de azúcares y carbohidratos refinados
también se han considerado un factor de riesgo en la EII, así como el de grasas
animales en la CU. El consumo de tabaco duplica la probabilidad de
contraer EC, aunque sus efectos son menos negativos en la CU, por otro lado, la
lactancia materna y la vitamina D son factores protectores en la EII.
En definitiva, la alimentación preventiva para las EII
no dista mucho de las recomendaciones generales sobre una alimentación
saludable, tal y como se representa en la pirámide de la alimentación
saludable y sostenible creada por la Comisión de Trabajo de
Restauración Colectiva del Colegio de Dietistas-Nutricionistas de Andalucía
(CODINAN).
Recomendaciones dietéticas para el mantenimiento de la
fase de remisión
Las recomendaciones que se suelen dar en una fase en
la que la enfermedad no está activa son también similares a las que podríamos
recomendar para el conjunto de la población cuando hablamos de alimentación
saludable:
-Aumentar el consumo de frutas y verduras y el consumo
de fibra en general.
-Fomentar el consumo de productos lácteos, si se
toleran.
-Evitar los hidratos de carbonos refinados y muy
especialmente los refrescos y bebidas endulzadas.
-Limitar el consumo de carnes rojas como la de
ternera, cerdo y cordero, así como las carnes procesadas: embutidos, fiambres,
preparados cárnicos, etc.
-Evitar aceites vegetales ricos en n-6 como el de
girasol, cártamo o el de maíz, así como el consumo de grasas trans. El consumo
excesivo de estos aceites pueden contribuir a los procesos proinflamatorios, en
su lugar es preferible usar aceite de oliva virgen o virgen extra.
-Algunas de las guías consultadas indican que se debe
ser precavido con ciertas sustancias irritantes de la mucosa: el café, el
alcohol y el picante, entre ellos.
-Fumar tiene un efecto negativo en la EC aumentando
las incidencias de brotes, por lo que se recomienda que se deje el hábito
tabáquico.
Es frecuente que el paciente se someta a diversas
dietas para tratar de mantener a raya la enfermedad y en este sentido podemos
citar algunas con las que se ha venido experimentando: la dieta semivegetaria,
la dieta baja en residuos, la dieta de eliminación guiada por Ig G4 o la dieta
Paleo. Estas dietas cuentan con escasos estudios que no arrojan suficiente luz
sobre la solución del problema. Otra propuesta dietética, la dieta baja en
oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles muy fermentables,
conocida como dieta FODMAP ha tenido mejores resultados. Sobre la dieta FODMAP
aparecen en la actualidad numerosas publicaciones con resultados
esperanzadores, pero todavía carecen de la suficiente evidencia científica como
para realizar recomendaciones generales sobre su uso. No obstante, un número
importante de pacientes, en torno al 50%, aseguran que durante el brote les
ayuda a mejorar su sintomatología. Esta dieta consta de tres etapas:
1. La primera de ellas dura entre 4 y 8 semanas y en
esta fase se excluyen todos los alimentos ricos en FODMAP´s bajo la estrecha
supervisión de un dietista-nutricionista, un gastroenterólogo o profesional
sanitario especializado. Durante este periodo se hará una evaluación del grado
de remisión de los síntomas que sufre el paciente. Si esta mejoría es
significativa se continúa con el protocolo de la dieta, en caso contrario se
abandona.
2. La segunda fase consiste en ir introduciendo de
modo paulatino los alimentos que habían sido excluidos previamente y observar
si se vuelve a experimentar con ellos los mismos síntomas, si es así se vuelven
a eliminar de la dieta, en caso contrario, se prosigue con la introducción de
alimentos.
3. La tercera fase consiste en instaurar de un modo
definitivo una dieta en la que se hayan excluido todos los alimentos con los
que se manifestaban síntomas.
La dieta FODMAP debe ser guiada en todo momento por un
experto, por lo que se debe evitar realizarlas por cuenta propia, esto también
es igualmente aplicable para el resto de las dietas sobre las que hay esperanzas
depositadas.
Recomendaciones dietéticas durante un brote
Si bien está bastante claro que la selección de
alimentos que consumimos puede originar disbiosis intestinal (desequilibrios en
la microbiota) y que esta puede contribuir a la aparición de la enfermedad; no
hay en la actualidad ninguna dieta que cure la EII. Por tanto, cuando la
enfermedad está en su fase activa, por regla general, no puede recomendarse una
dieta específica para promover la remisión. No existe evidencia para recomendar
que se suprima o reduzca la fibra de la alimentación durante un brote, aunque
se recomienda que, si existe estenosis intestinal o síntomas obstructivos, se
realice nutrición enteral distal o con textura adaptada.
A pesar de lo dicho en el párrafo anterior, en las
guías consultadas y con la intención de disminuir la sintomatología, se aboga
por reducir la fibra insoluble de la dieta; este tipo de fibra se encuentra en
una gran variedad de verduras y cereales y puede tener un papel irritante en el
intestino; del mismo modo se recomienda beber abundante agua cuando existe estenosis
intestinal. También es habitual, si empeora la sintomatología relacionada
con el aumento de gases, aconsejar que se evite las fibras solubles que
son abundantes en muchas frutas y legumbres. Según la gravedad del brote, y si
la persona es sensible a ello, se aconseja suprimir los productos lácteos y los
alimentos muy procesados ricos en grasas.
Una excepción a lo comentado anteriormente es la Nutrición
Enteral Exclusiva (NEE) que sí se ha mostrado eficaz en la
EC para inducir la remisión. En la población pediátrica podría ser más eficaz
incluso que el uso de corticoides, mientras que en la población adulta son
estos últimos de mayor eficacia que la NEE. El uso de la NEE en CU se usa sobre
todo como soporte nutricional.
Suplementación
Se ha hablado mucho de la utilidad de los ácidos
grasos n-3 por sus efectos antiinflamatorios, sin embargo, la bibliografía
consultada indica que los suplementos son ineficaces para mantener la remisión
en la EC.
Se ha experimentado con diversos probióticos, en la mayoría
de los casos sin resultados significativos; sin embargo, el uso de E.
coli Nissle 1917 parece una alternativa eficaz para
mantener la remisión en la CU.
Algunos minerales y vitaminas podrán verse
comprometidos si la ingesta de alimentos es insuficiente, si está reducida la
absorción de nutrientes o están incrementadas sus demandas; y esto
dependerá del tramo del aparato digestivo afectado, de la duración y
frecuencia de los brotes, de si existen diarreas frecuentes o si hay recesión
intestinal. En estos casos, y tras una adecuada evaluación, podría ser
necesaria la suplementación. Por ejemplo, si el duodeno o la primera porción
del yeyuno están afectados podría ser necesaria la suplementación con hierro o
con vitamina B12 si es el íleon terminal el tramo dañado,
también, electrolitos como el sodio o el potasio pueden verse comprometidos
ante evacuaciones muy frecuentes o ileostomías. Una vitamina cuyo déficit se
asocia con una mayor incidencia de EII y dentro de la enfermedad con un mayor
riesgo de padecer cáncer colorrectal es la vitamina D, por lo que su
suplementación puede ser muy importante. Otros minerales y vitaminas que habrá
que vigilar son: calcio, magnesio, selenio, cobre, vitaminas K, B9 y
C entre otros.
En general la alimentación debe ser nuestra primera
opción a la hora de obtener una buena nutrición antes que la suplementación,
sin embargo, en ocasiones, esta no será suficiente ni eficaz.
Una breve nota final sobre el ejercicio físico
En la EII no todo es dieta y se deben promover el
ejercicio en todos los pacientes, en especial en aquellos que tengan una
disminución de su masa muscular y a los que se recomendará ejercicios
apropiados a sus características individuales. El ejercicio no solo mejorará sus
condiciones físicas, sino que repercutirá muy positivamente en su estado
emocional y en su calidad de vida en general.
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José María Capitán
dietista-nutricionista
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…y no, no es igual que las demás
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Buenos días! Y de nuevo gracias por compartir esta información que para mí también es formación. La EII es más habitual de lo parece y, al principio sobretodo, nos sentimos perdidos.
ResponderEliminarUn cordial saludo
Hi anónimo. Puedes compartir información al respecto. Al correo yimy74@hotmail.com Gracias.
ResponderEliminarBuenas tardes, gracias por el post Jose María, Siempre viene bien un repaso mental. Gracias de nuevo. María Jesús Rodríguez
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