Un
problema de peso
La prevalencia de obesidad en las
sociedades desarrolladas desbordan cualquier previsión que se hiciera hace tan
solo treinta años. Charlatanes, inventores de métodos mágicos para adelgazar,
científicos al servicio de la industria alimentaria, publicistas y
administraciones poco comprometidas con sus ciudadanos son algunas de las
piezas de un puzzle que agravan un problema que se antoja de difícil solución.
Where is
the problem?
Los de mi edad recordaremos las películas
de James Stewart y Audrey Hepburn, algunas de ellas eran en blanco y
negro, ¿las recuerdas? Sí, los protagonistas eran delgados, también lo eran los
actores secundarios, incluso la mayoría de los extras y probablemente también
los cámaras, decoradores y guionistas. La razón de esta coincidencia es que
hasta hace apenas tres o cuatro décadas EE. UU. estaba formado por una sociedad de
gente delgada. Lo mismo ocurría en otros países donde hoy, la epidemia de la
Obesidad asola a sus ciudadanos, como es el caso de España.
Uno de los estudios más recientes sobre
obesidad ha sido realizado en el lugar donde trabajo, en el Ayto. de Sevilla,
entre escolares de 6 a 12 años. Los datos obtenidos indican que entre una
cuarta parte y un tercio de los niños sevillanos, sufren exceso
ponderal (la horquilla es tan amplia debido a los distintos sistemas de
clasificación empleado para determinar el sobrepeso y la obesidad). Esta cifra,
verdaderamente alarmante, no nos dibuja un futuro mejor, un porcentaje muy alto
de estos niños, serán obesos en su etapa adulta, ya que la obesidad temprana
suele ser un predictivo bastante exacto de la obesidad del adulto.
¿Por qué tenemos este problema?
No lo sabemos con certeza, pero tenemos
muchas pistas, algunas posibles causas son: alteraciones en nuestro microbioma
debido a una mala alimentación, quizá al consumo de edulcorantes artificiales,
a la toma de antibióticos antes del año de edad o al tratamiento del ganado
destinado al consumo humano con estos fármacos; también pueden influir los
antecedentes familiares de obesidad, una mala alimentación de la mamá durante
el embarazo y la lactancia, nacer por cesárea en vez de por parto natural, no
tomar el pecho o tomarlo poco tiempo, dietas hiperproteicas antes de los tres
años, desarrollar obesidad antes de los doce, cambios hormonales durante
la menarquía, embarazo o menopausia y quien sabe cuántos condicionantes
más influyen en esta compleja problemática.
Lo cierto es que somos el resultado de
miles de años de evolución, en los que nos hemos ido adaptando al medio. Los
cambios adaptativos no se producen de un día para otro y a pesar de ciertas
modificaciones que pueden explicarse desde la epigenética, nuestro aparato
digestivo sigue siendo básicamente el mismo que hace 40000 o 50000 años, sin
embargo, nuestra alimentación ha sufrido un cambio espectacular en los
últimos 40 o 50 años. Hemos pasado de tener de 200 alimentos básicos en nuestro
menú habitual, a poder elegir entre más de 20.000 artículos alimentarios
que nos aguardan pacientes en los estantes de los supermercados, la mayoría
alimentos ultraprocesados llenos de azúcar, grasas de mala calidad y/o
sal.
Durante siglos de evolución desarrollamos un programa biológico que sin duda era básico para la supervivencia, ese programa decía “cuando tengas alimentos, ¡come!”, y es que no siempre había comida disponible. Hoy, en nuestra sociedad, siempre tenemos alimentos a nuestro alcance, pasamos delante del frigorífico y en atención a nuestro programa biológico, abrimos la puerta y… comemos. Por otro lado, el hombre primitivo, y el de hace 100 años también, para poder obtener alimentos tenía que “sudar”, el que no trabajaba, no comía, esa era la regla. Cazar un conejo, subir a un árbol para alcanzar la fruta o pescar en el río, se traducía en gasto energético, ¿sabéis cuántas calorías gastamos hoy en abrir la puerta del frigorífico?
Actualmente, una de nuestras peores enemigas es sin duda “la publicidad”, que continuamente nos empuja a comer (enlace). Cada vez que escuchamos la radio, vemos la televisión, navegamos por internet o leemos una revista, recibimos cientos de impactos publicitarios que nos dicen: “come o bebe nuestro producto, si lo haces serás mejor o tendrás más éxito social, o sexual o económico”. No es nuevo, la estrategia consiste en identificar el objeto publicitado con nuestras aspiraciones de dinero, sexo, poder, salud..., creando la ilusión de que su consumo nos hará sentir más felices, haciendo realidad nuestros sueños, ¿quién se puede resistir? Sin embargo, lo que nos ofrecen, con demasiada frecuencia, dista mucho de ser saludable: snacks, refrescos, galletas, bollería, helados, precocinados y bebidas alcohólicas ocupan un espacio importante en la parrilla publicitaria.
¿Qué hacemos mal?
Muchas cosas, y las que creemos hacer bien
encima, no son efectivas. En 2005, en España, se creó la Estrategia NAOS
(Estrategia para la Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad),
doce años después las cifras de obesidad no han dejado de crecer, tampoco nos
hemos vuelto más activos. El problema sigue sin resolverse y lo cierto es que
nos urge encontrar una solución. Entre tanto, aparecen periódicamente gurús de
la nutrición que agravan más aún el problema, no hace mucho Dukan, pero antes
fueron Atkins o Montingnac. Buscamos una solución, pero nuestra
desorientación, falta de información y la manipulación que sufrimos de estos
tenderos mediáticos de la alimentación y otros intrusos profesionales nos
llevan por callejones sin salida. Por si fuera poco nosotros mismos,
profesionales de la nutrición, no terminamos de ponernos de acuerdo sobre qué
divulgar, siendo nuestros mensajes en ocasiones ambiguos o
contradictorios: ¿cereales integrales sí o no?, ¿las legumbres son adecuadas?,
¿leche entera o desnatada?, ¿más carne o más vegetales?, ¿gluten, lactosa,
omega-3, suplementos deportivos?, y tantas cuestiones que depende de quien las
conteste obtienen una respuesta u otra.
¿Está la respuesta en la botica?
¿Podemos tomar algo para perder peso?
Actualmente, se invierten miles de millones
de euros en tratar de dar con una solución farmacológica que ataje el problema,
pero estas inversiones no han dado fruto alguno.
Aquellos fármacos que inhiben el apetito como la sibutramina o la fentermina, ambos anfetaminas, tienen tantos efectos secundarios y se muestran tan poco efectivos a medio plazo, que hay que tachar simplemente de temerarios o locos a aquellos que se aventuran a adquirirlos a través de ciertas páginas de internet donde con pasmosa facilidad se transgrede la legalidad vigente (ambos fármacos están prohibidos en España). Los fármacos que causan malabsorción de grasas, como el Orlistat, o la fibra dietética, que provoca sensación de saciedad, no suponen tampoco un avance significativo.
Lo cierto es que el control de la obesidad no se encuentra en el despacho de la farmacia, ni en los estantes de herbolarios o supermercados, seguimos buscando esa bala mágica, de la que hablaba el científico alemán Paul Ehrlich, en este caso, que mate la obesidad, pero no la hemos encontrado.
Entonces, ¿qué debemos hacer?
Comer bien y hacer más ejercicio.
¿Esperabas otra respuesta?, así de simple y así de complicado, y para lograrlo
debemos implicarnos todos, administraciones, industria alimentaria,
publicistas, educadores, dietistas técnicos y dietistas-nutricionistas.
Las estrategias institucionales deben
pasar por hacer tan atractiva la manzana como cualquier refresco de cola,
fomentando el consumo de alimentos sanos frente a los insanos, aunque esto
suponga la incomodidad de algún empresario del sector. Tenemos que trabajar en
la educación alimentaria de la población infantil como estrategia prioritaria, ya que en los primeros años se forman los hábitos que perdurarán el resto de la
vida. Para ello, debemos esmerarnos en ofertar menús saludables en los
comedores escolares y en general en toda la restauración colectiva, y crear el
gusto por lo sano. Se deben sustituir las máquinas expendedoras de comida y
bebida basura por otras de frutas y bocadillos de panecillos integrales allá
donde haya jóvenes. Debemos poner cortapisas a la publicidad, exigiendo el
cumplimiento de un verdadero código ético que a diferencia del actual código
PAOS sea de obligado cumplimiento y que anteponga la salud del usuario antes
que el beneficio empresarial. La industria alimentaria debe cumplir su parte,
creando alimentos saludables, con aceites de calidad, sin potenciadores del
sabor, exceso de sal o aditivos innecesarios y las administraciones deben crear
planes efectivos, ¡ya!
¿Cuál es el papel del dietista-nutricionista?
El dietista-nutricionista debe ser un
referente, por ello, debemos tener un comportamiento exquisito, siendo honrados
con aquellos que depositan su confianza en nosotros, priorizando el bienestar
del usuario antes que nuestro propio interés económico, solo de esta forma
podremos prestigiar esta profesión.
El dietista-nutricionista tiene que ir más
allá de dar meros consejos dietéticos, debe implicarse al máximo con sus alumnos,
como a mí me gusta denominarlos, y no pacientes. El término paciente hace
referencia a una persona enferma que es atendida por un médico. Nuestros
usuarios deben ser gente impaciente por aprender a
autogestionar su salud, por eso prefiero la denominación de alumnos, ya que lo
que reciben de nosotros, en gran medida, es educación, educación nutricional.
La educación nutricional pasa por enseñar
a comprar en los mercados “in situ”, enseñando a diferenciar aquellos alimentos
que son importantes de los que no lo son o incluso de los que distorsionan
nuestra salud. Debemos visitar la cocina de nuestros alumnos y
ver qué tipo de alimentos hay en las alacenas y neveras, cómo se almacenan y
desde hace cuánto tiempo. Tendremos que revisar el tamaño de la vajilla en la
propia cocina. Los platos han aumentado su tamaño en las últimas décadas y
nosotros aprendimos que había que comérselo todo, y sí, en un plato
grande cabe más.
El dietista-nutricionista debería cambiar
su estrategia para pasar de ser un mero consultor a ser un coaching de la
nutrición y de esta forma poder aumentar nuestras probabilidades de éxito y
obtener mejores resultados, actualmente sé de algunas compañeras que siguen
esta línea con la que empiezan a tener muy buenos resultados, ¡adelante!
Algunos consejos para perder peso sin hablar de raciones ni gramos
Nunca he sido partidario de pesar los
alimentos, creo que no es necesario y es poco práctico, de hecho en la mayoría
de los casos puede bastar con reordenar la alimentación para obtener buenos
resultados, y debe ser nuestra primera estrategia. He aquí algunos
consejos generales que son válidos para casi todo el mundo, los individuales
habrá que trabajarlos en consulta.
- Basa tu alimentación en alimentos de origen
vegetal como son las frutas, verduras, cereales integrales, legumbres y
frutos secos sin procesar y utiliza como principal grasa el aceite de
oliva virgen o virgen extra.
- Modera el consumo de alimentos de origen animal
que pueden ser opcionales en la dieta para aquellos que practiquen un
estilo de vida vegetariano o vegano. Elige carnes magras, combina los
pescados grasos con los blancos, los lácteos mejor enteros ya que regulan mejor
el apetito y los huevos que no estén siempre fritos.
- No consumas alimentos ultraprocesados. Compra la
mayor parte de tus alimentos en el mercado y no tanto en el supermercado.
- Cuando vayas al supermercado no vayas con hambre
ni sin un listado de las cosas que realmente necesitas. No te salgas de la
lista, evita las compras compulsivas.
- Cuando vayas a comprar una nueva vajilla,
que los platos tengan el tamaño de los de hace 30 años, ¿te acuerdas del
tamaño de los platos de Duralex? Recuerda: comemos más cuanto mayor es el
plato.
- Lee las etiquetas de los productos que compres,
prefiere aquellos que no tengan grasas vegetales de palma, hidrogenadas o
trans en su composición y que estén elaborados fundamentalmente con aceite
de oliva virgen. Evita los potenciadores del sabor que contribuyen a crear
malos hábitos gustativos, hiperexcitando nuestro paladar e impidiendo el
disfrute de sabores como el que nos proporcionan las frutas o las
verduras. Evita también los alimentos con exceso de sal, edulcorantes o azúcar
añadido. En la práctica lo que debemos comprar son alimentos con listados
de ingredientes que reflejen solo básicamente el alimento que compramos, o
lo que es lo mismo, productos con etiquetas cortas, o mejor aún, que no
necesiten etiquetas.
- No veas la televisión mientras comes. Evita
especialmente aquellos programas que te puedan ocasionar ansiedad o los
que hacen continuos cortes publicitarios. ¡Aprovecha!, habla con tus seres
queridos y genera alrededor de la comida un ambiente convivial. Come despacio,
y levántate de la mesa a tiempo, antes de llenarte demasiado.
- No cojas el ascensor, usa la bicicleta o ve a pie
en los desplazamientos cortos, baila, corre, nada, pasea por el campo o la
playa, diviértete haciendo ejercicio y después duerme lo suficiente,
descansa y relájate.
- Ten una actitud mental positiva ante la vida,
sonríe más, ten confianza en ti mismo, ¡puedes lograrlo!, rodéate de gente
que te lo haga sentir.
Recuerda que a la hora de educar a tus
hijos tu función no es decidir la cantidad que ellos deben comer, eso lo decide
el hambre de cada niño. Tu responsabilidad es seleccionar adecuadamente los
alimentos que tienen que aprender a comer. Debemos parar la epidemia de la
obesidad en esta generación.
No existen recetas mágicas, ni atajos, no
existen fármacos efectivos, la clave es tan complicada como simple: come bien y
muévete más.
José María Capitán
dietista-nutricionista
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