jueves, 2 de julio de 2020

ROTULADO FRONTAL DE ALIMENTOS, UN SISTEMA QUE SE QUIERE INEFICAZ

Nutri-Score, los octógonos negros de Chile o una propuesta delirante que posiblemente sí funcione


- ¡Quiero saber!
Según datos de la OMS, en 2016, el 39% de las personas adultas tenían sobrepeso y el 13% eran obesas en todo el mundo. En esta misma fecha, 41 millones de niños menores de cinco años tenían exceso ponderal. En la Unión Europea en 2014, el 51,6 % de la población mayor de 18 años excedía de un peso saludable. Estas cifras implican un aumento significativo del riesgo de sufrir numerosas enfermedades crónicas, como la diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y determinados tipos de cáncer.

El incremento en las tasas de sobrepeso y obesidad de la mayoría de los países de la UE, incluida España, y de la morbilidad asociada con la mala alimentación, justifica poner en práctica políticas agresivas que informen al consumidor sobre los alimentos que adquiere, y si estos son o no son saludables. En este sentido, hace un par de meses, "La Comisión al Parlamento Europeo y al Consejo" emitió un informe sobre la utilización de formas adicionales de expresión y presentación de la información nutricional, en el que indicaba que era "apropiado introducir un etiquetado nutricional en la parte frontal de los envases armonizado y obligatorio a nivel de la UE"

El informe de la Comisión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para acabar con la obesidad infantil de marzo de 2016 recomienda: "Poner en marcha un etiquetado en el frente del envase fácil de interpretar, apoyado en la educación del público, para que tanto los adultos como los niños tengan conocimientos básicos en materia de nutrición".

Su plan de ejecución de 2017 recomienda adoptar un sistema frontal de etiquetado obligatorio en los envases basado en las mejores pruebas disponibles para indicar el nivel de características saludables de los alimentos y las bebidas.

Los objetivos que se deben perseguir a la hora de adoptar un sistema frontal de etiquetado son básicamente dos:

1. Dar información al consumidor, de manera inequívoca, para que pueda adoptar decisiones de compra saludables.

2. Influir en los operadores de las empresas alimentarias para que reformulen sus productos y lo conviertan en opciones saludables.

Por tanto, teniendo claro que existe una necesidad de implantar un sistema de etiquetado frontal de los alimentos; que esta necesidad está motivada por el aumento de las patologías relacionadas con la mala alimentación; que la implantación del sistema frontal de etiquetado debe ser obligatorio, fácil de interpretar y basado en las mejores pruebas disponibles para indicar las características saludables de alimentos y bebidas, según indica la OMS; entonces, nos debemos preguntar: ¿cuál de los sistemas que actualmente se proponen es el más efectivo para alcanzar los objetivos antes señalados?

El 4 de mayo de 2020 se publicó el resultado de una investigación que analizó la efectividad de diferentes tipos de etiquetas y logotipos nutricionales, centrándose en su posible efecto en la compra y el consumo: “Front of pack nutritional labelling schemes: a systematic review and meta‐analysis of recent evidence relating to objectively measured consumption and purchasing”.

- ¿De verdad?
Los resultados de este metaanálisis fueron analizados, de un modo muy pedagógico, por el divulgador científico Luis Jiménez en su blog "Lo que dice la ciencia para adelgazar"; no tiene desperdicio. El estudio concluye que los sellos de alerta "Alto en", (similar al sistema chileno de los octógonos negros) parecen ser los que tienen mayor probabilidad de éxito. Sin embargo, los resultados obtenidos son tan pequeños que no revelan una utilidad real respecto al objetivo final: conseguir que la población se alimente de forma más saludable. A mayor distancia de alcanzar estas pretensiones se sitúa los sistemas similares al Nutri-Score. Por tanto, hoy por hoy, no existe ningún sistema de etiquetado frontal de los alimentos y bebidas que sea eficaz para cambiar el comportamiento de compra de los usuarios de un modo significativo. A pesar de este estudio, en España, se implantará definitivamente en 2021 el sistema Nutri-Score, sistema que se empezó a adoptar ya en 2018.

Desde mi punto de vista, el sistema seleccionado debiera haber sido el que mejores resultados hubiera obtenido hasta la fecha; es decir, el sistema de octógonos negros de Chile.  Este sistema fue introducido en 2016 con una fuerte oposición de cierto sector de la industria alimentaria, el cual vio peligrar sus intereses. Este sistema, obligatorio, indica qué productos tienen un elevado contenido en energía, azúcares, ácidos grasos saturados y sodio. Otros países sudamericanos (Brasil, Perú y Uruguay), Canadá e Israel han diseñado o están diseñando sistemas de alerta similares. 

Si el modelo chileno se hubiese implantado en España hubiera sido necesario mejorar ciertos aspectos.  Su uso tiene deficiencias que le resta eficacia y le impide alcanzar los objetivos mínimos exigibles. Esto ocurre porque, en la práctica, muchos productos poco saludables se quedan sin sellos. El fabricante, con el objeto de no sobrepasar los límites de nutrientes marcados por la legislación, puede manipular los productos alimenticios. Puede, por ejemplo, sustituir parte del contenido en azúcar por edulcorantes, lo que hace que su producto pueda llegar a eludir el distintivo negro, pero sin que este se convierta en un alimento saludable. Y es que el sistema de octógonos negros no alerta sobre ingredientes cuyo uso implica una baja calidad del producto final, principalmente, edulcorantes, potenciadores del sabor y harinas refinadas. Los edulcorantes y los potenciadores del sabor pueden contribuir a maleducar el paladar del consumidor generando malos hábitos dietéticos y dificultando la adquisición del gusto por alimentos con sabores menos intensos, como son las frutas y verduras; situación que es especialmente grave en niños. El uso de harinas refinadas está relacionado con malos indicadores de salud, contrariamente a lo que ocurre cuando se usan harinas integrales y cereales integrales en general. Por otro lado, este sistema alerta innecesariamente sobre el alto contenido energético de los alimentos. Si el alimento es saludable, como el aceite de oliva virgen, que sea muy energético no nos da una información realmente útil del producto. Si no es saludable, ya se han declarado los nutrientes responsables de ello: el exceso de grasas saturadas y el azúcar añadido. Es decir, implantar el sistema chileno, con algunas correcciones, podría ser acertado. No obstante, en España, como ya se ha dicho, se ha decidido adoptar Nutri-Score, a pesar de que como indica en su blog FJ Ojuelos, abogado, experto en derecho alimentario: "el Ministerio ha escogido el sistema menos factible, menos ambicioso y que plantea, en su caso, dudas jurídicas en la parte que sirve menos a los fines de proteger la salud de los consumidores".


¿Por qué no funcionan los sistemas de etiquetado frontal de los alimentos?

Hay varias razones que pueden explicarlo.

1. Su enfoque es nutricionista y de raciones diarias recomendadas, sin que se base en lo que realmente importa: la calidad del alimento. 

2. Los sellos o distintivos ocupan un lugar, por lo general, muy discreto en la etiqueta; por lo que no resultan lo suficientemente llamativos. 

3. El mensaje que se da no es lo suficientemente claro y requiere de cierta interpretación por parte del consumidor.

Si los sistemas puestos en marcha hasta la fecha tienen unos resultados tan discretos, por no decir decepcionantes, quizá tengamos que hacer algo diferente para buscar una mayor efectividad a la hora de informar qué alimentos son o no son saludables. Recordemos que el objetivo final es que el consumidor pueda decidir con mayor conocimiento de causa lo que más le convenga. Entonces..., ¡hagámoslo!


He aquí una propuesta delirante que probablemente sí funcione

Basándonos en lo expuesto, el sistema frontal del etiquetado debe ajustarse a lo siguiente:

1. Debe basarse en la calidad de los alimentos y no en los nutrientes u otros parámetros que no tiene por qué entender el consumidor.

2.  La señal de alerta debe ocupar, al menos, una quinta parte de la zona superior del envase para que sea bien visible e impactante.

3. El mensaje debe ser lo más simple y directo posible para que no dé lugar a la necesidad de ser interpretado por el consumidor y este no dude en lo que le queremos transmitir. 

En definitiva "la propuesta delirante que probablemente sí funcione" es la siguiente:

Sustituir los diferentes distintivos y sellos con varias leyendas y múltiples colores, por una simple banda verde para aquellos productos que son saludables, y por una simple banda negra para aquellos que no son saludables. 

Las bandas deben ocupar, al menos, la quinta parte del envase en la zona superior del mismo y llevará impresa las leyendas “Saludable” o “No saludable” respectivamente. Deben estar escritas con letras de gran tamaño y en blanco para que destaquen más. De esta forma estaremos indicando claramente al consumidor lo que queremos transmitirle, sin que este tenga que interpretar nada, y nos ajustaremos más a aquello que nos pide la OMS respecto al etiquetado frontal: “indicar el nivel de características saludables de los alimentos y las bebidas”.


¿Y qué es lo que clasificamos como saludable o no saludable?

Existen numerosos estudios que relacionan el consumo de alimentos ultraprocesados con distintas patologías como la obesidad, las enfermedades cardiovasculares o una mayor mortalidad. Por tanto, con base en la evidencia científica existente, los alimentos que clasifiquemos como no saludables deben ser los productos ultraprocesados. En este sentido, la mayor parte de los estudios realizados sobre ultraprocesados se han basado en la clasificación que hace el sistema NOVA. Este sistema clasifica a los alimentos en cuatro grupos como podemos ver en la siguiente infografía:
Fuente de la imagen: artículo "Infografía sobre alimentos procesados y ultraprocesados: clasificación NOVA" del blog de Luis Jiménez "Lo que dice la ciencia para adelgazar"

Sin embargo, el concepto de ultraprocesado es controvertido y yo diría que incluso injusto. Un alimento que sufre distintos procesos tecnológicos no tiene por qué ser poco saludable, de hecho, estos procesos tecnológicos pueden favorecer que ese alimento sea más seguro, que se logre un mayor aprovechamiento del mismo, que sea más sostenible o que se conserven mejor sus características organolépticas, entre otras muchas ventajas. Nada de esto tiene porque restar características saludables al producto final. Invito a leer "Ultraprocesados ultrajados", un artículo de Rafael Moreno, catedrático de Nutrición en la Universidad de Córdoba, que reflexiona sobre lo erróneo del empleo de este concepto.

En realidad, principalmente, lo que hace que un producto sea poco saludable es la pésima calidad de los ingredientes con los que esté elaborado. Es decir; sus azúcares añadidos, sus grasas de mala calidad, su exceso de sal, de potenciadores del sabor, de edulcorantes y de harinas refinadas, tal como podemos leer en la leyenda inferior de la "Pirámide de la Alimentación Saludable y Sostenible" elaborada por la Comisión de Trabajo de Restauración Colectiva del CODINAN.
"Los alimentos ultraprocesados se caracteriza por ser ricos en uno o varios de los siguientes ingredientes: azúcares, sal, grasas de mala calidad, potenciadores del sabor, harinas refinadas y otros componentes potencialmente nocivos"

A pesar de ello, el término ultraprocesado está muy extendido y aparece en numerosas publicaciones científicas. La mayor parte de los estudios que relacionan los malos indicadores de salud con los alimentos ultraprocesados están basados en el sistema NOVA, así pues, sigamos con NOVA y sigamos arrastrando este concepto.


Bandas verdes y bandas negras

Miremos de nuevo la infografía de Luis Jiménez que representa a los grupos de alimentos según el sistema NOVA (ubicada encima de la pirámide).

Alimentos saludables. Parece claro que la banda verde la deben llevar los alimentos del primer grupo, los remarcados en la infografía en color verde: frutas, verduras, cereales integrales, frutos secos, legumbres, huevos, lácteos sencillos, carnes y pescados sin procesar o mínimamente procesados.

Alimentos NO saludables. Igualmente, parece claro que la banda negra deben llevarla los alimentos ultraprocesados del cuarto grupo de la clasificación NOVA (los remarcados en rojo) y algunos del tercer grupo (los remarcados en gris); es decir, los caracterizados por ser ricos en azúcares añadidos y/o sal y/o grasas de mala calidad y/o harinas refinadas y/o algunos aditivos como son los edulcorantes o los potenciadores del sabor, como indica el gráfico de la pirámide del CODINAN. 

Los ingredientes procesados del segundo grupo del sistema NOVA (los remarcados en amarillo), son aquellos que se usan para elaborar platos, y pueden no llevar banda o llevar una banda negra o verde en su caso. 

Para clasificar a un alimento como no saludable y, por tanto, ganar una banda negra, debería exceder ciertos límites en sus componentes nutricionales. Estos límites deberían ser establecidos como fruto de un consenso alcanzado por un grupo de expertos independientes y sin conflicto de intereses; es decir, sin relación pasada o presente con la industria alimentaria. En este grupo de expertos deberían participar tanto dietistas-nutricionistas como tecnólogos de los alimentos, entre otros profesionales de reconocida solvencia.

Como punto inicial podríamos partir de los límites propuestos por el sistema chileno para establecer los topes máximos de azúcares simples añadidos, grasas saturadas añadidas y sodio añadido. Para el resto de componentes que propongo no existe ningún consenso establecido, así que en el cuadro que viene a continuación pongo, a modo de ejemplo, las siguientes referencias: 


Tabla de elaboración propia no sometida a consenso para todos sus valores

Así, cualquier producto que excediera alguno de los límites marcados por el grupo de expertos tendría una única banda negra, independientemente de si se excede en uno o más parámetros. También podrían llevar bandas negras aquellos que alcanzan un 50% de dos o más de los límites establecidos para sus componentes. De esta forma, conseguiríamos no dejar demasiado margen de maniobra a la industria alimentaria de productos insanos, la cual se vería obligada a fabricar alimentos sanos para poder ostentar la banda verde en sus creaciones. Está claro que esto es solo una propuesta sobre la que trabajar, con muchos flecos que limar y discutir, pero es un principio a algo distinto a lo que ya sabemos que no funciona.

Coincidiréis conmigo en que todo esto no es más que una diarrea mental, fruto de una imaginación alimentada por buenas intenciones, pero nada más. O es que creéis que esto se podría poner en práctica, ¿no?, ¿por qué? Porque probablemente sí que sería eficaz y sí que modificaría las conductas alimentarias del consumidor, el cual, al entrar en un supermercado y desde la puerta, sin tener que acercarse a los productos, vería pasillos enteros de alimentos con bandas negras y pasillos con alimentos llenos de bandas verdes. Podría decidir, incluso desde la entrada, a qué pasillos dirigirse dentro del establecimiento y cuáles evitar. Por tanto, lógicamente esa industria alimentaria que fabrica alimentos insanos ejercería una fuerte oposición para que jamás se implantara algo así. Su oposición trataría de evitar tener que dejar de vender muchos de esos productos que el comprador adquiere confiando en que tiene unos políticos responsables que velan por su salud.

En cambio, ¿qué pensáis que opina la industria alimentaria del sistema Nutri-Score?, ese que se va a implantar en España, ¿lo rechaza? ¡No!, ¡no lo hace! ¿Y por qué creéis que no lo rechaza?, simplemente porque es un sistema muy poco o nada efectivo, del que no se espera que vaya a modificar sensiblemente la conducta de los consumidores, es más, es un sistema que le va a permitir a estos productores de alimentos malsanos blanquear muchos de sus productos nada saludables, así que..., ¡ESTO ES LO QUE HAY!



José María Capitán
dietista-nutricionista




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