Qué hay de mito y qué hay de realidad
Cabeza de ajo con todos sus dientes |
De los españoles dicen que olemos a ajo. Quien nos acusa de
ello seguro que nunca se ha deleitado desayunado unas tostadas con aceite de
oliva virgen sobre las que se haya restregado, a conciencia, un buen diente de ajo crudo. Es
cierto que tras ingerir dicho manjar puedes apreciar que durante la mañana la
gente mantiene contigo cierta distancia de seguridad, no atribuible a
las precauciones que todos estamos obligados a cumplir en estos tiempos tan extraños
que nos ha tocado vivir. La pregunta es: ¿merece la pena tanto ostracismo? Para
descubrirlo, en este artículo, vamos a volver a dar un paseo por PubMed y ver
lo que ha publicado la literatura científica en los últimos años sobre este
aromático alimento.
El ajo se ha utilizado como medicamento durante miles de
años. Es rico en compuestos orgánicos como alicina, ajoeno, s-alilcisteína, S-alilmercaptocisteína,
disulfuro de dialilo y sulfóxidos, así como diferentes flavonoides, y se ha
investigado su posible relación beneficiosa en la prevención de distintas
enfermedades.
Como suele pasar en nutrición, la mayoría de los estudios consultados no son concluyentes y terminan diciendo que se precisa más investigación para obtener resultados más claros. A pesar de lo cual, vamos a sondear hacia donde apuntan los últimos metaanálisis y revisiones sistemáticas publicadas en los últimos cinco años y así ver que es lo que nos encontramos.
Entre las propiedades del ajo, en este caso del ajo envejecido
(ajo negro), se sugiere una asociación inversa respecto al cáncer (1). El ajo, en general, de modo específico, podría reducir el
riesgo de cáncer colorrectal (2), y el de cáncer gástrico (3 y 4), que es la segunda causa de muerte por cáncer en países como
Irán. Uno de los factores de riesgo del cáncer gástrico es la infección por
helicobácter pylori, la alicina, uno de los componentes del ajo, también se ha
relacionado con una mejora en la erradicación de la infección (5).
Ajo negro o ajo envejecido |
La obesidad se relaciona con un aumento de la morbilidad
y la mortalidad y con patologías como el cáncer, la diabetes y las enfermedades
cardiovasculares. Algunos estudios han relacionado el consumo de ajo con un
mejor control ponderal; sin embargo, los resultados son inconsistentes y no se
ha podido establecer una relación significativa entre su consumo y el peso
corporal o el IMC, aunque sí parece reducir la circunferencia de la cintura (11).
También se ha estudiado el efecto de la suplementación con
ajo sobre las enzimas hepáticas y se ha visto que, si bien esta no tuvo efectos
significativos sobre los niveles de alanina transaminasa (ALT), sí se observó
una reducción significativa de los niveles de la aspartato transaminasa (AST),
enzima cuyos niveles elevados indican que el hígado está lesionado o irritado (12).
El estrés oxidativo es el desequilibrio en el organismo entre oxidantes y
antioxidantes a favor de los primeros. El daño oxidativo se
asocia a enfermedades neurodegenerativas, enfermedades que afectan al tejido
conectivo (conectivopatías) o a la inflamación, entre otras, y puede encontrarse
en la base fisiopatológica de la enfermedad inflamatoria crónica. La evidencia
sugiere que la suplementación con ajo puede tener un efecto sobre el estrés
oxidativo al aumentar la tasa de antioxidantes y disminuir las enzimas
prooxidantes. Lo cierto es que la suplementación con ajo parece mejorar los
niveles séricos de la capacidad antioxidante total y de la superóxido
dismutasa, además de reducir el nivel sérico de malondialdehído, por
lo que puede ser útil para reducir el estrés
oxidativo y las enfermedades relacionadas (13).
La inflamación es la forma en la que muchas enfermedades se
manifiestan. Se define como una mayor expresión y actividad de citocinas
proinflamatorias, como es el caso de la proteína C reactiva (PCR), producida en
el hígado. La inflamación crónica de bajo grado se asocia a varias enfermedades
no transmisibles como la aterosclerosis, la diabetes tipo 2, la obesidad, los
accidentes cerebrovasculares y diferentes tipos de cáncer. La PCR es una proteína plasmática circulante cuyos niveles aumentan en
respuesta a la inflamación, y la suplementación con ajo puede reducir sus
niveles en suero (14), así
como la de otros mediadores inflamatorios (como las citocina IL-6 y TNF) y biomarcadores (15). Por todo ello, el ajo podría ser utilizado como un complemento del manejo farmacológico de
enfermedades metabólicas (16)
y de enfermedades autoinmunes como la artritis reumatoide (17), aunque en
este caso la evidencia es demasiado limitada como para recomendarlo en la
práctica diaria. Por otro lado, el ajo podría tener un uso para reducir el daño
muscular inducido por el ejercicio al reducir varios biomarcadores del daño
muscular, inflamación y dolor muscular (18).
Y si bien el ajo tiene un sabor fuerte que no todo el mundo
tolera, hoy sabemos que como ocurre con el alcohol, el anís o la zanahoria, el consumo de ajo por parte de la mamá durante el embarazo puede transferir
su sabor al líquido amniótico. La exposición de estos sabores al feto aumenta su
aceptación durante la infancia y posiblemente la niñez (19).
De ahí la importancia de tomar una alimentación saludable durante el embarazo y consumir todo tipo de frutas y verduras, evitando los alimentos más perjudiciales. Y es que durante este periodo comenzará a formarse los hábitos y preferencias
alimentarias de nuestros hijos.
Efectivamente, por todo lo dicho, parece que sí merece la pena tomar ajo: el ajo está avalado por la ciencia como un alimento saludable con efectos positivos sobre nuestra salud. Sin embargo, no te engañes, no busques en el ajo, o en cualquier otro alimento, lo que otros buscan en el MMS (20); es decir, un curalotodo. Por supuesto que el ajo podrá tener un efecto beneficioso en el contexto de una dieta saludable; será infinitamente mejor que desayunes unas tostadas con aceite de oliva y ajo que una palmera de chocolate y un batidito de fresa. Pero si tu opción es la de tomar esa palmera de chocolate y ese batidito azucarado de fresa, me da a mí que por mucho ajo que luego tomes, este hará poco por prevenir enfermedades como la diabetes o las enfermedades cardiovasculares, la cuales podrías desarrollar como consecuencia de tus malas elecciones alimentarias. Y es que el ajo es un gran alimento, pero..., ¡no es mágico!
José María Capitán
dietista-nutricionista
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