¿Cómo queremos salvar
el planeta si tan siquiera somos capaces de salvar a nuestros hijos?
Recientemente, se ha celebrado en Madrid la cumbre del clima COP25. Ha sido un nuevo intento de llegar a acuerdos
para tratar de frenar el calentamiento global que puede llegar a afectar de
forma irreversible a la vida en la Tierra. Sin embargo, los intereses
económicos y el cortoplacismo político ha impedido llegar a acuerdos lo
suficientemente ambiciosos como para parar el desastre. Una de las estrategias
utilizadas, por determinados líderes políticos, ha sido negar que se esté
produciendo el cambio climático o que el hombre sea responsable del mismo. Un hecho que ha sido avalado por cientos de informes científicos es tachado convenientemente de alarmista.
El futuro del ser humano está ligado al futuro del planeta y
aquello que degrada al segundo enferma al primero (1). Del mismo modo que es incuestionable la situación
de emergencia climática que estamos atravesando, es innegable la situación de
emergencia sanitaria en la que nos encontramos y que, del mismo modo que ocurre
con el cambio climático, puede condicionar la vida de las generaciones futuras,
estoy hablando de la obesidad infantil.