lunes, 30 de julio de 2018

MITOS ALIMENTARIOS: POPULARES, PELIGROSOS, SORPRENDENTES, RENTABLES, ESTRAFALARIOS…

Test para saber cuánto sabes de mitos en la alimentación




¿Qué son?

Los mitos alimentarios son falsas creencias relacionadas con la alimentación y los alimentos que construyen en el imaginario popular la idea de lo que es sano o deseable y lo que es dañino o perjudicial para nuestra salud.


Juventud, maldito castigo


La dietética, la nutrición o la alimentación son terrenos abonados a los mitos, y en gran medida es responsable de ello su corto recorrido en el mundo de la ciencia. Se puede decir que damos apenas los primeros pasos, a veces muy torpes, en estas disciplinas del conocimiento, y es que para hacernos una idea, al contrario que con las matemáticas que ya demostraban sus fundamentos miles de años atrás, a la primera vitamina la descubrimos hace poco más de un siglo. De hecho, en las últimas décadas, nos hemos reafirmado y desdicho con cada nuevo descubrimiento, revisión sistemática o metaanálisis que nos ofrecía la literatura científica; lo cual ha contribuido a volver loca a la población con eso del "ahora sí y ahora no". Si antes el pescado azul o el aceite de oliva, como recuerdan los más viejos del lugar, eran malos y con el tiempo se volvieron buenos, lo mismo ha pasado más recientemente con el huevo o el café, que han pasado de villanos a héroes en un abrir y cerrar de ojos. Pero no solo eso, si antes había que beber leche desnatada, beber dos litros de agua al día y el desayuno era la comida más importante, hoy es mejor tomar la leche entera para prevenir el sobrepeso y la diabetes, beber cuando se tiene sed y desayunar solo si se tiene hambre, como indica Julio Basulto en su muy recomendable libro “Se me hace bola”; si antes había que comer cinco veces al día, beber zumo natural de frutas y tomar una copita de vino con las comidas, hoy no parece que haya mayores beneficios en fraccionar tanto la ingesta (enlace), la fruta se debe tomar entera (enlace) y debemos evitar el alcohol, incluso en pequeñas cantidades, por su efecto hepatóxico y oncogénico.

Y a pesar de las contradicciones a las que estamos expuestos los consumidores por las diversas informaciones que recibimos a lo largo de nuestra vida, un hecho parece claro, hoy sabemos más que ayer, pero con toda seguridad, mañana seguiremos matizando nuestros conocimientos y sabremos más sobre cómo afectan los alimentos y la alimentación a nuestra salud y calidad de vida.

Actualmente, no basta con que algo se publique o que forme parte de un estudio científico. Para darle suficiente credibilidad a los datos que nos aporta una nueva investigación en el campo de la alimentación, nuestras exigencias son mucho mayores. Debemos analizar en profundidad el tipo de estudio que se ha realizado, si la muestra es lo suficientemente representativa, si la metodología ha sido correcta, si los resultados son verdaderamente significativos, cómo se ha llegado a esa u otra conclusión, si no existen conflictos de intereses que puedan afectar a los resultados y si hay otros estudios de calidad que lo avalen, entre otros muchos requisitos, para que los nuevos datos tengan una mínima consideración.


Guerra a los mitos: la divulgación desde la ciencia

Los alimentos han tenido siempre la consideración de "arsenal terapéutico" para tratar multitud de dolencias y enfermedades; así han sido considerados desde los grandes eruditos griegos hasta los galenos medievales pasando por cualquier periodo histórico que haya atravesado cualquier sociedad humana.  En ocasiones, el uso terapéutico que se le daba a los alimentos se sustentaba en unos conocimientos empíricos que resultaban tener cierta efectividad; otras veces, formaban parte del atrezo de rituales mágicos en los que su mayor poder radicaba en el efecto placebo que pudieran provocar.

La naranja para combatir el escorbuto o la eliminación del gluten para tratar la celiaquía son aplicaciones de ayer y hoy en el campo de la dietoterapia con sólida base científica. Junto a estas prácticas cohabitan otras que se mantienen a lo largo del tiempo y que nunca se han podido demostrar, lo que no ha impedido su asentamiento dentro de la “sabiduría popular”. Así, hoy podemos seguir encontrando a muchas personas que beben zumo de limón o de pomelo en ayunas para prevenir casi cualquier dolencia, o que toman ostras como parte de la “puesta a punto” de una noche de loco desenfreno.

Son muchos los autores de libros y blogs que dedican sus escritos al siempre atractivo mundo de los mitos relacionados con la alimentación. El último libro publicado sobre esta temática es el de JM Mulet, “¿Qué es comer sano?”, pero antes Aitor Sánchez con “Mi dieta Cojea” o Antonio Ortí con “Comer o no comer”, han satisfecho la curiosidad de muchos de sus lectores. Otros divulgadores a través de sus blogs, programas de radio, infografías, vídeos en YouTube, apariciones televisivas y artículos en prensa contribuyen con cada una de sus intervenciones a desterrar estas falsas creencias y a difundir un conocimiento científico de la alimentación y los alimentos; ejemplos de ello son: Julio Basulto, L Jiménez de “Qué dice la ciencia para adelgazar”, Juan Revenga, Miguel Ángel Lurueña con “Gominolas de petróleo”, lucía Martínez a través de “Dime que comes”, Griselda Herrero con su iniciativa “Norte-Salud” o José Manuel López Nicolás con “Scientia”, entre otros. Los mitos tienen muchos orígenes y a veces son una combinación de los mismos los que lo hacen fuertes, penetrando en el inconsciente colectivo para quedarse como si de una verdad absoluta e incuestionable se tratase, por lo que la labor de estos divulgadores es de importancia capital.


¿Cuál es el verdadero riesgo de dejarse seducir por la charlatanería?

Fuera de la divulgación científica seria, nos encontramos con los intereses económicos, la irresponsabilidad o la ignorancia. Charlatanes, curanderos o famosillos de turno en busca de su minuto de gloria se encargan de crear confusión aprovechando en no pocas ocasiones el desconocimiento científico que tiene una parte importante de la población para sembrar nuevos mitos o desenterrar algunos de los antiguos, que por un tiempo pueden volver a cobrar virulencia. Un ejemplo de esto último lo tenemos en el recién desempolvado mito de la eficacia del yogur aplicado vía tópica para tratar la candidiasis vaginal difundido en televisión por una conocida cantante de pop española y que desmiente esta revisión de Cochrane de noviembre de 2017.

Sí, creemos que lo “natural” no entraña riesgos y, por tanto, solo nos puede aportar beneficios. En esta creencia se sustentan las pseudociencias, aquellas que nunca han sido capaces de pasar un estudio mínimamente convincente para demostrar su eficacia y entre las cuales se encuentran la homeopatía, el reiki o el movimiento antivacunas. Hace poco leíamos en varios medios de comunicación como una mujer que se trataba un cáncer de mama con homeopatía moría con el pecho putrefacto por falta de un tratamiento verdaderamente efectivo, a pesar de la desesperación de su oncólogo (enlace).

El verdadero peligro de cualquier pseudociencia está precisamente en confiar en ella y dejar de hacer lo que verdaderamente funciona y te puede ayudar. Confiar en algo que, en la mayoría de los casos, si tiene algún efecto es solo el efecto placebo, no solo es peligroso, sino una irresponsabilidad cuando dejamos en manos de estos falsos terapeutas la salud de nuestros hijos y seres queridos.

Los mitos en alimentación los podemos ubicar bajo el paraguas de las pseudociencias y como a ellas hay que combatirlos con rigor y contundencia.


Los intereses de la industria alimentaria

Y claro, martilleando, están ciertos sectores (muchos) de la industria alimentaria haciendo uso del marketing más agresivo para generar tendencias de consumo, ¡y vaya si lo consiguen!

Si hoy a una mamá o a un papá le dices que a su hijo no le debe dar alimentos hiperazucarados y que, por tanto, excluya los cereales “tipo del desayuno”, los batidos o yogures lácteos azucarados, las galletas, las cremas de cacao, la bollería o las mermeladas de la “comida más importante del día” se le puede quedar la cara a cuadros. Y es que llevamos tantos años escuchando que estos productos deben formar parte del desayuno porque “te dan energía”, porque “te ayudan a cuidar la salud”, porque “te ayudan a crecer” o por cualquier otra razón nunca demostrada y sí muy interesada, que hoy varias generaciones después, nos noqueamos cuando planteamos las mañanas sin alimentos ultraprocesados e insanos, y es que se nos ha olvidado comer alimentos de verdad. En este enlace podrás obtener algunas “ideas para desayunos saludables con comida de verdad”.

Algo tremendamente rentable para la industria son los llamados superalimentos o productos milagros: alcachofa, té verde, semillas de chía, bayas de goji, quínoa, batidos détox u otras “tonterías dietéticas” que como esta última pueden originar ciertos problemas de salud como podemos leer en este artículo de Juan Revenga. Y que conste que no tengo nada en contra de la chía o la quínoa, es solo que no son ningún superalimento, son solo unos alimentos más. Alimentos que, en un contexto dietético saludable, contribuirán de forma beneficiosa a nuestra salud, pero que en un contexto poco saludable no contribuirán gran cosa, o más bien nada, pudiendo crear la ilusión de que pueden protegernos sin tener que dejar por ello otros malos hábitos. Vamos, que si tomas chía o quínoa nadie te va a librar de tener que dejar de fumar, beber alcohol o no hacer ejercicio, si lo que deseas es apostar por tu salud. Tengamos en cuenta, por favor, que lo verdaderamente importante en la alimentación no es tomar chía o quínoa, lo verdaderamente trascendente es dejar de tomar palmeras de chocolate o cereales azucarados del desayuno.

La industria "nos lo quiere poner fácil", y nos lo hemos creído. Por eso, si queremos tortilla, ya la podemos comprar hecha; si queremos pan, pizza o galletas solo tenemos que ir al súper; si queremos pasta nos la dan lista para calentar con nombre “japonés”, ¡qué lástima habernos dejado convencer! No necesitamos estos productos, pero si nos los ofrecen, al menos que sean saludables y no estén elaborados con grandes cantidades de azúcar, sal, harinas refinadas, grasas de mala calidad y potenciadores de sabor, entre otros elementos distorsionadores de nuestra dieta y nuestra salud. Necesitamos a la industria alimentaria, pero debemos exigirle que trabaje priorizando la salud del consumidor, debemos exigirle un comportamiento ético en su actuación.


Los “sin escrúpulos” de pluma ligera

Para colmo están los vendedores de libros, algunos con bata blanca, que nos indican de qué manera podemos adelgazar, cómo podemos curarnos el cáncer comiendo “alimentos-anticáncer”, evitar cualquier enfermedad o, de nuevo, cómo adelgazar más que con el primer autor (y es que con esto del adelgazar se venden muchos libros). Así, han proliferado todo tipo de dietas con apellidos, que si la dieta "Atkins" por aquí, que si la "Dukan" por allá, que si la "Montignac" por acullá, que si "paleo", que si "low carb", que si la "alcalina", que si la de los "grupos sanguíneo"s o que si la "dieta anticáncer" y todas defendidas con un exceso de entusiasmo, en no pocas ocasiones, por profesionales sanitarios, que contribuyen con su prestigio y titulación a confundir aún más a la población. Resulta terrible y triste ver cualquiera de estos libros sobre falsas dietas en las estanterías de las librerías junto a la de otros divulgadores del conocimiento científico, como si con ello se equiparase la información que viene de los unos o de los otros.


De despropósito en despropósito y a ver quién tiene menos vergüenza

La falta de formación y la codicia contribuyen de forma decisiva a divulgar falsos mitos. Por un lado, el dietista-nutricionista no está incluido en la sanidad pública, único sanitario universitario cuya formación es específica en materias de alimentación, dietética y nutrición. Por otro lado, la mayor parte del personal sanitario en este país no ha estudiado, ni tan siquiera como asignatura optativa, nada que ver con estas disciplinas; profesionales que en muchos casos, y de modo imprudente, dan todo tipo de consejos contribuyendo a perpetuar los mitos alimentarios más arraigados. Afortunadamente, no todos actúan del mismo modo y muchos se han preocupado de estar bien informados, ¡bravo por ellos!, tienen mi apoyo y mi respeto.

Por si fuera poco, muchas sociedades científicas, a las que pertenecen muchos de estos sanitarios aceptan distintas sumas de dinero para colocar su sello sobre las etiquetas de unas galletas, un producto de bollería o cualquier otro producto insano, avalándolos ante una sociedad sin la suficiente formación como para discriminar que hay de cierto, que hay de ciencia y que hay de “euros” en dichas recomendaciones. Aquí dejo un enlace de “Dime que comes” en el que se hacen cinco preguntas o peticiones incómodas a la Asociación Española de Pediatría, no tienen desperdicio.

Durante años, sanitarios de la máxima confianza del paciente han sido responsables de difundir bulos y mitos de incalculables consecuencias sobre la salud pública como que “la leche de fórmula es mejor que la de teta”, que “los potitos son mejores que los alimentos hechos por papá y mamá”, que “las papillas dextrinadas son más adecuadas que los cereales de verdad” o que “las leches hiperazucaradas de crecimiento son una mejor opción que la leche de vaca”, en fin, un desastre, veremos cómo arreglamos todo esto. Si quieres más información sobre estos despropósitos te recomiendo encarecidamente la lectura del informe emitido por Justicia alimentaria “Mi primer veneno", la gran estafa de la alimentación infantil”.


El fanatismo

Otra fuente inagotable de mitos son las creencias dietéticas motivadas por filosofías o convicciones pseudocientíficas. Como uno de sus máximos exponentes está el mito de que la leche es un alimento inadecuado para el consumo humano porque ningún otro animal lacta en su edad adulta, y menos si la leche procede de otro mamífero. Resultan delirantes los argumentos empleados en foros de veganos o de seguidores de la dieta paleo en contra del consumo de este alimento y en contra de lo que dice la ciencia; que básicamente consiste en que, si no eres intolerante a la lactosa o alérgico a la proteína láctea, por lo general, puedes tomar leche sin mayores problemas. La leche entera, de hecho, se correlaciona con indicadores favorables de salud como ya se mencionó anteriormente. Hoy mismo leía en la página del Círculo de Nutrición y Antropología Alimentaria lo siguiente: "El ser humano es el único mamífero en consumir leche en etapa adulta, también es el único que cocina sus alimentos, que hace fuego, que hace una ensalada, produce aceite también para la ensalada, el único que va al Shopping y se compra una bombacha o un calzoncillo, el único que produce jabón y champú, el único que produce cerveza, también anda en avión, entre otras muchas cosas". Efectivamente, el ser humano es el único que hace todas estas cosas, además de tomar leche. Una mención especial merecen las personas que practican el veganismo; si eres vegano, no consumas leche, no es un alimento necesario ni imprescindible y tienes argumentos éticos, que por sí mismos, justifican tu decisión y te dignifican, tienes todo mi respeto por ello, pero, por favor, no emplees argumentos falaces, no te conviertas en un CEDA más.


De las verdades incómodas al empoderamiento de la sociedad de consumo

Y si un mito una vez que se asienta es difícil de rectificar, una verdad incómoda encontrará todo tipo de oposiciones para que se pueda abrir camino.

Hoy en las estanterías de los supermercados aguardan decenas de miles de productos superfluos e insanos que mantienen a una industria alimentaria que no considera la salud del consumidor como prioritaria y que se empeña, a través de sus estudiadas campañas de marketing, en dirigir sus gustos y preferencias más allá de sus verdaderos intereses.

La alimentación del ser humano es trascendental para el futuro y la salud del ser humano, por ello cobra especial sentido la frase "el conocimiento es poder". A través del conocimiento evitamos que nos manipulen, o al menos que nos manipulen en exceso.

Te invito a que te posiciones ante las siguientes afirmaciones y que indiques si cada una de ellas son un mito o una realidad, o quizá ni lo uno ni lo otro. Y tras aclararlo, te vuelvo a hacer una nueva invitación: no te conformes, sigue aprendiendo e investigando, cultiva tu actitud crítica, cuida de tu salud y de la salud de tus hijos.


Test: ¿Mito o Realidad?

1. Un embutido etiquetado sin nitritos puede contener nitritos. 
Mito Realidad No está tan claro 

2. Los frutos secos engordan mucho. 
Mito Realidad No está tan claro 

3. La dieta vegetariana es un factor de protección frente al síndrome metabólico. 
Mito Realidad No está tan claro 

4. Hay que comer varias raciones de frutas y verduras al día. 
Mito Realidad No está tan claro 

5. Beber agua con azúcar elimina las agujetas. 
Mito Realidad No está tan claro 

6. Hay alimentos incompatibles entre sí, como los que son ricos en proteínas respecto a los que son ricos en hidratos de carbono. 
Mito Realidad No está tan claro 

7. El producto local tiene menos impacto ambiental.
 Mito Realidad No está tan claro 

8. Los plátanos son radioactivos. 
Mito Realidad No está tan claro 

9. La alimentación debe basarse en alimentos de origen vegetal: cereales integrales, legumbres, frutas, verduras y frutos secos principalmente. 
Mito Realidad No está tan claro 

10. Los alimentos ultraprocesados están asociados al incremento de la obesidad. 
Mito Realidad No está tan claro 

11. Los niños y las embarazadas no pueden llevar una dieta vegetariana. Mito Realidad No está tan claro 

12. Comer ecológico es más sano, mejor para el medioambiente y no utiliza pesticidas. 
Mito Realidad No está tan claro 

13. Hay que tomar menos grasas. 
Mito Realidad No está tan claro 

14. Los alimentos funcionales son necesarios para mantener una buena salud. 
Mito Realidad No está tan claro  

15. La leche cruda es mejor que la procesada. 
Mito Realidad No está tan claro 

16. Si un niño no come suficiente, no crece. Por eso hay que obligarle a que coma lo que tiene que comer. 
Mito Realidad No está tan claro 

17. Hay que comer de todo con moderación. 
Mito Realidad No está tan claro 

18. Comer carne de ternera es muy poco sostenible desde el punto de vista medioambiental.
Mito Realidad No está tan claro 


Respuestas:


1. Un embutido etiquetado sin nitritos puede contener nitritos.

Realidad. Suelen contener apio y otros elementos que de forma natural tienen nitritos, aquí es donde está la trampa, no usan nitritos, pero usan vegetales que los contienen y que cumplen con la misma función. 
Ref. ¿Qué es comer sano?, de JM Mulet.


2. Los frutos secos engordan mucho.

Mito. No se relacionan con la obesidad, más bien lo contrario, se asocian a un mejor control del peso. 
Ref. Revisión que hace L. Jiménez en su maravilloso blog“lo que dice la ciencia para adelgazar.


3. La dieta vegetariana es un factor de protección frente al síndrome metabólico.

No está tan claro (al menos para mí). Según un reciente estudio que colgó en su página de facebook mi buen amigo y maestro Rafael Moreno, esto es un nuevo mito que se desmonta, ya que no parece que la dieta vegetariana sea un factor de protección como se creía. Sin embargo, esto no quiere decir que la dieta vegetariana no tenga efectos saludables; según este otro estudio que también colgó Julio Basulto en la suya, casi al mismo tiempo; la evidencia del efecto de los patrones dietéticos vegetarianos sobre el control glucémico y otros factores de riesgo cardiometabólico en personas con diabetes es positivo. Los estudios en una dirección y en la otra evidencian que restan muchos años todavía para medir el verdadero impacto sobre la salud de una dieta vegetariana. Probablemente, lo tengamos un poco más claro, una vez seamos capaces de eliminar los distintos factores de confusión y conflictos de intereses de sus autores.


4. Hay que comer varias raciones de frutas y verduras al día.

Realidad. Es muy recomendable, no se trata de un mito, de hecho es una de las recomendaciones básicas que hacen World Cancer Research Found y American Institute for Cancer Research para prevenir el cáncer, además, su consumo se asocia a un mejor control ponderal, entre otras razones de peso.


5. Beber agua con azúcar elimina las agujetas.

Mito. Pues no, esta medida no parece muy eficaz, no. Lo que sí puede prevenir su aparición es entrenar de forma progresiva y tener una buena nutrición e hidratación.
Ref. Comer o no comer de Antonio Ortí.


6. Hay alimentos incompatibles entre sí, como los que son ricos en proteínas respecto a los que son ricos en hidratos de carbono. 

Mito. Este mito tan extendido carece de toda base científica, tenemos capacidad digestiva suficiente como para digerir bien distintos tipos de alimentos consumidos a la vez, y es que no hace falta explicar mucho más. 
Ref. Comer o no comer de Antonio Ortí.


7. El producto local tiene menos impacto ambiental.

No está tan claro. Desgraciadamente, no tiene por qué, para que un producto local sea sostenible, además, habrá que examinar su sistema de producción, por ejemplo, si es un producto de regadío en una zona donde llueve poco, o si es de invernadero en un país frío donde haya que usar energía para mantener caliente el recinto. Por otro lado, tendremos que tener en cuenta que en un mundo globalizado como el nuestro, un producto con varios ingredientes puede que tenga distintos orígenes y proceder cada uno de ellos de distintas partes del mundo, aunque el producto principal sea local. En una región como la mía, es fácil comer productos del país, pero, ¿los daneses podrían hacer lo mismo con las frutas y verduras que producen?, ¿lo podrían hacer los habitantes de Siberia o del Sáhara Occidental? Lo que quiero decir con esto es que tratar de comer local no es a priori nada sencillo y a veces ni tan siquiera sostenible. 
Ref. ¿Qué es comer sano?, de JM Mulet


8. Los plátanos son radioactivos.

Realidad (con matices). Los plátanos tienen una gran cantidad de potasio y, una pequeña proporción del potasio está formado por un isótopo radioactivo, así que la respuesta es que el plátano emite una radioactividad perceptible por los aparatos de medición, pero vamos, que a ti no se te va a caer el pelo, ni aun comiendo varios kilos al día. 
Ref. ¿Qué es comer sano?, de JM Mulet.


9. La alimentación debe basarse en alimentos de origen vegetal: cereales integrales, legumbres, frutas, verduras y frutos secos principalmente. 

Realidad. Existen numerosos estudios que indican que la alimentación basada en alimentos de origen vegetal tiene grandes beneficios para la salud en general y el control del peso en particular.
Ref. Julio Basulto “Más vegetales, menos animales”.


10. Los alimentos ultraprocesados están asociados al incremento de la obesidad.

Realidad, o al menos es lo que se desprende del siguiente estudio realizado en EE. UU. y en el que su consumo parece afectar de forma especialmente negativa a las mujeres.


11. Los niños y las embarazadas no pueden llevar una dieta vegetariana.

Mito. Distintas sociedades científicas en todo el mundo se han posicionado a favor de la dieta vegetariana en todos los ciclos vitales, incluidos la niñez, el embarazo y la lactancia.
Ref. Podemos leer este artículo de Lucía Jiménez Argüelles y otros muchos en su blog “Dime que comes” o bien su libro "Vegetarianos con ciencia" los cuales nos podrán aclarará cualquier duda a este respecto.


12. Comer ecológico es más sano, mejor para el medioambiente y no utiliza pesticidas. 

Mito. En realidad los alimentos ecológicos no son mejores para la salud; no son necesariamente mejor para el medioambiente, especialmente si te los comes en España y vienen de Brasil; y sí que pueden usar pesticidas, y por si fuera poco algunos de los que pueden usar son bastante tóxicos. Lo único de lo que podemos estar seguros es de que un alimento etiquetado como ecológico cumple una legislación europea para poder denominarse así y que nada tiene que ver con la idea que tiene el consumidor de lo que es un alimento de esta naturaleza.
Ref. ¿Qué es comer sano?, de JM Mulet.


13. Hay que tomar menos grasas. 

Mito. Se asocia las grasas a algo perjudicial que te engorda, pero lo cierto es que son imprescindibles para nuestra salud y una disminución drástica de las mismas en la dieta puede ser contraproducente, incluso si queremos adelgazar. 
Ref. Mi dieta cojea de Aitor Sánchez.


14. Los alimentos funcionales son necesarios para mantener una buena salud.

Mito. Los alimentos funcionales para quienes son realmente buenos son para los intereses de la industria alimentaria.
Ref. Nos habla sobre alimentos funcionales José Manuel López Nicolás en este interesante post.


15. La leche cruda es mejor que la procesada.

Mito (y de los gordos y peligrosos). No es mejor para la salud y puede representar un riesgo para la seguridad alimentaria de graves consecuencias. 
Ref. Miguel Ángel Lurueña de su blog “Gominolas de petróleo”


16. Si un niño no come suficiente, no crece. Por eso hay que obligarle a que coma.

Mito. Lo importante no es que coma mucho, sino que coma alimentos de calidad y que respetemos su hambre. A un niño jamás se le debe obligar a comer porque favorecemos en él la hiperingesta y la obesidad, además de crear una relación emocional insana con la alimentación y los alimentos.
Ref. Nos habla de ello Griselda Herrero en su interesante libro alimentación saludable para niños geniales.


17. Hay que comer de todo con moderación.

Mito. No hay que comer de todo, hay que excluir los alimentos insanos, entre los que se encuentran la mayoría de los ultraprocesados, y basar la alimentación en alimentos saludables.
Ref. Juan Revenga habla de ello en su blog el "nutricionista de la general".


18. Comer carne de ternera es muy poco sostenible desde el punto de vista medioambiental.

Realidad. 
Es un tema muy complejo, aun así, distintos estudios indican que la presión que ejerce la ganadería industrial, en especial la del vacuno, sobre los recursos naturales es superior a la que ejerce la producción de otras fuentes proteicas alternativas.
Ref. Nos habla de ello L. Jiménez en su blog "Lo que dice la ciencia para adelgazar".


Resultados:

a) Si has acertado entre 0 y 6 preguntas: no te conformes, sigue aprendiendo e investigando, cultiva tu actitud crítica, cuida de tu salud y de la salud de tus hijos.

b) Si has acertado entre 6 y 12 preguntas: no te conformes, sigue aprendiendo e investigando, cultiva tu actitud crítica, cuida de tu salud y de la salud de tus hijos.

c) Si has acertado entre 12 y 18 preguntas: no te conformes, sigue aprendiendo e investigando, cultiva tu actitud crítica, cuida de tu salud y de la salud de tus hijos.


… y es que nunca sabremos lo suficiente.


José María Capitán
dietista-nutricionista



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