Un planeta
con límites, una población que alimentar
El
hombre es omnívoro, esto quiere decir que puede obtener nutrientes de distintos alimentos y en distintas proporciones y no, necesariamente, que esté obligado a comer de todo. Su
diversidad dietética ha sido una constante a lo largo de su evolución, durante cientos de miles de años, en todos los lugares de la Tierra donde ha habitado, y en los que
se ha tenido que enfrentar a condiciones climáticas muy diversas y a recursos alimentarios muy variables, de ahí, en gran medida, su éxito biológico.
Paquita |
Sin
embargo, no todos los alimentos tienen el mismo costo medioambiental. Existe un
consenso a nivel mundial del fuerte impacto que tienen los productos de origen animal sobre el calentamiento global, en especial los procedentes de la ganadería bovina. La desforestación que ocasiona la
siembra de soja para confeccionar piensos con los que alimentar al ganado, la
eutrofización y contaminación de las aguas como consecuencia de los abonos
nitrogenados y pesticidas empleados en su producción, los gases que expulsan
los propios animales como fruto de sus procesos digestivos, los combustibles fósiles empleados en el transporte de
las mercancías desde su lugar de origen hasta su punto final de distribución y un largo etcétera, hacen que la ganadería
esté en el ojo de mira de científicos, ambientalistas, ecologistas y gobiernos de todo el mundo. Ganadería que tiene que basarse en un modelo intensivista de producción para satisfacer la actual
demanda de carne que existe a nivel mundial y que debe ser producida a un bajo precio, aunque esto suponga un alto coste para el medio ambiente.
Si nos centramos en nuestro país, el actual consumo de carne excede con creces las recomendaciones sobre su ingesta y multiplica el consumo que se realizaba hace apenas unas décadas, cuando el patrón dietético seguido por nuestra población se ajustaba al modelo de dieta mediterránea. La dieta mediterránea se ha caracterizado tradicionalmente por un bajo consumo en productos de origen animal y por una gran proporción de alimentos de origen vegetal. Estos factores, junto a otros estilos de vida saludables, se han asociado con un mejor estado de salud y con una menor prevalencia de enfermedades cardiovasculares y de otras patologías crónicas. En contraposición, tenemos otros sistemas alimentarios, como el de la dieta occidental que, en gran medida, ha desplazado el modelo mediterráneo y que se caracteriza por un gran consumo de carnes rojas, alimentos ultraprocesados y una menor ingesta de productos de origen vegetal. Este tipo de dieta se asocia a una mayor prevalencia de obesidad, enfermedades coronarias y ciertos tipos de cánceres.
Mantener el actual consumo de carne por persona no es recomendable, dado los potenciales problemas para la salud que pueden derivarse de su ingesta excesiva. Tampoco es factible para la salud del planeta, debido a la creciente demanda global de este producto. El aumento de la demanda se produce por el crecimiento sostenido de la población mundial y por el incremento de su consumo en países del sudeste asiático y de otras partes del mundo donde tradicionalmente se consumía poca carne, y que ahora, favorecidos por un mayor desarrollo económico, están modificando sus patrones dietéticos. Este incremento en el consumo de carne aumenta la presión sobre un planeta que ya sufre una grave degradación medioambiental, que está al límite de su capacidad productiva y que, por tanto, hace que sea inviable seguir atendiendo la demanda de carne en el medio y el largo plazo.
Por otro lado, como ya he comentado, abastecer la demanda actual de carne obliga al uso de una ganadería de producción intensiva, sí o sí. Este sistema productivo, además de los problemas medioambientales referidos, plantea un grave problema ético: ¿podemos tratar a los animales de la forma en la que lo hacemos para aumentar su productividad, privándoles de una mínima calidad de vida y obligándoles a vivir en condiciones calamitosas? y al hacerlo ¿no somos, por ello, menos humanos?
La ganadería extensiva y/o la ganadería regenerativa, que pretenden recuperar los procesos vitales de los ecosistemas con el herbívoro como principal herramienta, podrían ser una alternativa; sin embargo, el espacio que requieren las reses para pastar es mucho mayor que el que requieren las que son estabuladas. Con el actual consumo de carne y las previsiones en el incremento de su demanda, resultaría poco viable que este sistema se generalizase, ya que requeriría más superficie para pastos en la Tierra de la que disponemos e implicaría la degradación medioambiental de espacios naturales que hoy todavía no son usados para el pastoreo. Salvando el problema del espacio, la ganadería extensiva y/o regenerativa plantea menos problemas éticos y medioambientales. Por un lado, permite una vida más “natural” y con menos sufrimiento de los animales y, por el otro, si su uso fuera bien gestionado, podría contribuir a revertir el cambio climático. ¿Cómo puede la ganadería contribuir a revertir los desastres que estamos ocasionando sobre el clima? Fundamentalmente porque: a) pueden impedir la propagación de incendios forestales ocasionados por el pasto y el forraje seco acumulado en el monte, b) pueden evitar la degradación de los terrenos, gracias al abonado natural que los animales ejercen sobre las tierras y a la descompactación o "arado" de las mismas que ocasionan las pisadas de estos cuando pastan en libertad, c) pueden, por tanto, favorecer la biodiversidad, y d) pueden disminuir drásticamente la contaminación que provoca la ganadería intensiva.
Sin embargo, no podemos obviar, sin más, el problema del espacio que requieren estos sistemas productivos. Para que la ganadería extensiva y/o regenerativa tuvieran posibilidades reales de éxito, y contribuyeran a una menor degradación de nuestro planeta, se tendrían que tener en cuenta los siguientes factores limitantes y condicionantes:
1. La superficie actual que es factible, desde el punto de vista medioambiental, dedicar al pastoreo en los distintos países, sin que esto produzca mayor degradación de los ecosistemas. Por ejemplo, sin que sea necesario robar para ello más terrenos a las selvas. Del mismo modo, tampoco debiera ser destinado como dehesa un terreno que fuera necesario regenerar por su alto valor ecológico y que impidiera recuperar ciertos hábitats que fueran diferentes a los que precisa la actividad ganadera.
2. La producción total de carne que se puede obtener por este sistema.
3. El número de individuos, consumidores de carne, que se deben alimentar.
4. Los ajustes a la baja que se tendrán que ir realizado sobre las recomendaciones del consumo de carne a medida que la población mundial vaya creciendo.
El cálculo es sencillo, habría que dividir la producción sostenible de la ganadería extensiva y/o regenerativa por el número de individuos que deben alimentarse con su producción, y esta es toda la carne que le tocaría a cada uno.
Tras hacer este cálculo es fácil entender que, para que la ganadería extensiva y/o regenerativa sea viable, es necesario una reducción drástica del consumo de carne, llegando, probablemente, a un consumo similar o incluso inferior al que teníamos hace unas décadas. Como la carne es un alimento prescindible, ya que somos omnívoros y, por tanto, podemos tener distintas fuentes alimentarias de todos los nutrientes que necesitamos, esta reducción puede ser todo lo importante que fuese necesaria. De hecho, respecto a la carne roja, la carne procesada y los embutidos, la propia Sociedad Española de Nutrición Comunitaria recomienda un consumo opcional, ocasional y moderado. Eso sí, la carne que le toque a cada cual, o que pretenda consumir, tendrá que abonarla a un precio monetario mucho mayor que al que está acostumbrado actualmente, ya que se convertiría en un bien escaso.
Finalmente, si la apuesta por la ganadería extensiva y/o regenerativa se consolida, es más que probable que la cantidad de "filetes" que le tocara a cada persona fuera bastante menor que el que muchos pudieran desear. La pregunta es si se estará dispuesto a sacrificar el gusto inmoderado por la carne a favor de la viabilidad del propio planeta. Espero que la respuesta sea afirmativa, aunque para ser sincero tengo serias dudas al respecto, y es que "por la boca muere el pez".
José María Capitán
Dietista-nutricionista
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