De cómo
nos hacen creer que queremos lo que no necesitamos
Tradicionalmente, la mujer ha llevado el
peso y la responsabilidad de la educación alimentaria de toda la familia, no
solo en España, ha sido una constante histórica en todas las sociedades en
cualquier punto del planeta.
La mujer ha sido la encargada de hacer la
compra, cuando no de producir los propios artículos de consumo, seleccionar los
alimentos y transformarlos en la cocina, para con ellos alimentar a toda la
familia, es decir; ha sido la responsable del cuidado de la salud de sus hijos
y de su compañero.
Este modelo de mujer tradicional encargada
de las labores del hogar y de la cocina ha cambiado en la sociedad actual.
Este cambio, en gran medida, se ha producido debido a su incorporación al mundo
laboral y al tímido avance que el hombre ha dado en relación con el reparto de las
tareas del hogar y que está propiciando un cambio de paradigma. A pesar de
ello, en esencia, la mujer sigue siendo la responsable de alimentar y cuidar a
la familia.
Esta realidad social es conocida por los
publicistas, quienes tienen a la mujer en el centro de su diana cuando de lo que se trata es de promocionar los productos del supermercado.
• La publicidad tiene como máxima vender,
por ello dirige sus mensajes a quienes son más susceptibles de recibirlos y, por
tanto, de comprar sus productos. En el caso de los artículos alimenticios, la
publicidad dirige sus mensajes, como regla general, a la mujer, que es quien
compra, o quien confecciona la lista de la compra que llevará el hombre al mercado en no pocas ocasiones. Claro está que esta regla tendrá excepciones en función del producto que se pretenda promocionar.
• La publicidad trata de afinar al máximo
dirigiendo su mensaje a sus potenciales clientes, dividiéndolos por grupos de
edad y sexos en función de sus intereses. Los anuncios genéricos dirigidos a
todo el mundo, además de ser poco usuales, corren el riesgo de ser poco efectivos y, por tanto, poco rentables. Dependiendo del producto alimenticio, se podrá dirigir
a mujeres jóvenes con niños pequeños, a mujeres recientemente independizadas, a mujeres maduras, a adolescentes, a hombres solteros, etc.
• La publicidad siempre refleja la
situación social existente más allá de cualquier tipo de ética o
convencionalismos. A nadie le sorprendía como hace algunas décadas algunos
anuncios podían tener mensajes claramente machistas que a pocos incomodaban,
hoy a nadie sorprende el uso de reclamos sexuales masculinos y femeninos de
modo explícito para la venta de casi cualquier producto, algo impensable hace
tan solo una generación. La publicidad refleja hoy, por ejemplo, a una mujer que toma
decisiones, que sabe lo que quiere, que se gusta a sí misma, que quiere agradar
a su compañero, que está preocupada por la felicidad de sus hijos, etc.
• La publicidad siempre añade valores a los
productos que publicita más allá del propio producto en sí, identificándolo con
los deseos comunes del colectivo al que dirige su artículo. La publicidad, por
tanto, no duda en impregnar su producto comercial con el éxito sexual, el lujo,
la masculinidad, la femineidad, el deseo de ser popular, de ser admirados, de
ser protegidos, de ser atractivos al sexo contrario. De este modo, cuando
adquirimos el producto publicitado, también compramos estos valores añadidos,
aunque poco tengan que ver con el artículo en sí.
No existen alimentos buenos solo para hombres y alimentos buenos solo para mujeres, en cambio, hay alimentos que
identificamos con el sexo masculino y otros con el sexo femenino. Un ejemplo de
ello es que a ninguna chica se le ocurriría vanagloriarse de haberse comido "un
cochinillo entero", en cambio, esto sería motivo de admiración entre los chicos
que convertirían en un héroe al realizador de tal hazaña, y es que la carne
tiene claras connotaciones masculinas. Del mismo modo, a nadie le extraña que
una joven estudiante pida una ensalada en un comedor universitario, algo que
podría llegar a provocar ciertos comentarios irónicos entre sus compañeros, si quien pide la ensalada es un
chico, y es que claramente las verduras tienen connotaciones femeninas.
El publicista sabe que los alimentos
tienen sexo, y que el interés de los distintos sexos por los alimentos es
desigual. Por ello, cuando impregna a un producto con el significado de
vehículo de salud y/o belleza, lo vende a la mujer qué es quien compra salud y
belleza, por ejemplo: yogures, zumos sin azúcar, cereales ricos en fibras y
vitaminas, productos light que no engordan y que prometen un cuerpo perfecto y
así una larguísima lista de productos destinados a ellas. Estos mismos
productos, y a pesar de nuestras necesidades comunes en cuanto a alimentación y
salud, no se dirigen al hombre, ya que la salud y la alimentación no parecen
campos preferentes de su interés. El hombre compra diversión, éxito sexual y
comodidad, por ello, el publicista impregna a los productos dirigidos a ellos
con estos valores añadidos: cerveza, fast-food, arroz de preparación rápida y
poco más...
La mujer, por tanto, recibe una gran
información sobre las supuestas propiedades y beneficios de uno u otro
producto. Ante dicha avalancha informativa, y sin la
suficiente información y/o desarrollo de un espíritu crítico, se vuelve
vulnerable a ser manipulada en pro de unos intereses comerciales que poco o
nada tienen que ver con sus verdaderos intereses personales. La publicidad centrada en la mujer es clave para comprender parte de los cambios que se han producido en el
significado que le damos a una correcta alimentación.
Un hecho importante a tener en cuenta es
que hemos olvidado enseñar a cocinar a nuestros hijos y en muchos casos somos
hijos de quienes no nos enseñaron a disfrutar de la cocina, y es que para eso
está la comida preparada ultraprocesada y el poderoso marketing que la acompaña
que promete facilitarnos tanto la vida. En una sociedad de hijos únicos,
nos hemos vuelto sobreprotectores, “la cocina es peligrosa”; comodones,
“enseñar a cocinar es complicado”; irresponsables, ya aprenderá cuando sea
mayor; o quizá simplemente no entendamos el valor educativo de la cocina
y que esta puede ser una actividad divertida para hijos y progenitores. Por
consiguiente, estamos criando una generación de hombres y mujeres que
sienten la cocina como algo ajeno y que recurrirán con demasiada frecuencia al
reclamo publicitario de los productos de fácil preparación, cuando no de los ya
preparados para ser consumidos. Esta distancia creciente con la cocina, unida al mensaje distorsionado de la publicidad y a la nueva realidad
sociolaboral de la mujer, es parte de un puzle que explica el hecho, realmente
preocupante, del incremento exponencial de las tasas de obesidad infantil, de la
obesidad en el adulto y de todas las enfermedades derivadas del desarrollo de
los malos hábitos dietéticos: hipercolesterolemia, hipertensión, diabetes,
algunos tipos de cáncer y un largo etc.
En una sociedad justa e igualitaria que
apuesta por su bienestar y su salud, tanto hombres como mujeres debemos asumir
el compromiso mutuo de cuidar de los nuestros, ambos tenemos la responsabilidad
de seleccionar adecuadamente los alimentos y de transformarlos debidamente en
la cocina, evitando aquellas preparaciones culinarias que nada tienen que ver
con nuestras tradiciones y nuestra cultura y que son el origen de los
trastornos de salud antes mencionados.
Como regla general, todos, mujeres, hombres
y niños, debemos alimentarnos de un modo similar, evitando los alimentos
excesivamente refinados o manufacturados con exceso de grasas, sal y azúcares y
apostando por los valores tradicionales de la cocina de siempre. Para ello será
primordial seleccionar adecuadamente los alimentos, eligiendo como base de
nuestra alimentación aquellos de origen vegetal como son las verduras, las
frutas, las legumbres, los cereales integrales y los frutos secos sin
procesar.
Además de saber elegir qué comer, debemos cuidar el cómo comer. Fomentar la comunicación entre todos los miembros de la familia en torno a la mesa es parte de la comida, de hecho es también la comida y debemos ponerlo en valor. La banalización del acto de comer ha ocasionado la pérdida del ritual que lo rodeaba, dando igual que se come y como se come y olvidando en demasiados casos la conversación tranquila, los guiños de cariño, y el placer en sí por la degustación de los platos dispuestos en torno a la mesa. Comer con la televisión encendida, con el móvil operativo o el ordenador en las rodillas es un signo de la decadencia de la convivialidad que, al contrario, deberíamos potenciar.
Debe ser parte de la responsabilidad de
las distintas administraciones y de los responsables sanitarios, entre ellos
los dietistas técnicos y los dietistas-nutricionistas, la de promocionar la
educación para la salud y hábitos saludables de alimentación para sus
ciudadanos. Sin embargo, la lucha es desigual, los medios económicos para
publicitar los productos alimenticios insanos parecen casi ilimitados, la
publicidad es omnipresente en TV, cine, radio, prensa e Internet. Los esfuerzos
de las administraciones y del personal sanitario son claramente insuficientes
para contrarrestar tal acoso del marketing alimentario. En este sentido, debemos
apelar a la responsabilidad y al sentido común de quienes asumen como tarea
diaria la confección de las comidas, es decir, de las mujeres y cada vez más, también, de los hombres, para que sepan discriminar entre lo que es
sano y lo que no lo es.
José María Capitán
dietista-nutricionista
dietista-nutricionista
También tienes disponible este contenido en formato podcast:
POSTS QUE
TAMBIÉN PODRÍAN INTERESARTE
Come bien en
tiempos de la COVID-19 y después... también
Nutri-Score,
los octógonos negros de Chile o una propuesta delirante que posiblemente sí
funcione
"COME SEGURO COMIENDO DE TODO" DE BEATRIZ ROBLES
Un manual
para comer sin poner en riesgo tu salud
A diferencia
de otras guías alimentarias, 3COME no orienta, 3COME enseña a construir menús
saludables
Suscríbete a "tres
manzanas para ti"
Salud, Solidaridad
y Sostenibilidad
Excelente articulo muchisimas gracias por la información, la verdad me ha servido mucho lo escrito acá.
ResponderEliminarsaludos
Bravo!
ResponderEliminar