domingo, 14 de febrero de 2021

EL AJO: ¿ESE ALIMENTO MÁGICO?

 Qué hay de mito y qué hay de realidad

 

Cabeza de ajo con todos sus dientes

De los españoles dicen que olemos a ajo. Quien nos acusa de ello seguro que nunca se ha deleitado desayunado unas tostadas con aceite de oliva virgen sobre las que se haya restregado, a conciencia, un buen diente de ajo crudo. Es cierto que tras ingerir dicho manjar puedes apreciar que durante la mañana la gente mantiene contigo cierta distancia de seguridad, no atribuible a las precauciones que todos estamos obligados a cumplir en estos tiempos tan extraños que nos ha tocado vivir. La pregunta es: ¿merece la pena tanto ostracismo? Para descubrirlo, en este artículo, vamos a volver a dar un paseo por PubMed y ver lo que ha publicado la literatura científica en los últimos años sobre este aromático alimento.

El ajo se ha utilizado como medicamento durante miles de años. Es rico en compuestos orgánicos como alicina, ajoeno, s-alilcisteína, S-alilmercaptocisteína, disulfuro de dialilo y sulfóxidos, así como diferentes flavonoides, y se ha investigado su posible relación beneficiosa en la prevención de distintas enfermedades.

Como suele pasar en nutrición, la mayoría de los estudios consultados no son concluyentes y terminan diciendo que se precisa más investigación para obtener resultados más claros. A pesar de lo cual, vamos a sondear hacia donde apuntan los últimos metaanálisis y revisiones sistemáticas publicadas en los últimos cinco años y así ver que es lo que nos encontramos.

Entre las propiedades del ajo, en este caso del ajo envejecido (ajo negro), se sugiere una asociación inversa respecto al cáncer (1). El ajo, en general, de modo específico, podría reducir el riesgo de cáncer colorrectal (2), y el de cáncer gástrico (3 y 4), que es la segunda causa de muerte por cáncer en países como Irán. Uno de los factores de riesgo del cáncer gástrico es la infección por helicobácter pylori, la alicina, uno de los componentes del ajo, también se ha relacionado con una mejora en la erradicación de la infección (5).

Ajo negro o ajo envejecido

El ajo y sus preparaciones ejercieron efectos positivos sobre algunos indicadores y biomarcadores de enfermedades cardiovasculares (6) teniendo el efecto potencial para mejorar la función vascular, especialmente en individuos con factores de riesgo cardiovascular (7). Respecto a los lípidos y el colesterol, el ajo puede reducir el nivel de colesterol total en suero (TC) y lipoproteínas de baja densidad (LDL), lo que indica su capacidad antihiperlipidemica (8). También afecta a los niveles de glucosa, por lo que puede ser terapéuticamente eficaz tanto en pacientes que padecen enfermedades cardiovasculares como entre los que padecen diabetes (9). Uno de los factores de riesgo cardiovascular más prevalentes en todo el mundo es la hipertensión arterial, el ajo envejecido en extracto reduce la presión arterial sistólica y la presión arterial diastólica de forma más efectiva que cuando los pacientes son tratados con placebo (10).

La obesidad se relaciona con un aumento de la morbilidad y la mortalidad y con patologías como el cáncer, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares. Algunos estudios han relacionado el consumo de ajo con un mejor control ponderal; sin embargo, los resultados son inconsistentes y no se ha podido establecer una relación significativa entre su consumo y el peso corporal o el IMC, aunque sí parece reducir la circunferencia de la cintura (11).

También se ha estudiado el efecto de la suplementación con ajo sobre las enzimas hepáticas y se ha visto que, si bien esta no tuvo efectos significativos sobre los niveles de alanina transaminasa (ALT), sí se observó una reducción significativa de los niveles de la aspartato transaminasa (AST), enzima cuyos niveles elevados indican que el hígado está lesionado o irritado (12).

El estrés oxidativo es el desequilibrio en el organismo entre oxidantes y antioxidantes a favor de los primeros. El daño oxidativo se asocia a enfermedades neurodegenerativas, enfermedades que afectan al tejido conectivo (conectivopatías) o a la inflamación, entre otras, y puede encontrarse en la base fisiopatológica de la enfermedad inflamatoria crónica. La evidencia sugiere que la suplementación con ajo puede tener un efecto sobre el estrés oxidativo al aumentar la tasa de antioxidantes y disminuir las enzimas prooxidantes. Lo cierto es que la suplementación con ajo parece mejorar los niveles séricos de la capacidad antioxidante total y de la superóxido dismutasa, además de reducir el nivel sérico de malondialdehído, por lo que puede ser útil para reducir el estrés oxidativo y las enfermedades relacionadas (13).

La inflamación es la forma en la que muchas enfermedades se manifiestan. Se define como una mayor expresión y actividad de citocinas proinflamatorias, como es el caso de la proteína C reactiva (PCR), producida en el hígado. La inflamación crónica de bajo grado se asocia a varias enfermedades no transmisibles como la aterosclerosis, la diabetes tipo 2, la obesidad, los accidentes cerebrovasculares y diferentes tipos de cáncer. La PCR es una proteína plasmática circulante cuyos niveles aumentan en respuesta a la inflamación, y la suplementación con ajo puede reducir sus niveles en suero (14), así como la de otros mediadores inflamatorios (como las citocina IL-6  y TNF) y biomarcadores (15). Por todo ello, el ajo podría ser utilizado como un complemento del manejo farmacológico de enfermedades metabólicas (16) y de enfermedades autoinmunes como la artritis reumatoide (17), aunque en este caso la evidencia es demasiado limitada como para recomendarlo en la práctica diaria. Por otro lado, el ajo podría tener un uso para reducir el daño muscular inducido por el ejercicio al reducir varios biomarcadores del daño muscular, inflamación y dolor muscular (18).

Y si bien el ajo tiene un sabor fuerte que no todo el mundo tolera, hoy sabemos que como ocurre con el alcohol, el anís o la zanahoria, el consumo de ajo por parte de la mamá durante el embarazo puede transferir su sabor al líquido amniótico. La exposición de estos sabores al feto aumenta su aceptación durante la infancia y posiblemente la niñez (19). De ahí la importancia de tomar una alimentación saludable durante el embarazo y consumir todo tipo de frutas y verduras, evitando los alimentos más perjudiciales. Y es que durante este periodo comenzará a formarse los hábitos y preferencias alimentarias de nuestros hijos.

Efectivamente, por todo lo dicho, parece que sí merece la pena tomar ajo: el ajo está avalado por la ciencia como un alimento saludable con efectos positivos sobre nuestra salud. Sin embargo, no te engañes, no busques en el ajo, o en cualquier otro alimento, lo que otros buscan en el MMS (20); es decir, un curalotodo. Por supuesto que el ajo podrá tener un efecto beneficioso en el contexto de una dieta saludable; será infinitamente mejor que desayunes unas tostadas con aceite de oliva y ajo que una palmera de chocolate y un batidito de fresa. Pero si tu opción es la de tomar esa palmera de chocolate y ese batidito azucarado de fresa, me da a mí que por mucho ajo que luego tomes, este hará poco por prevenir enfermedades como la diabetes o las enfermedades cardiovasculares, la cuales podrías desarrollar como consecuencia de tus malas elecciones alimentarias. Y es que el ajo es un gran alimento, pero..., ¡no es mágico!

 

 

José María Capitán

dietista-nutricionista

 

 

 

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