lunes, 15 de junio de 2020

SER DIETISTA-NUTRICIONISTA Y LA COOPERACIÓN INTERNACIONAL

Entrevista a Daniel Rodríguez


Siempre me atrajo la cooperación internacional, por ello empecé a estudiar medicina; tenía la intención de prestar mis servicios en aquellos países donde más se necesitasen. Desgraciadamente, las circunstancias del momento me obligaron a abandonar la carrera y con ella mis buenas intenciones. Muchos años más tarde, tras acabar el Grado de Nutrición, mi vida ya tenía otro rumbo y no era viable dar ese paso, de alguna manera “se me había pasado el arroz”.

Sin embargo, sí que conozco a una persona que como dietista-nutricionista ha dado ese salto y ha trabajado en distintos países contribuyendo a mejorar la calidad de vida de otros seres humanos. Me refiero a mi colega Daniel Rodríguez, el cual conocí el año en el que se inauguraba el Grado de Nutrición Humana y Dietética en la Universidad Pablo de Olavide y con el que tuve la oportunidad de compartir algunas asignaturas. 


Dani, estoy seguro de que no soy el único que se ha planteado alguna vez dedicarse a la cooperación internacional. ¿Hay muchos nutricionistas trabajando en esto?

Pues si te digo la verdad no conozco a muchos. Lo cierto es que en la carrera no se nos forma para esto. Es una pena, porque creo que el dietista-nutricionista tiene mucho que aportar aquí. Yo empecé como cooperante tras optar a un programa de voluntariado que había ofertado la diputación de Huelva y que buscaba a un técnico en nutrición. Para mi suerte fui el único nutricionista que optó a esta plaza. Nuestros compañeros no contemplan todavía esta posibilidad, quizás, más por falta de conocimiento sobre este mundillo, que por falta de interés. 

Daniel Rodríguez imparte un taller de alimentación saludable a la sombra
 de los árboles en la aldea de Kibassa, acompañado de Honorine, responsable
 de género y desarrollo local de la ONG FODDE, socia de alianza por la solidaridad.
Senegal, marzo 2018

¿Qué fue lo que hizo que tú sí te interesaras por la cooperación internacional?

Fue un conjunto de cosas. Por un lado, tuve esa vocación desde mi adolescencia, influenciado por la educación que recibí y las largas charlas con mi abuela. Luego, quise estudiar algo que me permitiera dedicarme a los demás; por eso, opté por la rama sanitaria.  Una vez dentro del Grado de Nutrición hubo dos personas que me motivaron especialmente. Uno de ellos fue Pedro Cantero que impartía la asignatura de "Alimentación y Cultura". Pedro, además del contenido teórico de su asignatura, compartía con nosotros sus experiencias de vida con otras culturas, algo que me atrajo enormemente. Él sembró en mí la semilla del respeto a los estilos de vida de otros pueblos. Recomiendo especialmente uno de sus libros “Salinas de Guaranda, horizonte de economía solidaria”. En este libro habla sobre sus vivencias en Ecuador, y es un alegato a la diversidad agrícola y alimentaria. El otro docente que me influyó, y que fue quien realmente me mostró la puerta que abría el camino del D-N hacia la cooperación, fue Alfonso Rodríguez. Alfonso daba la asignatura de "Alimentación Infantil", tú ya lo mencionaste en el artículo que dedicaste a la nutrición pediátrica y en el que entrevistaste a nuestras compañeras Laura Ramírez y María Rodríguez. En su asignatura trató el tema de la desnutrición infantil en los países del tercer mundo. Fue a partir de aquí que me planteé si yo quería dedicarme a tratar los problemas de la sobrenutrición en el primer mundo o debía orientarme a aquellos que tenían problemas alimentarios como consecuencia de su escasez de recursos. Esta reflexión hizo que a los pocos meses de empezar mi vida laboral como autónomo en “MeNutres” dejara todo aquello a un lado y me lanzara a mi primera aventura de voluntariado internacional en Perú. Desde entonces no he abandonado este camino.


Dani, ¿de qué madera hay que estar hecho para abandonar todo lo que conoces e ir a sitios donde probablemente pases necesidades y estés alejado de los estilos de vidas a los que estás acostumbrado?

Es una pregunta muy complicada, José María –Dani se ríe y se vuelve a acomodar en su asiento para tratar de contestar la pregunta– No sé de qué manera hay que ser. La verdad es que a lo largo de estos años me he encontrado a gente muy diferente. Yo no creo que haya solo un tipo de persona que se pueda dedicar a esto. Para mí, la clave es preguntarse mucho “el porqué de las cosas”. Creo que hoy en día nos cuestionamos pocas veces ciertas realidades, incluso preferimos ignorarlas. Está claro que esta opción de vida no es para los conformistas y comodones, para quienes creían en aquella vida que nos vendía la generación de nuestros padres: estudiar una carrera, tener un buen salario y luchar por el máximo de vacaciones. La cooperación es para gente inquieta e inconformista, es para aquellos que se atreven a eso que ahora llaman “salir de la zona de confort”.


¿Qué requisitos debe tener alguien que se quiera dedicar como tú a esto?

Al principio, cuando buscaba en Internet alguna oferta sobre cooperación, parecía que había que tener el CV de un ministro para acceder a una plaza. Había que dominar varios idiomas, tener más de cinco o diez años de experiencia en tu sector, no debías ser mayor de cierta edad ni tampoco demasiado joven, y así un largo etcétera. Pero yo me fui a Perú con 23 años y sin la mayoría de esos requisitos. Y es que lo realmente fundamental, y lo que más se valora, es tener cierta actitud.

Preparación de almuerzo saludable con el equipo de las ONG
Salud Sin límites Perú y SICRA, en la provincia de Angares. Perú, marzo 2016

No quiero decir con esto que “cualquiera pueda irse a cualquier rincón para ayudar como sea” (eso no funciona), porque está claro que para algunos puestos es imprescindible tener ciertos conocimientos y experiencia. Por ejemplo, siempre debes ser capaz de comunicarte con la gente; la comunicación es la clave del éxito en cualquier intervención. Si te vas a África será necesario que sepas inglés, francés o portugués, dependiendo del sitio al que vayas, y si además muestras cierto interés por aprender la lengua local mucho mejor. Otro aspecto importante es haber cursado un máster en cooperación internacional como el que se imparte en la Universidad de Granada o en otras muchas ciudades de España. Aunque en este sentido yo soy un mal ejemplo, porque a día de hoy todavía no lo he hecho, no me ha dado tiempo, ya que he ido encadenando experiencias en distintos destinos desde que empecé. Sin embargo, creo que los puestos que he tenido a lo largo de estos años, los he conseguido más por la actitud y el entusiasmo que he demostrado que por mi currículo.


Dani, como dietista-nutricionista, ¿qué trabajos has desarrollado en estos años?

Últimamente, he estado haciendo un trabajo más de tipo administrativo, responsable de la gestión técnica y financiera de los proyectos, en el que las actividades con las familias las realizaban los miembros del equipo local. De cualquier forma, hay que distinguir entre el cooperante para el desarrollo y el que realiza su trabajo en lugares donde existe una emergencia humanitaria. Cuando hay una emergencia, el D-N cooperante se centra más en paliar la desnutrición que pueda existir, desarrollando su trabajo en los centros de salud (nutrición clínica) o distribuyendo comida según necesidades de los diferentes colectivos afectados.   El cooperante para el desarrollo, es mi caso, se centra en implementar programas destinados a mejorar la calidad de vida de los pueblos. Mi trabajo, por tanto, se ha centrado más en la nutrición comunitaria y no tanto en la nutrición clínica. 

Reunión con todos los representantes del Programa de Cruz Roja sobre Apoyo a la 
Seguridad Alimentaria y Nutricional, a la Agricultura Sostenible y la Resiliencia,
 en Kedougou. Burkina Faso, noviembre 2019

Durante estos años he trabajado como nutricionista impartiendo talleres de educación nutricional. En muchos sitios, como en Perú, no es que la gente no tenga qué comer, lo que ocurre es que se hace una mala selección de los alimentos que se tienen disponibles. En Perú, como en otros países, se vende la producción local para adquirir alimentos importados; es decir, se venden alimentos tan nutritivos como la quínoa, las habas o los altramuces para sustituirlos por fideos, arroz blanco, azúcar, coca cola o dulces. Por tanto, una de las actividades en las que me he ocupado estos años ha sido la de promocionar el consumo de alimentos locales frente a los alimentos procesados que venían de fuera. En Mozambique, con la ONG Madre Coraje, también realizamos talleres de alimentación saludable y demostraciones culinarias a base de productos locales. En Senegal, en los comedores escolares, realizaba talleres con niños y profesores y creamos un huerto escolar para que los abastecieran con sus productos. En este periodo también realizamos un seguimiento del peso y crecimiento de los niños.


Escuela de Dijabougou, de la comuna de Kerewane. Jornada de 
medida del peso y talla de los alumnos para el cribado de posibles 
casos de desnutrición infantil. Daniel está acompañado por Awa Dramé 
(agente de salud de la escuela) y por el enfermero de la zona. 
Senegal, noviembre 2017

¿Podrías contarme alguna experiencia que para ti fuera especialmente emocionante?

Pues me gustaría contarte una experiencia sencilla, pero que a mí me puso los vellos de punta, porque me hizo consciente del impacto de mi trabajo. Fue en Perú, iba con una compañera, Ana, que era enfermera. Estábamos visitando las casas de la aldea para comprobar cómo estaban las familias y si se estaban respetando las normas de higiene que habíamos fomentado. Una de las señoras, al llegar a su casa, nos ofreció una sopa. Ella, con toda la ilusión del mundo me explicó todos los ingredientes que había puesto en el plato y que, además de todas las verduras, el maíz y las patatas, a su hijo le había puesto un huevo. Esto me resultó muy emocionante porque veía como el mensaje que había estado dando en los talleres estaba calando y los estaban integrando en sus vidas, y que ella, además, se sentía orgullosa porque ahora la alimentación de su hijo era mejor. Probablemente, sus próximos hijos no formarían parte de la lista de niños con anemia de la provincia.

Comunidad de Chontacancha en Huancavelica. Dani está acompañado de su compañera 
enfermera Ana Meneses, y de la anfitriona Celia en una de las visitas a domicilio que se hacían para el seguimiento de la puesta en marcha de los buenos hábitos de higiene, 
consumo de alimentos saludables y alimentación de menores de 5 años. Perú, noviembre 2015

¿Puedes contarme también alguna experiencia que te dejara mal sabor de boca?

Esta vez te hablo de Mozambique, y también tiene como protagonista al huevo. Allí existe la creencia (en determinadas etnias) de que consumir huevo cuando estás embarazada, durante la lactancia o en los primeros dos años de edad, provoca que el niño se quede calvo. A mí me parecía que con unos recursos proteicos tan limitados en su alimentación y siendo el huevo un alimento disponible para ellos, esta era una creencia peligrosa que había que desterrar. Sin embargo, los proyectos suelen tener muchas actividades y no puedes dedicarle todo el tiempo y esfuerzo que te gustaría a cada detalle. Mi tiempo en esa experiencia se terminó y no pude combatir con grandes resultados esa creencia.


¿Dónde dirías que el D-N hace más falta cómo cooperante?

Creo que estamos en un momento en el que se valora cada vez más la figura del D-N y que nuestra intervención es necesaria en todos los lugares. En países en vías de desarrollo nuestra labor está muy ligada a los sistemas de producción de los territorios, apostando por mejorar el autoconsumo en zonas rurales. Pero la forma de trabajar puede ser muy diversa según el contexto. Por ejemplo, recientemente hemos visto en Somalia que tras unas condiciones climáticas adversas sus cosechas se vieron muy mermadas, posteriormente sufrió una plaga de langostas que terminó por arrasar lo poco que le quedaba. Aquí un nutricionista, además de trabajar en promoción de consumo de alimentos locales de alto valor nutritivo, también trabajaría de forma puntual en la distribución de alimentos, según las necesidades nutricionales de la población, y en la atención a niños en riesgo de desnutrición en centros sanitarios. Pero, como ya te he dicho, el D-N hace mucha falta en todas partes, tanto para tratar la desnutrición y sus secuelas como para abordar la sobrenutrición y sus comorbilidades. 

Comunidad de Cavano en Cabo Delgado. Jornada de sensibilización sobre la importancia de
 las prácticas de higiene y de la alimentación de menores de 2 años para evitar la desnutrición. Mozambique, noviembre 2018

Daniel, la pandemia de la COVID-19 te ha pillado aquí en España, pronto se abrirán las fronteras y podrás volver a tu trabajo en África; ¿qué mundo te esperas encontrar en países que carecen de los recursos sanitarios necesarios como para afrontar esta situación?

El temor, en un principio, era que el virus evolucionara en África como en Europa. Con unos sistemas sanitarios tan deficientes, la situación podría ser catastrófica. Pero de momento no ha sido así, quizá porque la gente vive más en la calle y no tanto en sitios cerrados; o porque al no estar tan encerrados están más expuestos al sol y sus reservas de vitamina D son mayores y, por tanto, su sistema inmunológico más fuerte; o también porque la temperatura es más elevada y el virus se propaga peor aquí; o simplemente porque ellos están acostumbrados a las epidemias y su forma de afrontarlas parte de una gran experiencia, de hecho, cerraron las fronteras muy pronto. Lo cierto es que hasta ahora las muertes por coronavirus en África no están siendo tan numerosas como se temía en un principio. Antes de regresar a España yo estaba en Burkina Faso donde estaba trabajado con Cruz Roja. Allí, en dos meses solo hubo 800 casos y 52 muertos, algo que supone un alivio a un país que al inicio de la pandemia contaba con poco más de 20 camas de UCI en todo su territorio. Una vez que abran las fronteras intercontinentales, iré a Mozambique, con la ONG medicusmundi, para coordinar un proyecto de nutrición y salud pública; confío en que la situación allí no se desboque y podamos realizar el trabajo que esperamos.


Te conocí cuando apenas tenías 19 años, ¿qué ha cambiado en el Dani de ahora tras su experiencia como cooperante?

Sí que ha habido cambios. Por poco que hagas las vivencias que tienes te van moldeando con el paso del tiempo. Ahora creo que soy una persona más completa que cuando me conociste. Más completa en cuanto a los valores que he ido adquiriendo en mi día a día. Cuando miro hacia atrás me veo a mí mismo con muchas verdades absolutas. Verdades absolutas que se han ido desplomando por el camino. He aprendido a relativizar las cosas y a ser más flexible con mis ideas. El Dani de hoy en día tiene una visión más global de las cosas y valora otros aspectos que antes podía no percibir. Antes, por ejemplo, veía el problema de la nutrición más como un conjunto de intervenciones puntuales, quizás en una consulta; hoy entiendo que la nutrición está relacionada con muchos factores, como son los recursos agrícolas, las creencias de cada cultura, el acceso a la educación y otras mil circunstancias que debes entender para poder llevar a cabo una intervención realmente efectiva allí donde realices tu trabajo. Yo creo que ahora me pregunto más porqués que antes, también estoy más perdido, ya que de un porqué paso a otro y no encuentro el fin a esta cadena de preguntas, –dice mientras se ríe-, pero al mismo tiempo estoy más convencido de lo que hago.


¿Por qué crees que un estudiante de nutrición o un dietista-nutricionista se debería sentir interesado por la cooperación internacional?

Te podría responder de muchas formas para tratar de captar el interés de los D-N que nos estén leyendo, pero te voy a responder diciéndote que a mí la cooperación me ha abierto a otras realidades. Me ha hecho descubrir cómo todos estamos interrelacionados: los del norte con los del sur y los del oeste con los del este. Que lo que tú haces tiene una repercusión global y afecta a personas que están "vete tú a saber dónde", produciendo quizá uno de los ingredientes de uno de esos platos que tú te estás comiendo. 

 Sesión de demostración culinaria en Maringanha, Pemba, acompañado por mujeres
pescadoras que participaban en un proyecto de mejora de sus hábitos alimentarios y
 medios de vida. Mozambique, septiembre 2018.

Me gustaría llamar la atención sobre nuestra relación con países como aquellos en los que estoy trabajando. Por un lado, se aprueban proyectos de cooperación, y por el otro les metemos una gran presión, con las “leyes del mercado internacional”, que les ahogan, o bien importamos su producción a un precio que no les permite salir de su situación. En este sentido, creo que los nutricionistas también debemos actuar. Hoy muchos D-N se han convertido en influencers de la alimentación. Pero como influencers no nos podemos limitar a la salud individual de las personas, nuestra visión debe ser más global, conocer de dónde vienen los alimentos y el coste social y medioambiental que tienen estos. Mi experiencia en cooperación me ha hecho más sensible en este aspecto. Hoy por hoy, me irrita que haya nutricionistas en España recomendando el consumo de papaya, piña, mango o quínoa como muy saludables; cuando, en realidad, están restando salud a sus productores. Productores que trabajan en condiciones muy precarias, percibiendo muy poco dinero y dejando de consumir esos alimentos por otros menos saludables. Todo ello mientras nosotros nos alejamos de nuestra dieta mediterránea. Es aquí donde me gustaría poner en evidencia las carencias de nuestro sistema educativo. No contempla esas otras realidades, y que no dedica una sola asignatura en un Grado como el de Nutrición Humana y Dietética a estudiar qué implicaciones tiene que metamos en nuestro carro de la compra ciertos productos. Tampoco, a estudiar la relación entre producción de alimentos y consumo de nutrientes. Creo que debemos procurar promover un consumo responsable y centrar nuestra alimentación en alimentos locales. El trabajo de un nutricionista en países como el nuestro puede ser incluso más importante del que yo pueda realizar allí donde esté, promoviendo, precisamente, un consumo que contemple estas otras realidades. En definitiva, los nutricionistas no podemos hacer nuestras recomendaciones sin tener en cuenta que implica el proceso productivo.


Es cierto que como nutricionistas desarrollamos nuestro trabajo de un modo muy localista, pero vivimos en un mundo global y esa visión que estás transmitiendo me parece muy acertada. Debemos lograr que el beneficio de algunos no suponga el perjuicio de otros. Dani, ¿vas a ser cooperante siempre?

No lo sé. De momento sí. Decías antes que tú, por circunstancias de la vida, no diste el paso en su día y que después entendías que se te había pasado el momento. Yo creo que esto, efectivamente, es mejor hacerlo joven, aunque se pueda realizar a cualquier edad. Lo cierto es que debes sentirte preparado. A veces te ves en situaciones que no son a las que estás acostumbrado, bajo temperaturas que no son las tuyas, viviendo cosas, a veces muy duras, lejos de tu casa. No sé si siempre tendré la energía para dedicarme a ello, no pienso mucho en esto, de momento te digo que sí. Lo que tengo claro es que, si vuelvo algún día aquí, me seguiré formando para trabajar en desarrollo local, en promoción del desarrollo rural. Yo vengo de la España vacía, de un pueblo de menos de 5000 habitantes, Cortegana (Huelva), y creo que hay que llenarla, no solo en el sentido demográfico de la palabra, hay que llenarla de iniciativas diferentes; ese es el futuro si queremos un mundo más sostenible. En definitiva, si vuelvo algún día trataré de aplicar aquí lo que he aprendido allí. Una cosa que nos ha enseñado el coronavirus es que todo el trabajo que se hacía en una oficina se puede hacer por teletrabajo y eso nos puede ayudar a potenciar la vida rural.


Quizá alguno de nuestros lectores que se muestren interesado por la cooperación internacional se estén preguntando cómo moverse o a quién dirigirse para dar ese primer paso, ¿puedes orientarles?

Lo más efectivo es el boca a boca. El que tiene curiosidad "bichea" por internet, busca opciones y seguro que encuentra algo. Yo me inicié porque mi hermano ya tenía experiencia y me habló de una vacante. Luego, vas conociendo gente, esa gente te comenta nuevos proyectos y terminas encadenando un trabajo con el otro. Por otro lado, si no tienes el máster en cooperación, lo normal es que antes de optar a un puesto remunerado empieces como voluntario. Para hacer un voluntariado solo hay que tener ganas, motivación y alguna formación en la plaza que se ofrece; sea en nutrición, en medicina, en ingeniería agrícola o en lo que sea. También te van a valorar que ya hayas trabajado en programas solidarios y que demuestres que eres una persona con inquietudes y con sensibilidad. Una buena forma de empezar como voluntario es a través del Programa de Voluntariado Europeo, o en La Cruz Roja, o a través del Fondo Andaluz de Municipios para la Solidaridad InternacionalTambién hay una página de Facebook que se llama: Asociación Profesional de Cooperantes Españoles, en la que suelen compartir noticias, cursos, formación y voluntariado. 


¿Cómo te gustaría terminar esta entrevista?

Me gustaría terminar recomendando algunos libros; el primero de ellos es “Bueno, Limpio y Justo". Principios de una nueva gastronomía” de Carlo Petrini, quien decía que comer es un acto agrícola y producir debe ser un acto gastronómico. Y es que antes, los agricultores producían para alimentar a las personas, y ahora se produce para vender; no podemos permitir la deshumanización de todos los trabajos agrícolas o ganaderos tal y como está ocurriendo hoy. 

El otro libro que quiero mencionar es “Quién alimenta el mundo” de Vandana Shiva, que profundiza en algunos de los aspectos que hemos tratado en la entrevista.

Comunidad de Antamachay, a 4000 msnm, Angaraes. Jornada de visitas a las familias y 
encuestas para el registro de la frecuencia del consumo de alimentos para identificar 
carencias nutricionales y enfocar la intervención acorde a las costumbres locales. 
Perú, octubre 2015

Por último una frase que escuché a José Esquinas en una conferencia que dio en una de las Jornadas del CODINAN. La conferencia trataba sobre la diversidad agrícola en la lucha contra el hambre y la desnutrición, y decía: "comer o comprar es una decisión política". Con esta frase José Esquinas quería decir que se podía evitar el hambre en el mundo si fuéramos consumidores responsables. Acto seguido continuaba diciendo: “vamos a consumir para ser felices y no para acumular y luego tirar". Como nutricionistas no tenemos formación específica para aconsejar sobre consumo responsable, pero como profesionales no podemos eludir esta responsabilidad. 



La entrevista con Daniel ha sido muy inspiradora, llena de entusiasmo y de verdad, esa verdad que necesita el mundo para humanizarse y no perecer en sus contradicciones. Confío en que, cada vez más, haya dietistas-nutricionistas que se dediquen a la cooperación internacional, porque tenemos mucho que decir en un mundo en el que unos mueren de hambre, al mismo tiempo, que otros muere ahogado en sus excesos alimentarios, y esto no tiene ningún sentido. 

Si deseas contactar con Daniel, si tienes alguna duda o cualquier consulta que hacerle, puedes escribirle a: danie.rgez@gmail.com




José María Capitán 
dietista-nutricionista






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2 comentarios:

  1. Excelente labor para llevar una alimentación básica a los países más pobres del mundo. ¡Sigue así!

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  2. Muy interesante, es lo que hablamos tantas veces... tenemos que consumir los productos mas cercanos, es mejor para el planeta y para nosotros.... y sí la España "vaciada" es una pena, ojala la gente quiera volver a vivir en esos pueblos, ahora que vamos a poder trabajar desde cualquier sitio, sin necesidad de desplazarnos a las grandes ciudades, necesitamos promocionar el movimiento slow....

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