Oro parece, plata no es… ¡Y no pasa solo con la fruta!
Permíteme que comience este post con un pequeño juego, solo tienes que contestar a las dos preguntas que te planteo antes de comprobar las respuestas.
Productos biológicos: aguacates de México, plátanos de Costa de Marfil, leche en brick, tomates envasados, kéfir en botella de plástico; un día cualquiera en el súper |
Pregunta 1. ¿Cuál es el nexo de unión de estos productos?
- Carne de ternera ecológica de ganadería extensiva.
- Leche ecológica vendida en brick.
- Trigo ecológico procedente de un cultivo abonado con estiércol y sin pesticidas.
- Aguacate ecológico cultivado en Almería y vendido en Almería.
- Casi cualquier producto ecológico procedente de semillas no transgénicas.
Productos no ecológicos: tomates a granel y plátanos origen España sin envasar, productos lácteos en envase de vidrio; el mismo día y en el mismo súper en el que tomé las primeras fotos |
Pregunta 2. ¿Cuál es el nexo de unión entre estos otros productos?
- Manzanas no ecológicas de origen España.
- Carne de pollo no ecológica.
- Leche no ecológica vendida en botella de vidrio.
- Trigo no ecológico tratado con fertilizantes y con pesticidas.
- Higos no ecológicos cultivados en Almería y vendidos en Almería.
- Casi cualquier producto no ecológico procedente de semillas transgénicas.
Respuesta pregunta 1: ¡Efectivamente!, estos productos están etiquetados como productos ecológicos, pero son poco sostenibles.
Respuesta pregunta 2: ¡Efectivamente!, estos productos no llevan el sello de productos ecológicos, pero pueden ser más sostenibles que los primeros.
Ya sé, ya sé, espera un poco…, deja que me explique, ten un poco de paciencia.
Para poder aclararte esta aparente contradicción deja que
vaya a la definición de producto ecológico
y de sostenibilidad.
Ecológico
Reglamento (UE) 2018/848 del Parlamento Europeo y del Consejo
de 30 de mayo de 2018, sobre producción ecológica y etiquetado de los productos
ecológicos: “La producción ecológica es un sistema general de gestión
agrícola y producción de alimentos que combina las mejores prácticas en materia
de medio ambiente y clima, un elevado nivel de biodiversidad, la conservación de
los recursos naturales y la aplicación de normas exigentes sobre bienestar
animal y sobre producción que responden a la demanda, expresada por un
creciente número de consumidores, de productos obtenidos a partir de sustancias
y procesos naturales. […]” En esta normativa se desarrollan y describen las características de los productos ecológicos. En definitiva, un producto es ecológico si cumple todos los requisitos de la mencionada normativa, la pregunta es ¿la norma recoge todos los aspectos relacionados con la sostenibilidad alimentaria que puedan ser aplicados a los alimentos?
Sostenible
Según podemos leer en la página
de OXFAM Intermón “La sostenibilidad se refiere, por definición, a la satisfacción
de las necesidades actuales sin comprometer la capacidad de las generaciones
futuras de satisfacer las suyas, garantizando el equilibrio entre crecimiento
económico, cuidado del medio ambiente y bienestar social. De aquí podemos
extraer varios conceptos más, como la definición de sostenibilidad ambiental, que es
aquella que pone el acento en preservar la biodiversidad sin tener que
renunciar al progreso económico y social; la sostenibilidad económica, que
se encarga de que las actividades que buscan la sostenibilidad ambiental y social sean
rentables, y la sostenibilidad
social, que busca la cohesión de la población y una estabilidad
de la misma”.
El 25 de septiembre de 2015 se aprobó por la Asamblea General de Naciones Unidas la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible. Sus objetivos son luchar contra las desigualdades, las injusticias y frenar el cambio climático, entre otros muchos. Según la ONU, los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) son una llamada a la acción a todos los países para erradicar la pobreza y proteger el planeta, así como garantizar la paz y la prosperidad.
Los ODS son 17, y todos están interrelacionados:
Objetivo
1: Poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo.
Objetivo
2: Poner fin al hambre.
Objetivo
3: Garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las
edades.
Objetivo 4:
Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover
oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos.
Objetivo 5:
Lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las
niñas.
Objetivo 6:
Garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento
para todos.
Objetivo 7:
Garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna.
Objetivo 8:
Promover el crecimiento económico inclusivo y sostenible, el empleo y el
trabajo decente para todos.
Objetivo 9:
Construir infraestructuras resilientes, promover la industrialización
sostenible y fomentar la innovación.
Objetivo 10:
Reducir la desigualdad en y entre los países.
Objetivo 11:
Lograr que las ciudades sean más inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles.
Objetivo
12: Garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles.
Aquí añado parte de la explicación de lo que significa este punto “El consumo y la producción sostenibles consisten en hacer más y mejor con menos. También se trata de desvincular el crecimiento económico de la degradación medioambiental, aumentar la eficiencia de recursos y promover estilos de vida sostenibles”, según leemos en la página web de la ONU.
Objetivo
13: Adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos.
Objetivo
14: Conservar y utilizar sosteniblemente los océanos, los mares y los recursos
marinos.
Objetivo
15: Gestionar sosteniblemente los bosques, luchar contra la desertificación,
detener e invertir la degradación de las tierras, detener la pérdida de
biodiversidad.
Objetivo 16:
Promover sociedades justas, pacíficas e inclusivas.
Objetivo 17:
Revitalizar la Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible.
Insisto, teniendo en cuenta la definición de sostenibilidad y los ODS propuestos por la ONU, la sostenibilidad no solo consiste en preservar los recursos y el medioambiente para las generaciones futuras, también tiene que buscar el equilibrio entre el desarrollo económico y el social.
En este sentido, quizá no todo lo que se refiere a la
producción, distribución y venta de productos ecológicos tiene
necesariamente que ajustarse a esta definición de sostenibilidad. A esta definición, en cambio, sí que podrían ajustarse, en cierto modo, ciertos productos que se salen del circuito de la
producción/venta de ecológicos.
¿Por qué pueden ser más o menos sostenibles los siguientes productos?
- Una piña ecológica de origen sudafricano/ manzanas no ecológicas de origen España. Si la fruta debe recorrer miles de kilómetros antes de llegar a nuestra casa con el consiguiente gasto de combustibles fósiles, no parece que, en este caso la piña, sea muy sostenible, aunque tenga la denominación de ecológica, frente a otra fruta de cercanía que, como la manzana nacional, no tenga esta denominación.
- Carne de ternera ecológica de ganadería extensiva/ carne de pollo no ecológica. Debido al actual consumo de carne, se requiere un gran número de cabezas de ganado para abastecer la demanda mundial. Cada vaca alimentada mediante pasto y en libertad requiere de una gran extensión de terreno. Ni hoy, ni mucho menos mañana, tendríamos suficiente terreno en la Tierra como para que paste el ganado que se requiere para abastecer la demanda actual de carne de res, ni siquiera destruyendo el resto de bosques que aún nos queda. Es posible que sea más sostenible que la demanda de carne se abasteciera de animales de menor tamaño, que requieran menos terreno para su desarrollo y que generen menos gases de efecto invernadero; es decir, deberíamos sustituir parte de la demanda de carne de res por carne de pollo u otros animales similares. No obstante, la solución al problema medioambiental que genera el consumo de carne pasa, sí o sí, por reducir su consumo. Para que el consumo de carne de ganadería extensiva fuera realmente sostenible, por tanto, se debería reducir el consumo de carne, ajustándolo a la capacidad productiva de cada región, sin que se dedicara más terreno a su producción que pudiera poner en peligro a más bosques y a su biodiversidad.
- Leche ecológica vendida en brik/ leche no ecológica vendida en botella de vidrio. Cualquier producto envasado en plástico genera daño medioambiental, el brick con distintas capas, algunas de ellas plásticas, es especialmente difícil de reciclar. Hemos convertido nuestro planeta en un basurero donde los plásticos que hemos producido dañan el mar, los ríos, los campos e incluso el aire, y lo seguirán haciendo durante miles de años. Debemos desnudar a los alimentos de sus envoltorios plásticos y fomentar su venta a granel o en envases respetuosos con el medioambiente.
- Trigo ecológico de cultivo abonado con estiércol y sin pesticidas/ trigo no ecológico tratado con fertilizantes y pesticidas. Los cultivos ecológicos en España son, de media, un 25% menos productivos que los convencionales, por lo que para producir la misma cantidad de comida se requiere un 25% más de terreno, lo que podría generar un mayor impacto ambiental. Una agricultura sin fertilizantes ni pesticidas puede comprometer las cosechas de pueblos que son dependientes de su agricultura, como ha ocurrido en Sri Lanka, primer país del mundo que apostó por la agricultura orgánica de modo exclusivo y que ha tenido que rectificar. A una escala mundial podría implicar la desaparición de más bosques y más biodiversidad. Hoy por hoy, con los niveles actuales de consumo y con el incremento de la población mundial, no parece viable a corto plazo, y sin una adecuada transición, la agricultura ecológica exclusiva. Por otro lado, los fertilizantes y pesticidas usados en la agricultura convencional provocan la contaminación de las aguas subterráneas y grandes problemas medioambientales, ¡la solución no es sencilla! Tenemos que proteger a la naturaleza y abastecer de alimentos a la población humana y ninguno de estos dos aspectos son negociables.
- Aguacate ecológico cultivado en Almería y vendido en Almería/ higos no ecológicos cultivados en Almería y vendidos en Almería. Algunos cultivos requieren una gran cantidad de agua, el aguacate es uno de ellos. Plantar cultivos siguiendo el modelo ecológico sin tener en cuenta su adaptación a las posibilidades hídricas de la región es poco sostenible. Los cultivos de aguacates en regiones como la almeriense quizá no sean los más sostenibles. Los higos, en cambio, aunque no sean de cultivo ecológico, al necesitar poca agua y ser típicos de una región como la almeriense, podrán ser más sostenibles en este aspecto concreto.
- Casi cualquier producto ecológico procedente de semillas no transgénicas/ casi cualquier producto no ecológico procedente de semillas transgénicas. Necesitamos producir más para más gente y cada vez el problema será mayor; el cambio climático hará que muchos de los cultivos tradicionales no sean viables en las regiones en las que habitualmente se han cultivado y el hambre no es una opción. Los productos transgénicos son más productivos, requieren un menor uso de insumos agrícolas y, por tanto, son menos contaminantes. Existe una aversión, un tanto irracional, contra este tipo de productos que se prohíben taxativamente en la agricultura ecológica, ¿por qué?, probablemente, porque las compañías que venden semillas transgénicas son también las que venden agroquímicos. Desde luego, no podemos afirmar que las semillas modificadas genéticamente sean la solución para combatir el hambre al que parece que estamos abocados, pero sin duda, es una medida a considerar para minimizarlo. Urge que superemos ciertos prejuicios respecto a estas variedades de semillas, se fomente más su investigación y desarrollo a nivel público y se evite que sus patentes estén solo en el poder de las grandes multinacionales.
Bueno, con estos ejemplos solo pretendo invitar a la reflexión. A pesar de las buenas intenciones de los productos ecológicos, actualmente, no podemos afirmar que sean siempre más sostenibles. De hecho, mucho de los alimentos ecológicos que actualmente se comercializan pueden forman parte de un nuevo marketing, "el greenwashing". Esta comercialización engañosa de productos que se hacen pasar por sostenibles, con el tiempo, pueden hacer mucho daño a los propios productos ecológicos.
Es prioritario que los alimentos que consumamos sean
sostenibles. Para ello, deberíamos establecer un
índice de sostenibilidad de cada tipo de alimento, cuyos parámetros serán
diferentes en función de los recursos de cada región.
Algunos de los parámetros a tener en cuenta serán:
La productividad:
necesitamos producciones agropecuarias y pesqueras que satisfagan las demandas
alimentarias de la población mundial y que, por tanto, armonicen con los ODS. En
especial, el ODS n.º 2: “Poner fin al hambre; hambre que puede aumentar con la
presión demográfica, el cambio climático y la merma de recursos en un planeta
que se agota día a día. Los cultivos ecológicos pueden ser viables en regiones
donde no hay una gran masa poblacional y existan otros recursos alternativos
que aseguren el abastecimiento de alimentos, o lo serán, en todos los casos, cuando logren aumentar y asegurar su productividad. Precisamente, es la baja productividad de los productos
ecológicos y su fragilidad frente a las plagas lo que hacen que no siempre sean sostenibles ni económica ni socialmente. Si bien, una reducción drástica en la dieta global de alimentos cárnicos y una reducción del desperdicio alimentario podría compensar en gran medida la menor productividad de los cultivos ecológicos, haciéndolo un sistema productivo de mayor viabilidad.
La proximidad/temporada: el índice de sostenibilidad
tiene que tener en cuenta el lugar de producción y el de venta, y en función de
estos dos factores debe tener un valor diferente para cada producto producido/vendido en cada lugar. Este valor debe variar, además, teniendo en cuenta las
posibilidades productivas de cada país. Por ejemplo, en algunos países del
norte de Europa la producción de verduras es muy limitada, por tanto, la distancia
recorrida por estos alimentos no debe ser igualmente penalizada que cuando
existan alternativas locales para su consumo. En España, es denunciable que, con
la gran producción de naranjas de la que disponemos, se comercialice esta fruta de
procedencia sudafricana a menor precio y en la misma época que la naranja nacional.
Producción ganadera. No toda la producción ganadera tiene el mismo efecto nocivo para el medioambiente, la producción de carne en países como Uruguay tiene un fuerte impacto ambiental, nación donde hay más reses que seres humanos; en cambio, la actividad ganadera en algunas aldeas africanas donde el ganado se destina al autoconsumo tienen un impacto medioambiental mucho menor y, además, garantizan el bienestar humano. La ganadería intensiva o extensiva
podrán ser más o menos sostenibles en función del lugar de la tierra donde se
realice esta actividad y tendrá que ser analizado cada caso de forma
independiente para establecer en cada territorio el modo óptimo de producción
que minimice el impacto medioambiental y pueda abastecer a su población. No obstante, insisto, dejémoslo claro, para que la ganadería
sea sostenible es necesaria una reducción de la demanda mundial de carne, y lo mismo podríamos decir de la pesquería. Las recomendaciones sobre el consumo
de carne y pescado para una población creciente, que pronto alcanzará los 10.000
millones de personas, se deben ajustar a las posibilidades productivas y medioambientales de cada zona y a las verdaderas necesidades nutricionales que podemos cubrir con estos alimentos, propiciando su menor consumo. Probablemente, si la
recomendación de carne o pescado se ajustará a una ración por semana, y priorizáramos las proteínas de origen vegetal, podríamos seguir optando a los beneficios que
nos aportan estos alimentos, en un contexto de una dieta saludable, al mismo
tiempo que contribuiríamos a una mayor
viabilidad del planeta.
Uso de plásticos. Debemos reducir desde el origen hasta la venta minorista el uso de plásticos, en especial aquellos de un solo uso. El índice de sostenibilidad será mayor en aquellos productos que utilicen embalajes o envoltorios biodegradables y respetuosos con el medio ambiente en todos los procesos de la cadena productiva hasta llegar al consumidor.
Empleo del agua: se
debe penalizar aquellos cultivos que requieran una gran cantidad de recursos
hídricos cuando la región carece de ellos o pone en peligro las reservas
futuras. Los cultivos deben adaptarse a cada zona y se debe pagar un precio
justo al productor local para que apueste por producir alimentos sostenibles. De lo contrario, este optará por otros productos que puedan resultar más rentables desde un punto de vista económico a corto plazo.
Utilización de fertilizantes/pesticidas: los fertilizantes y pesticidas generan muchos problemas de contaminación ambiental y deberían ser reducidos al mínimo y buscar alternativas menos contaminantes como la producción agroecológica o la agricultura integrada. Sin embargo, la disminución de estos no debe poner en peligro el abastecimiento de alimentos para la población mundial. El uso de alimentos con pesticidas y fertilizantes será un parámetro dentro del índice de sostenibilidad que podrá disminuir o aumentar en función de la población que se deba alimentar y de la productividad alcanzada. Por tanto, la producción ecológica podrá alcanzar un índice de sostenibilidad mayor en países como España, pero será menor en países como la India, donde la masa poblacional es mayor y la presión sobre la producción también. Recordemos que la revolución verde, precisamente, logró frenar la terrible hambruna que se cernía sobre su población.
Como se puede ver, el problema es complejo y necesita de un análisis en profundidad en cada región productiva y de cada producto de modo independiente. Es simplista el pensamiento que dicta que todo lo denominado como ecológico es bueno y todo lo que procede de los sistemas productivos convencionales es malo, ¡no es cierto! Probablemente, la solución actual pase por una producción mixta que tienda a la disminución de fertilizantes químicos y pesticidas a medida que se logre, sin ellos, una mayor productividad.
En definitiva, para que a medio y largo plazo la producción ecológica sea sostenible y compense su menor productividad, algunas de las estrategias a seguir pueden ser: a) reducir drásticamente el consumo de carne y de otros productos de origen animal en toda la población mundial, apostando, en este caso, por la ganadería extensiva, b) fomentar el consumo de proteínas de origen vegetal, como las que proporcionan las legumbres, c) reducir significativamente el desperdicio alimentario mediante leyes regulatorias y el compromiso de todos los actores implicados en la cadena alimentaria, d) apostar por los productos de proximidad y temporada en aquellos lugares de la Tierra donde sea posible y dónde estos reduzcan el impacto ambiental que supone el transporte de los mismos hasta llegar al consumidor, e) seleccionar envases menos contaminantes para su distribución, f) cultivar productos adaptados al clima y a los recursos hídricos de la región, g) hacer un mayor uso, y de modo responsable, de la biotecnología en la agricultura. Probablemente, haya que añadir un punto más y, también, se deba cambiar el actual paradigma agrario en el que predomina la agricultura intensiva y se fomente, en su lugar, la vuelta al campo desde las grandes ciudades. Esta vuelta al campo debe potenciar que cada núcleo urbano o cada región sean más autosuficientes y sostenibles.
La complejidad de los retos que se plantean es de tal naturaleza que no podemos afirmar que haya una solución única para aumentar la sostenibilidad de la producción de alimentos, pero lo que sí podemos afirmar es que el actual sistema agroalimentario no es sostenible y que está agotando los recursos del planeta. Nos queda mucho por andar y nos apremia el tiempo, el cambio climático, la superpoblación mundial, la escasez de recursos alimentarios e hídricos, la destrucción de los ecosistemas, la extinción masiva de especies animales y vegetales y la contaminación del mar, de los ríos y del aire son problemas que requieren una solución… ¡Ya!
José María Capitán
dietista-nutricionista
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