viernes, 20 de diciembre de 2019

OBESIDAD INFANTIL: EMERGENCIA SANITARIA DE DIMENSIONES PLANETARIAS

¿Cómo queremos salvar el planeta si tan siquiera somos capaces de salvar a nuestros hijos?


Recientemente, se ha celebrado en Madrid la cumbre del clima COP25. Ha sido un nuevo intento de llegar a acuerdos para tratar de frenar el calentamiento global que puede llegar a afectar de forma irreversible a la vida en la Tierra. Sin embargo, los intereses económicos y el cortoplacismo político ha impedido llegar a acuerdos lo suficientemente ambiciosos como para parar el desastre. Una de las estrategias utilizadas, por determinados líderes políticos, ha sido negar que se esté produciendo el cambio climático o que el hombre sea responsable del mismo. Un hecho que ha sido avalado por cientos de informes científicos es tachado convenientemente de alarmista. 

El futuro del ser humano está ligado al futuro del planeta y aquello que degrada al segundo enferma al primero (1). Del mismo modo que es incuestionable la situación de emergencia climática que estamos atravesando, es innegable la situación de emergencia sanitaria en la que nos encontramos y que, del mismo modo que ocurre con el cambio climático, puede condicionar la vida de las generaciones futuras, estoy hablando de la obesidad infantil.

Según la OMS, los datos de sobrepeso y obesidad infantil son alarmantes y no tienen precedentes (2), pero ¿por qué nos debe preocupar tanto esta cuestión?:

1. La obesidad entre los niños y los adolescentes se ha multiplicado por 10 en las cuatro últimas décadas, en 2022 habrá más población infantil y adolescente con obesidad que con insuficiencia ponderal (3).

2. La obesidad es una enfermedad crónica (4), por tanto, una vez que se desarrolla será muy probable que acompañe al individuo el resto de su vida, a pesar de los innumerables intentos que este haga por tratar de perder peso.

3. Esta patología es poco comprendida, lo que dificulta su tratamiento. A diferencia de lo que ocurre con otras enfermedades crónicas, se culpa al individuo de su padecimiento, cuando se trata básicamente de un problema de tipo social.

4. La obesidad es fruto de la interacción del medioambiente con la genética. Los niños de padres obesos tienen muchas más posibilidades de desarrollar sobrepeso, por lo que aquellos niños que desarrollan obesidad favorecerán el padecimiento de la enfermedad en su descendencia, multiplicando y perpetuando de esta manera el problema en las siguientes generaciones (5).

5. La obesidad afecta a la calidad de vida, a las posibilidades de encontrar pareja o empleo, aumenta la comorbilidad y disminuye la esperanza de vida.

6. La obesidad aumenta el gasto sanitario, en algunos países ya supone el 12%, (6) y podría poner en jaque a la sanidad pública en un futuro no muy lejano.

Conocedores de que los gobiernos son conscientes del desastre que dibujo en este post, quizá te preguntes qué políticas se están llevando a cabo para tratar de dar solución a un problema que amenaza a la salud de esta y de las próximas generaciones. La respuesta seguramente te la estás imaginando, efectivamente, son las mismas que se están poniendo en marcha para frenar el cambio climático: pocas, insuficientes e ineficaces.

Para abordar esta problemática tenemos que analizar y comprender las causas de la obesidad y poner en marcha medidas ambiciosas que atajen el problema de raíz. He aquí algunas propuestas que podrían ser eficaces si algún gobierno lleno de valentía y responsabilidad las llegase a aplicar:


Medidas que regulan a la industria alimentaria y su publicidad.

1. Frenar y prohibir la publicidad de alimentos insanos, especialmente la que tiene como población diana a los niños y adolescentes.

2. Señalizar con un sello negro las etiquetas de todos los productos ultraprocesados que contengan componentes de bajo perfil nutricional, sean densos en energía, contengan azúcares añadidos, edulcorantes, harinas refinadas, potenciadores del sabor y otros ingredientes que estimulen su consumo y, por tanto, la hiperingesta. Esta propuesta inspirada en los sellos negros de Chile (7) es una simplificación de los mismos que creo podría ser más clara y efectiva a la hora de informar al consumidor sobre la conveniencia del consumo de un producto; es decir, ¿es saludable o no?

3. Gravar con impuestos, lo suficientemente disuasorios, a todas aquellas empresas alimentarias que fabriquen productos insanos que contribuyan al desarrollo de la obesidad, así como a los propios productos alimenticios.

4. Favorecer fiscalmente a la industria alimentaria que apueste e invierta en la promoción de alimentos saludables.

5. Minimizar o suprimir los impuestos a todos aquellos alimentos saludables que se deban potenciar en la alimentación infantil.


Medidas que implican mayores compromisos de las administraciones públicas.

1. Articular campañas educativas que informen a los padres y educadores de los graves perjuicios que tiene sobre la salud del niño, celebrar cualquier festividad con comida basura y alimentos altamente azucarados: fiesta de cumpleaños, vacaciones de verano, Navidades y otras fiestas populares (8).

2. Evitar que las administraciones locales celebren fiestas en las que se promueva el consumo de altas cantidades de azúcar y comida basura entre los menores, como ocurre en el día de la cabalgata de los reyes magos, que próximamente se celebrará, o mejor aún, promover en ellas alimentos saludables (9).

3. Evitar que se celebren eventos deportivos que tenga como patrocinadores a marcas de comida basura o de bebidas refrescantes y/o alcohólicas (10).

4. Incluir en las escuelas una asignatura de educación alimentaria impartida por personal sanitarios, en general, y coordinada por dietistas-nutricionistas y médicos especializados (11 y 12).

5. Incluir la actividad física diaria en las escuelas e institutos.

6. Ofertar, desde la administración, cursos de educación alimentaria para padres y educadores, los cuales cobrarán por recibirlos, podrán gozar de ventajas fiscales u obtendrán otros incentivos tras su realización (13).

7. Incluir en la sanidad pública la figura del dietista-nutricionista, el cual, junto con el pediatra, realizará un seguimiento del crecimiento y estado ponderar de todos los menores y ofrecerá consejo nutricional a las familias.  

8. Establecer un horario semanal, en distintas franjas horarias, en las televisiones públicas y el resto de medios de comunicación, en los que se imparta educación alimentaria y alerte de los efectos que tiene sobre la salud del menor una dieta inadecuada.


Sé que dirás que estoy delirando; sin embargo, ya te adelanto que hasta que las cosas no se regulan por ley no se cumplen: solo la buena voluntad, cuando hay intereses económicos de por medio, no sirve para nada, y si no, fíjate lo que está pasando con la estrategia NAOS (14) o el código PAOS (15). Regular estas y otras medidas sería proporcional a la emergencia sanitaria a la que nos enfrentamos, aunque pueden parecer tan imposibles de realizar como reducir a cero las emisiones de gases de efecto invernadero para 2050.

No soy optimista, no confío en que se lleguen a poner en práctica estas u otras medidas valientes para luchar contra la obesidad infantil. Cualquiera de los puntos antes mencionados implicaría un cambio radical en nuestros estilos de vida y hábitos de consumo, afectaría gravemente a la industria alimentaria, a nuestra fiscalidad, a nuestra economía e implicaría, en cierta medida, una reorganización del sistema educativo y sanitario; es decir, no creo que nadie asuma cambios tan "incómodos". Nadie va a tomar decisiones valientes de esta naturaleza, aunque la obesidad infantil suponga graves perjuicios para la salud de la humanidad en un futuro cercano e hipoteque la vida de las generaciones venideras. Si no me creéis recordad que ha pasado en COP25. Intentar aprobar medidas verdaderamente efectivas chocaría con muchos intereses económicos; por tanto, nos encontraríamos con más de un Donald Trump que, al igual que ocurre con el cambio climático, negarían la gravedad del problema y acusarían de alarmista a aquellos que promovieran este tipo de políticas. Entre tanto, solo nos queda denunciar la inacción o las medidas cosméticas que solo sirven para lavar alguna conciencia que otra o acallar ciertas voces discrepantes. Por todo ello, no dejemos de gritar "salvemos el planeta", "salvemos a nuestra infancia".



José María Capitán
dietista-nutricionista





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