Lo que parece que es, pero nada que ver
Hago uso de mi derecho a expresarme libremente cuando digo que la religión ha aportado pocas cosas buenas al ser humano. Este es un tema delicado porque la religiosidad parece llevar consigo el sentimiento de ofensa cuando el otro no comparte creencias y así lo expresa. Las opiniones en contra de la religión pueden despertar en el devoto una ira profunda que puede conducir a considerar al otro su enemigo. Ese sentimiento de ira, generalmente, no es posible combatirlo con la razón, ya que el campo de batalla de la discusión religiosa no es la razón, sino la fe. Efectivamente, la religión se sustenta en la fe y la fe no necesita de razonamientos ni de demostraciones. La fe está profundamente impregnada de la creencia de que a unos seres humanos se les ha revelado una verdad divina y absoluta frente al resto de seres que viven en la ignorancia y la oscuridad. Y sí, desde la posesión de “la verdad”, y en nombre de la fe se han cometido verdaderas atrocidades históricas y se han masacrado a pueblos enteros, aunque esto se obvie o se justifique con increíble pasmosidad por el que profesa su fe religiosa; y es que no hay que olvidar que para ser un buen devoto, solo tienes que creer, creer sin cuestionarte tus propias creencias.
La ciencia es justo lo contrario a la religión y a mi juicio es incompatible con ella, a pesar de quienes hagan difíciles equilibrios por dedicarse a la ciencia y profesar al mismo tiempo su fe religiosa. En la ciencia debes poder demostrar tus afirmaciones y para ello debes basarte en el método científico, el cual no deja espacio al autoengaño. A diferencia de la religión, la ciencia está en continua revisión y no teme desdecirse cuando la evidencia así lo requiere.