Veganorexia:
el sendero que lleva de la compasión a la ira
En el veganismo hay algo bueno, algo
noble, hay una gran sensibilidad hacia el resto de las especies animales, una
gran empatía que hace desarrollar una tremenda compasión por ese ser no humano
que sufre, que es separado de sus cachorros, que es maltratado, que sirve
de alimento y es explotado en granjas donde nunca ven la luz del sol.
Efectivamente, los animales no son cosas.
Considero el trato que se le da al animal en la producción industrial de carne
impropio de una sociedad que se hace llamar humana. Esa falta de sensibilidad y
respeto hacia el resto de formas vivientes, probablemente sea una de las causas
que nos ha llevado a estar al borde del desastre ecológico en el que hoy nos
encontramos, como ya apuntaba el jefe indio Noah Sealth en 1854 en su famoso
manifiesto ambiental (1).
Como parte de la naturaleza que somos no
podemos vivir ajenos a ella y tampoco podemos tratar al resto de seres vivos
como meros objetos de nuestro particular mercado de abastos, ya que su
supervivencia está ligada estrechamente a la nuestra.
Esa simpatía que siento por el veganismo
ha originado que en ocasiones me acerque a foros donde se debate sobre aspectos
éticos de la alimentación desde una óptica vegana. No digo que todo el mundo
sea igual, este mundo es diverso, pero creo que en pocos sitios me he podido
encontrar tan mal como en estos foros de los que he tenido que salir en
ocasiones entre insultos: “tú eres un puto especista”.