miércoles, 25 de marzo de 2020

DÉFICIT DE VITAMINA D EN TIEMPOS DE LA COVID-19

Lo que tienes que saber para no sufrir déficits y 
mantener fuerte tu sistema inmunitario


Sol: fuente de vida (nunca mejor dicho)
Es el undécimo día en el que todos los españoles permanecemos confinados como consecuencia del peligro que supone ser infectados por la COVID-19. Las medidas de confinamiento ya han sido adoptadas por muchos países y aquí, Pedro Sánchez, el presidente del gobierno, aprobará esta noche una prórroga del estado de alarma que impedirá que salgamos de nuestros hogares hasta el día 11 de abril. Por tanto, serán 30 días sin exponernos al sol, aunque mi impresión es que finalmente serán muchos más.

En estos momentos tan extraños que nos toca vivir debemos extremar nuestros cuidados para no dañar nuestra salud mientras estamos presos en nuestras viviendas. Para ello, no basta con tomar las precauciones debidas para no coger algunos kilos de más, además, tendremos que tener en cuenta que no salir al exterior puede traer consigo ciertos problemas de salud inesperados. En este post quiero centrarme en uno de los efectos adversos que puede conllevar el confinamiento: el déficit de vitamina D.

domingo, 22 de marzo de 2020

ALZHEIMER: NUTRIENTES, FITOQUÍMICOS, SUPLEMENTOS Y PATOLOGÍAS ASOCIADAS

¿Podemos prevenir o retrasar la aparición del Alzheimer? (3)


Mírame, yo no puedo acordarme de ti, pero por 
favor, tú no me olvides, quiero seguir en tus 
recuerdos, esos que yo ya no poseo
Mi abuela fue ingresada en la residencia de la tercera edad ubicada en la plaza del Pozo Santo, cerca de la plaza de la Encarnación, en el corazón de Sevilla.

Abuela, ¿cómo estás? sonríe, pero no dice nada. Está cubierta por mantas que apenas dejan ver su rostro, hace frío en la habitación. 

Está muy bien, hoy ha comido un poquito más que ayer comenta la religiosa encargada de sus cuidados.

¿Te tratan bien aquí? sonríe, pero no dice nada. Comparte estancia con otras ancianas de miradas perdidas que parecen buscar a las visitas que no llegaron.

Lo único es que apenas quiere levantarse de la cama —vuelve a intervenir la monja.

¿No quieres levantarte y dar un paseíto? sonríe, pero no dice nada. Le cojo las manos que ahora deja asomar de entre las sábanas a la altura del cuello. Las tiene muy frías, se las froto un poco, pero no calientan.

Mi abuela había sido ingresada hacía tan solo unas semanas. Ya casi no se levantaba de la cama y no hablaba, pero mantenía en su semblante una dulce sonrisa. Parecía agradecer que fuera a visitarla, aunque estaba seguro de que no me reconocía. Unos días después se cayó de la cama, se fracturó la cadera y ya no volví a verla nunca más.

Mi mente se calla, solo escucho el silencio, y tras 
el silencio, más silencio, solo eso, nada más
En la tercera etapa de la enfermedad de Alzheimer (EA), se ven afectadas todas las facultades intelectuales. Se observa rigidez muscular y resistencia al cambio postural. Es posible que aparezcan temblores y crisis epilépticas. El enfermo de Alzheimer no reconoce a sus familiares, incluso es probable que no se reconozca en el espejo. Se muestra tremendamente apático, pierde la capacidad de vestirse, lavarse, comer o andar. Pierde en cierta medida la capacidad de respuesta ante el dolor y presenta incontinencia urinaria y fecal. La persona puede terminar encamada y con alimentación asistida.

martes, 10 de marzo de 2020

ALZHEIMER: ALIMENTOS, ALCOHOL Y TABACO

¿Podemos prevenir o retrasar la aparición del Alzheimer? (2)


¿Quién eres?, ¿quién soy?, ¡no importa!, toma mi 
mano, no me dejes sola en la nada

Solía asomarme al balcón de la casa de mi abuela a observar las salamanquesas que poblaban el blanco muro del otro lado de la calle, muro que iluminado por las farolas dejaba ver el paso del tiempo a través de sus grietas y desconchones.  Ella, mi abuela, siempre había tenido su terraza llena de geranios, ahora estos lucían mustios. Su vecina Agustina y su hijo Mariano se quejaban de que se levantara cada noche entre las dos y las cinco de la madrugada para regar las macetas y que, semivestida, se pusiera a cantar a viva voz mientras arrojaba sobre ellas una gran cantidad de agua. El agua, al rebosar los tiestos, salpicaba sobre la acera y generaba un estrepitoso ruido, todo ello a unas horas en las que todos los vecinos trataban de dormir. Tu abuela ya no puede seguir así decía Agustina preocupada ante el rostro circunspecto de su hijo. En el interior de la vivienda, mi viejita se mecía en su butaca mirándome sonriente. Vestía un muy usado camisón de raso negro con encajes y, empapada en sudor, batía su abanico para mitigar el sofocante calor. De esas tórridas noches de verano hace ya 35 años.

¿Sabes dónde estamos abuela?

¡Claro!, en mi casa, en la calle Descalzos se entiende la respuesta, aunque arrastra mucho las palabras al hablar y no es fácil saber siempre lo que dice. En esta calle vivió hace ya muchas décadas, fue la casa donde creció mi padre.

Ahora vives en la calle Juan de la Encina, frente a la calle Guadalupe, ¿te acuerdas?

¿Juan de la Encina? ríe de forma nerviosa mientras su rostro dibuja una mezcla de asombro y desconcierto.

¿Sabes quién soy yo?

Mi hijo responde.

No abuela, ¡soy tu nieto!

¿? Desvía la mirada y pierde la sonrisa, dejando entrever el pavor que siente al no entender lo que le está pasando; su mundo se desvanece lentamente.