Recomendaciones
basadas en la evidencia científica
Según el Instituto Nacional del Cáncer (NCI) de EE. UU., el cáncer es el nombre que se le da
a un conjunto de enfermedades relacionadas en la que algunas células del cuerpo
empiezan a dividirse sin detenerse y se diseminan a los tejidos del derredor.
En el informe de 2014 de la Red
Española de Registros de Cáncer (REDECAN) podemos leer que en España, el cáncer es
la segunda causa de muerte en la población general después de las enfermedades
cardiovasculares, aunque en los hombres desde el año 2000 es la primera causa
de muerte.
La OMS indica que aproximadamente un tercio de
las muertes por cáncer son debidas a cinco factores de riesgo dietéticos y de
hábitos: obesidad, sedentarismo, falta de frutas y verduras en la alimentación
y el consumo de tabaco y alcohol. Por tanto, en uno de cada tres cánceres se
podría actuar desde la prevención modificando aspectos de la alimentación y de
los estilos de vida, y eso es justamente lo que proponen World Cancer
Research Found (WCRF) y American Institute for Cancer
Research (AICR) que basándose en la evidencia científica
dan una serie de consejos para prevenir el cáncer que tal y como se publica en
la web de AICR son los siguientes:
1. Ser
tan delgado como sea posible sin llegar a un peso insuficiente.
2. Estar
físicamente activo durante al menos 30 minutos cada día. Limitar los hábitos
sedentarios.
3. Evitar
las bebidas azucaradas. Limitar el consumo de alimentos densos en energía.
4. Comer
más variedad de verduras, frutas, granos enteros y legumbres como las alubias.
5. Limitar
el consumo de carnes rojas (como la carne de ternera, cerdo y cordero) y evitar
las carnes procesadas.
6. Si
se consumen, limitar las bebidas alcohólicas a 2 unidades para los hombres y 1
unidad para las mujeres al día.
7. Limitar
el consumo de alimentos salados y alimentos procesados con sal (sodio).
8. No
usar suplementos para protegerse contra el cáncer.
9. Es
mejor que las madres amamanten exclusivamente hasta los 6 meses y luego
complementen la alimentación del bebé con otros líquidos y alimentos.
10. Después del tratamiento, los
supervivientes de cáncer deben seguir las recomendaciones para la prevención
del cáncer.
Estos consejos se interrelacionan entre
sí, muchos tipos de cáncer se originan a partir de un conjunto de factores más
que por un agente causal aislado. De hecho, exceso ponderal, alimentación
inadecuada, consumo de alcohol, consumo elevado de sal, ausencia de actividad
física, o falta de lactancia son distintas caras de un mismo dado en el que a
veces resulta difícil determinar qué lado pesa más cuando cae y se extrapolan
las estadísticas a un individuo concreto con nombre y apellidos.
La obesidad es un claro
factor de riesgo. En un metaanálisis publicado en ISRN
Preventive Medicine en 2015 en el que analizaron 57 estudios de 18
países, se concluye que los hombres y las mujeres obesas tienen un riesgo
considerablemente mayor de desarrollar cáncer. En el caso de las mujeres, la
obesidad se relaciona con un riesgo particularmente alto de hasta en 8 tipos
diferentes de cáncer, mientras que en los hombres esta asociación se da en 5
tipos de cáncer. The Lancet publicaba en 2014 un estudio de cohorte que incluía a cinco
millones de personas del Reino Unido y en el que se obtuvo que existía una evidencia
general de la asociación entre el Índice de Masa Corporal (IMC) y 17 de los 22
cánceres estudiados.
Otros de los aspectos relacionados con la
génesis del cáncer es la falta de ejercicio físico o el sedentarismo.
Según AICR niveles altos de determinadas hormonas
pueden contribuir a la aparición del cáncer y el ejercicio ayuda a regularlas.
Además, el ejercicio aumenta el gasto energético y contribuye a mantener un
peso adecuado, pudiéndosele atribuir un claro efecto protector. WCRF y AICR
recomiendan realizar actividad física de intensidad moderada, equivalente a una
caminata enérgica durante al menos 30 minutos diarios y aumentar a 60 minutos
diarios o más la actividad física de intensidad moderada, o bien a 30 minutos
diarios o más de actividad física intensa a medida que el estado físico mejore.
También recomiendan limitar los hábitos sedentarios como mirar la televisión.
En 2016, La Revue de Médecine Interne publicó una revisión en
el que concluye que la actividad física podría prevenir hasta el 25% de los
cánceres, además de mejorar las tasas de supervivencia y calidad de vida en los
pacientes con cáncer. En el mismo artículo se afirma que la mortalidad por
todas las causas se reduce en un 33% en los supervivientes que hacen ejercicio
y que la calidad de vida relacionada con la salud, la fatiga y la depresión se
ven reforzadas por la práctica de la actividad física en pacientes con cáncer.
Y si la obesidad está relacionada con la
falta de ejercicio físico, también lo está con hábitos de alimentación
inadecuados como el consumo de alimentos de alta densidad energética,
las bebidas azucaradas o la comida rápida que según WCRF y AICR deberíamos
dejar de consumir o al menos tendríamos que reducir su ingesta para prevenir la
aparición del cáncer. En un país como España las cifras de obesidad son
elevadas y especialmente hirientes las relacionadas con la obesidad infantil, que dejan cifras como las que revela el estudio Aladino de 2015 de un 33% de
sobrepeso y obesidad en menores de 6 a 9 años. Pero, ¿podíamos esperar otra
cosa?, ¿sabemos cuánta energía consumimos los españoles procedentes de
alimentos ultraprocesados, es decir, de alimentos ricos en azúcar y/o sal/ y/o
harinas refinadas y/o potenciadores del sabor y/o grasas de mala calidad como
el aceite de palma? Pues según un estudio de
2009 en el que se realizaron recuerdos diarios de 24 horas a 36.034
individuos, se obtuvo que un 61% de toda la energía consumida por los españoles
se hace a partir de alimentos altamente elaborados. The New
England Journal of Medicine en 2011 publicó un estudio prospectivo
de cohortes a 120.000 personas durante 20 años y concluyó que factores
dietéticos y de estilo de vida específicos se asocian independientemente con el
aumento de peso a largo plazo, obteniendo entre sus resultados que alimentos
como las patatas fritas, los snacks de patatas, las bebidas azucaradas, las
carnes rojas sin procesar y las carnes procesadas tienen una fuerte
asociación con los incrementos ponderales. Alguno de estos alimentos se
encuentran precisamente entre los cinco que más energía y proteínas aportan a
los niños y adolescentes españoles en su dieta, como es el caso de las carnes
procesadas, según indica la Encuesta Nacional de Alimentación en la población
Infantil y Adolescente (ENALIA) publicada en 2017. De entre los alimentos
con alta densidad energética, la WCRF y AICR pone especial énfasis en evitar el
consumo de bebidas azucaradas. En 2015 se publica en Circulation un artículo que atribuye 184.000 fallecimientos
cada año en adultos de todo el mundo con el consumo de bebidas azucaradas, de
los cuales más de 6500 son por cáncer.
Existen alimentos que se asocian al
desarrollo de la obesidad y otros, en cambio, parecen tener un efecto protector
como ocurre con los alimentos menos densos en energía, con gran poder saciente
y ricos en nutrientes, fibra y sustancias anticarcinogénicas tales como
el ácido fólico, la vitamina C, la vitamina E, los ß-carotenos y el
selenio tal y como indica mi buen amigo y Decano de CODINAN Luis
J Morán en el post “Alimentación y Cáncer” publicado
en bromatoblog. Estos alimentos relacionados como factores de
protección frente al desarrollo del cáncer son los alimentos vegetales.
WCRF y AICR nos recomiendan lo siguiente: consumir por lo menos cinco porciones
diarias de hortalizas no feculentas y frutas, consumir cereales y leguminosas
relativamente sin elaborar con cada comida y limitar el consumo de alimentos
ricos en almidón refinado. Una revisión de
estudios publicados en British Journal Nutrition en 2015,
sugiere un papel favorable de las altas ingestas
de frutas y hortalizas en el riesgo de muchos cánceres
comunes, particularmente del tracto digestivo. Respecto a los cereales
integrales, en 2016 se publicó un metaanálisis en
el British Journal Medical que encontró que un mayor consumo
de cereales de granos enteros se asociaba con un menor riesgo de mortalidad por
todas las causas, ECV y mortalidad por cáncer; comiendo tres porciones
diariamente de cereales integrales se reducía la mortalidad por todas las
causas en un 19%, la muerte por ECV en un 26% y la muerte por cáncer en un 9%.
Y si los alimentos de origen vegetal
parecen jugar un papel protector, algunos alimentos de origen animal pueden
aumentar el riesgo. WCRF y AICR aconsejan reducir el consumo de carnes
rojas a menos de 500 g por semana, con una mínima proporción (o
ninguna) de carnes procesadas. La OMS daba en este sentido un disgusto a los
grandes consumidores de carnes rojas y carnes procesadas cuando clasificó a las
carnes rojas como probablemente cancerígenas y a las carnes procesadas como
cancerígenas para el ser humano. Un estudio posterior
llevado en España con 4766 voluntarios españoles extendía este riesgo también a
las carnes blancas en relación con el desarrollo de cáncer colorrectal cuando estas
se consumían en exceso.
Y si los amantes de la carne deben tener
cierta moderación con su consumo, los amantes del alcohol deben
restringirlo a dos unidades en el caso de los hombres y una unidad en caso de
las mujeres, según recomiendan WCRF y AICR. Si bien, como indican ambas
sociedades, con base exclusivamente en la evidencia sobre el cáncer, se debería
evitar incluso el consumo de pequeñas cantidades de alcohol. Para apoyar esta
afirmación hacemos referencia a este metaanálisis de Anals of Oncology de
2012 en el que podemos leer que incluso cantidades moderadas de alcohol
se asocian con diversos tipos de cánceres, o este otro metaanálisis de Journal
of studies on alcohol and drugs de 2016 que concluye que el alcohol
tomado con moderación no aporta ningún beneficio para la salud, muy en contra
de lo que se nos había hecho creer. La visión que como sociedad tenemos del
alcohol es muy permisiva, a pesar de sus riesgos ampliamente demostrados. Esta
permisibilidad llega al extremo de colocar, por parte de sociedades científicas
como la de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC), a las
bebidas alcohólicas en un lugar destacado dentro de la icónica pirámide de la
alimentación, tanto en su propuesta de 2004 como en la revisión realizada
en 2015, aunque en esta última ya ocupando un lugar
menos notorio.
Otro de los elementos a tener en cuenta es
el de la elaboración de los alimentos y su contenido en sal,
recomendándose limitar la cantidad de cloruro sódico en la dieta a 6 g diarios
y evitando conservar los alimentos en salmuera. Una revisión
sistemática publicada en 2015 asociaba el consumo de sal al
riesgo de desarrollar cáncer gástrico, aumentando un 12% por cada 5 g/día de
incremento.
Una de las tentaciones que hemos tenido
médicos y nutricionistas es la de suplementar la alimentación
con sustancias anticarcinogénicas, sin embargo, estos componentes aislados no
parecen tener el efecto protector que se esperaba pudiendo incluso aumentar el
riesgo de mortalidad, es el caso del betacaroteno, vitamina A y vitamina E,
como indica el estudio de revisión “Suplementos
antioxidantes y mortalidad” publicado en 2014 en Current Opinion in Clinical
Nutrition and Metabolic Care. Por esta razón, lo que sí se recomienda es tomar
alimentos que en su matriz alimentaria contengan estos componentes bioactivos.
En relación con la lactancia materna existe
un doble papel protector, por un lado, el bebé puede estar
protegido frente al desarrollo de la obesidad, incluso aunque la lactancia sea
breve, según indica esta revisión sistemática de 113 artículos en la
que se incluyen 20 metaanálisis publicados en 2015 por Nutrición
Hospitalaria. Además, la madre puede ver reducido
su riesgo de padecer cáncer de mama, como indica este otro metaanálisis realizado
sobre 8 estudios de cohorte y 19 casos-control publicado en Annals
of Oncology en 2015.
Por otro lado, tanto WCRF como AICR
recomiendan seguir las recomendaciones dadas sobre
alimentación, peso saludable y actividad física al paciente tras su
tratamiento oncológico, a menos que hayan recibido indicaciones
contrarias.
En resumen, tenemos evidencias de que el
alcohol, la sal y las carnes rojas y en especial las carnes rojas procesadas,
determinados suplementos antioxidantes, los alimentos muy densos desde el punto
de vista energético como las bebidas refrescantes y el fast food y el exceso
ponderal favorecen el desarrollo del cáncer, mientras que juegan un papel
protector alimentos como las frutas, verduras, frutos secos, legumbres y
cereales integrales, así como la actividad física y la lactancia materna.
En siguiente cuadro publicado por WCRF
podemos visualizar claramente qué nivel de evidencia tienen aquellos elementos a
los que se les puede atribuir un carácter protector y aquellos que tienen un
efecto oncogénico.
Para terminar una breve pero contundente
frase de David Agus, profesor de medicina e ingeniería en la Universidad del
Sur de California: "Nos hemos olvidado que curar el cáncer comienza con
prevenirlo".
José María Capitán
dietista-nutricionista
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Gracias por tu aporte. En realidad, y solo lo digo por la actualidad, he visto muchos problemas de salud.
ResponderEliminarRecientemente la información que leí sobre la Salud asegura que el mundo
llegara a su fin en unos años por contaminación y lo peor, por el cáncer. Creo que es momento de cambiar
racias por tu aporte. En realidad, y solo lo digo por la actualidad, he visto muchos problemas de salud.
ResponderEliminarRecientemente la información que leí sobre la Salud asegura que el mundo
llegara a su fin en unos años p la-voz.net/guerra-con-espana/