lunes, 18 de enero de 2021

OBESIDAD, DÉFICITS NUTRICIONALES, ALIMENTACIÓN Y COVID-19

Lucha contra la pandemia mejorando tu estado nutricional

Los artículos científicos relacionados con la COVID-19 son muy numerosos, el día que publico este post más de 93000 publicaciones responden a esta búsqueda en PubMed, casi todas, como es lógico, pertenecientes al último año. Entre los pepers publicados, casi 600 son metaanálisis y más de 1600 corresponden a revisiones sistemáticas. A diferencia de lo que ocurre con otros temas, una publicación que se haya realizado hace tan solo unos meses puede resultar hoy obsoleta, tal es la velocidad con la que se sucede el conocimiento científico en un tema como este que trae de cabeza a toda la humanidad.



Un año después de que la COVID-19 cambiara nuestro mundo continuamos con muchas incertidumbres, pero también algunas certezas sobre el modo en el que la nutrición o el estado nutricional afecta a la enfermedad. 

 

Obesidad

Hay pocas dudas de que la obesidad es un mal aliado de la COVID-19, ya que esta afecta a la inmunidad y, por tanto, a la gravedad de la infección. Hacia la mitad de 2020 empiezan a aparecer los primeros grandes estudios en los que se relaciona un alto riesgo de mortalidad con aquellos pacientes que sufren obesidad y son infectados por el coronavirus (1 y 2). Otras patologías que aumentan el mal pronóstico de la COVID-19 están, a menudo, relacionadas con la obesidad y con una mala alimentación: diabetes (3, 4, 5), hipertensión (4, 5), enfermedad cardiovascular, enfermedad cerebrovascular, enfermedad respiratoria y la enfermedad renal (5), así como la enfermedad del hígado graso asociado a la disfunción metabólica (6). La obesidad es muy prevalente en todo el mundo, algo especialmente preocupante, ya que aumenta en un 39% el riesgo de ingreso en UCI, necesidad de ventilación mecánica invasiva y muerte (7). Y este aumento del riesgo de infección grave de la COVID-19, cuando se sufre obesidad, se da independiente de la raza, el sexo y comorbilidades como la diabetes, la hipertensión, la dislipemia o la enfermedad pulmonar (8). Además, cuanto mayor es el IMC, peores resultados y mayor letalidad, especialmente cuando la obesidad coexiste con otras enfermedades crónicas y la sufren los ancianos (9). Al mismo tiempo, el efecto del IMC es más fuerte en los pacientes masculinos (10), y el pronóstico empeora también entre los pacientes obesos más jóvenes (11). A mayor IMC, mayor riesgo de hospitalización (12), mayor necesidad de ventilación mecánica invasiva y que esta se precise durante más tiempo (13). Las complicaciones médicas de los pacientes con obesidad y COVID hace necesario un monitoreo frecuente que incluya la glucosa en sangre y la presión arterial (14) si se quiere reducir su morbi-mortalidad. En definitiva, tanto a nivel individual como a nivel gubernamental se necesita cobrar conciencia del riesgo que supone padecer obesidad en la situación que estamos atravesando actualmente (15). 

 

Nutrientes

El estado nutricional puede afectar al riesgo de morbi-mortalidad en el paciente COVID. Algunas investigaciones han tratado de arrojar luz sobre el papel que juegan determinados nutrientes y si su deficiencia puede agravar el pronóstico del paciente infectado por el coronavirus, un campo que está actualmente explorándose.

Se han encontrado beneficios potenciales en las vitaminas A y D, especialmente en aquellas poblaciones que partían de déficits. Oligoelementos, como el selenio o el zinc, también han mostrado efectos inmunomoduladores en las infecciones respiratorias (16). Otro nutriente en estudio es la vitamina E, cuyas propiedades antioxidantes e inmunomoduladoras podrían ser potencialmente beneficiosas en la infección por el coronavirus. Existe evidencia de que, además de la vitamina D, la tiamina y la vitamina C pueden emplearse en el tratamiento de infecciones respiratorias similares a la COVID-19 (17). Muy interesantes son los estudios que se van desarrollando en torno a la ya mencionada vitamina D. Una revisión sistemática y metaanálisis publicado el 5 de enero de 2021 en la revista medrxiv sugiere, en su versión preliminar, que la prescripción de suplementos de vitamina D a pacientes COVID parece disminuir su tasa de mortalidad, la gravedad de la enfermedad y los niveles séricos de los marcadores inflamatorios (18). También es importante el hierro, su metabolismo y el estado de anemia del paciente, ya que se ha detectado que los casos graves de COVID en comparación con los más leves tienden a tener menos hemoglobina y una ferritina más alta (19). Una vez hospitalizado, el estado nutricional del paciente COVID es un factor relevante, porque se presenta un alto riesgo de sufrir desnutrición hospitalaria debido a la respuesta metabólica y catabólica exacerbada durante la fase crítica de la enfermedad. Varias pautas internacionales proporcionan recomendaciones para garantizar la ingesta de energía y proteínas que se deben tener en cuenta para mejorar el pronóstico del paciente durante su ingreso hospitalario (20).


Alimentos

Estamos muy lejos de afirmar que cualquier alimento pueda prevenir o ayudar en el tratamiento de la infección por SARS-CoV-2 y, por tanto, hay que desmentir los distintos bulos que corren por internet y otros medios sobre las propiedades, casi mágicas, de determinados alimentos o suplementos alimenticios. Sin embargo, parece prudente aconsejar a la población que cuide su alimentación, ahora más que nunca, y que en ella no se descuiden alimentos como las frutas, verduras, legumbres, cereales integrales o frutos secos, así como otros alimentos ricos en vitaminas y oligoelementos. El profesional de la nutrición tiene que realizar recomendaciones específicas para prevenir o combatir la anemia y evitar el déficit de vitamina D, así como otras deficiencias nutricionales. Del mismo modo, se deben realizar recomendaciones orientadas a evitar aquellos alimentos que puedan originar un incremento en el estado ponderal o dificultar la pérdida de peso, como son muchos de los, hoy denominados, alimentos ultraprocesados: refrescos, aperitivos salados, dulces, carnes procesadas, platos precocinados, helados, galletería industrial, cereales refinados, cereales para el desayuno y lácteos azucarados, entre otros.


A pesar de las vacunas, que ya se empiezan a administrar, esta enfermedad estará con nosotros todavía mucho tiempo. Por ello, es necesario que los responsables políticos cuenten con la figura del dietista-nutricionista, dentro del equipo multidisciplinario de sanitarios, en las estrategias orientadas a combatir los efectos devastadores del SARS-COV-2.



José María Capitán 

dietista-nutricionista

 

 

 

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